En Al Pan Pan analizamos los resultados de las elecciones de Estados Unidos, que no sólo aseguraron el regreso a la Casa Blanca de Donald Trump, sino que también le otorgan influencia en el legislativo y judicial. “Romperá el principio de check and balance”, advierte.
Donald Trump fue elegido como el cuadragésimo séptimo presidente de Estados Unidos, tras haber perdido las elecciones cuatro años antes contra Joe Biden. Su victoria se confirmó alrededor de las 5:30 a.m., hora del Este, cuando se impuso en el disputado estado de Wisconsin, alcanzando así los 270 votos electorales necesarios para ganar.
Aunque el conteo de votos aún no ha finalizado, Trump parece estar en camino de ganar el voto popular, lo que lo convertiría en el primer republicano en lograrlo desde George W. Bush en 2004. La derrota de la vicepresidenta Kamala Harris marca la segunda vez en ocho años que una mujer representa al Partido Demócrata en la candidatura presidencial. Misma segunda vez en la que Trump se impone.
Hoy en Al Pan Pan, con Mirna Schindler: conversamos con la académica de la Universidad de Concepción y doctora en ciencias políticas y sociales, Paulina Astroza, quien ve con preocupación los resultados de hoy.
“Donald Trump ya nombró a miembros de la Corte Suprema, que fueron claves en algunas sentencias, por ejemplo, el tema del aborto y en otros temas, muy conservadores, y ahora le va a tocar también nuevamente nombrar miembros que deciden mucho“, señala respecto a las facultades que tendrá en su segundo mandato.
Esto será uno de los puntos más importantes de su próximo gobierno, por cuanto las sentencias de la Corte Suprema estadounidense obedecen a la tradición judicial de la common law: sientan precedente que debe ser atendido en todos los posteriores fallos por instancias de menor rango.
“Pensemos que hace poco la propia Corte Suprema determinó ―y esta sentencia fue pero fundamental― que lo realizado por un presidente durante su mandato le daba inmunidad, que era algo que se alegó en uno de los juicios que, de los tantos juicios que tiene todavía Donald Trump, y eso lo determinó la Corte Suprema. O sea, que el presidente en ejercicio está sobre la ley respecto de cualquiera que comete un delito que tendría esta protección, esta inmunidad“, ejemplifica también, de manera de que abusarse de esa representación en la Corte Suprema “traería consecuencias para el ala liberal del sistema democrático”.
Este escenario augura noticias negativas para las ideas más progresistas: “va a presionar para que muchas decisiones en la Corte vayan en un sentido muchísimo más conservador, que responda más a estas ideas de relato que le llaman ‘wokismo’, del progresismo, muy contrario a los derechos de las minorías, de la comunidad LGTBQ+”.
Efecto que se extiende también al legislativo norteamericano: con 52 escaños republicanos asegurados frente a los 42 demócratas, el partido de Trump ya tiene el control del Senado, además de posibilidades reales de que las fuerzas de Biden y Harris pierdan también la Cámara de Representantes.
“Va a tener el control del ejecutivo, del legislativo, del judicial. Y eso rompe ―y sobre todo con alguien tan disruptivo como Donald Trump― con el principio de check and balance, de balance y control entre los distintos poderes del Estado para evitar justamente (que es lo que la constitución y los fundadores de Estados Unidos quisieron a través del sistema federal, y al mismo tiempo presidencial, que tienen los Estados Unidos) que hubiera un control entre los distintos poderes del Estado. Y eso hoy va a estar todo en manos de Trump, y Trump lo va a utilizar“.
Este respaldo mayoritario a un gobierno republicano (definido casi en su totalidad en la figura de Trump) lo logró el electo jefe de Estado a pesar de la serie de polémicas que lo envolvieron durante los cuatro años fuera de la Casa Blanca.
“Parece que nada le afecta, porque está conectando con lo que la gente enrabiada, que tiene miedo, que está asqueada de la política tradicional, que no llega a fin de mes, que le echa la culpa al otro, le echa la culpa al inmigrante, e inmigrantes que están ya en Estados Unidos y que votan por Trump porque no quieren más inmigrantes que lleguen para también coparles su mercado de trabajo o las garantías que ya tienen”, pone el énfasis.
“Sencillamente no les importa nada: no les importa la evidencia, no les importa que insulten, no les importa que los menosprecien o que permita que los menosprecien, como ocurrió con los puertorriqueños o como ocurrió con los propios árabes, los judíos”, cita la académica. Algo particularmente claro en el último grupo demográfico: se proyectaba que la guerra de Israel contra Hamás debería haberle significado una parte de votos árabes a la candidatura de Trump (como en Dearborn, Michigan), en particular por su respaldo abierto a la gestión del premier israelí Benjamín Netanyahu. Cuenta que, finalmente, se le terminó cobrando a la gestión de Kamala Harris y Joe Biden.
“Esto es algo muchísimo más profundo de lo que la sociedad está viviendo y cómo se refleja políticamente y eso lo podemos aplicar a Europa, lo podemos aplicar a América Latina, lo podemos aplicar a todas las democracias liberales en las cuales se vota por los representantes“, advierte la analista.