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“Flotilla de la paz”, el costo político de las operaciones asimétricas

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Iván Witker
Por : Iván Witker Facultad de Gobierno, Universidad Central
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El incidente elevará el prestigio de Hamas. Su rol de víctima se verá fortalecido. Su gobierno dirigido por Salam Fayad quedará ahora casi en igualdad de condiciones que su archi-enemigo, el de la OLP de Mahmoud Abbas. La tarea de largo plazo que Washington, Moscú, Beijing y la UE estaban construyendo pacientemente en torno a hacer de Abbas el gran interlocutor palestino, aislando a Hamas, se verá obstaculizada al menos por un tiempo previsible.


El caso del navío turco “Marmora” y sus fallecidos activistas pro-paz a manos de comandos israelíes, no sólo debe ser visto como un capítulo más de la ya larga contienda árabe-israelí, sino, ante todo, como ejemplo del nuevo tipo de conflicto que tiende a consolidarse en el escenario mundial y que se caracteriza por la asimetría y la no convencionalidad.

En efecto, la “flotilla de la paz”, si bien cumplía con un propósito humanitario real  e indesmentible, simboliza la nueva forma de encarar un conflicto internacional cuando ya no parece posible resolverlo por vías convencionales, o sea por medio de un enfrentamiento horizontal, de igual  a igual. Ciertamente que están quienes creen que en los conflictos internacionales rara vez  se enfrentan bandos relativamente equivalentes. Sin embargo, la evidencia que emana de la mayoría de los conflictos post Guerra Fría, es que ahora, más que nunca antes, los bandos débiles encuentran formas de enfrentamiento relativamente exitosas frente a rivales poderosos.  Brzezinski la denomina, poder de la debilidad.

Ya la guerra entre Hizbollah e Israel (2006), y luego la Operación Plomo Fundido (2008) entregaron las primeras claves de esta profunda asimetría y no convencionalidad en que se encuentra inmerso el Medio Oriente.

Ahora, el incidente de la “flotilla de la paz” entrega otras. No es más que el símbolo comunicacional de uno de los actores relevantes, el Movimiento Gaza Libre, que intenta desde hace tres años, romper el bloqueo a que Israel tiene sometida la franja de Gaza (que según sus críticos contraviene el art.33 de la Convención de Ginebra). Para ello cuenta con el apoyo financiero de muchas ONGs, fundaciones y partidos políticos, que miran con simpatía esta vertiente más dura de la causa palestina representada por Hamas. El principal financista de ésta, la última expedición, abortada por la Marina israelí en alta mar, fue la Fundación para los Derechos Humanos y la Libertad (IHH), con asiento en Turquía, creada en 1995, para asistir humanitariamente a las víctimas musulmanas de la guerra en Bosnia. Sin embargo, un reciente estudio del Instituto Danés de Relaciones Internacionales (dirigido por Evan Kohlman) titulado “El rol de las instituciones de caridad islámicas en el reclutamiento y financiamiento de grupos terroristas” menciona a la IHH de estar involucrada en el apoyo encubierto de varios grupos que operan en el Medio Oriente. Como consecuencia de ello, el IHH fue declarado ilegal en Israel ya en 2008. Inclusive, el representante de IHH en Gaza, Izzet Sahin fue arrestado hace pocas semanas por transferir grandes sumas de dinero a  filiales de Hamas. Aunque el Movimiento Gaza Libre ha organizado ya varias expediciones del tipo “flotilla de la libertad”, desde agosto de 2008 a la fecha, ésta última, la de mayo de 2010, estaba destinada a constituirse en una prueba de fuerza importante con Tel Aviv. La muy dura posición anti-israelí adoptada por el gobierno turco de Recep Erdogan, reflejada en varios altercados en público y rupturas indisimuladas, brindó energía extra a IHH para preparar esta expedición y alcanzar el máximo de visibilidad mediática. Esta última “flotilla de la paz” estaba inserta en dicho quiebre regional, cuyas repercusiones geopolíticas son aún difíciles de establecer. Y es que Israel y Turquía (pieza clave de la OTAN) fueron desde los 80 algo más que amigos; fueron cuasi aliados. Ambos se enfrentaban a Siria, país que daba refugio a los grupos  kurdos y de Hamas, y tenían, además, una estrecha cooperación a nivel de FF.AA. y de sus respectivas industrias militares.

[cita]Estas expediciones humanitarias, por su inserción en un conflicto asimétrico y no convencional tan profundo, iban a explotar tarde o temprano. Por su misma naturaleza estaban destinadas a llegar a un choque final.[/cita]

Dada la complejidad del contexto, cabe preguntarse entonces, ¿pudo haber reaccionado de otra manera Israel ante esta expedición humanitaria? Lógico. Una primera opción fue haber detenido la flotilla, sometiéndola a inspección, y luego tomar una decisión sobre su ruta definitiva. Una segunda opción, simplemente haber dejado pasar el convoy entero, ya que si hubiese sido usado para un traslado masivo de armas, la seguridad israelí lo habría detectado. La versión oficial israelí dice que fueron encontradas armas livianas y pistolas.  Entonces, cuesta entender que una unidad de elite, como es la Shayetet 6, no haya sido capaz de contener una turba equipada con armas cortas, y que, si seguimos la versión oficial israelí, haya sido víctima incluso de robos de armas a bordo por parte de activistas que, en cualquier caso, no tienen preparación militar equivalente.  Luego, el haber efectuado esta operación en aguas internacionales, con tal cantidad de muertos, tendrá repercusiones negativas para la imagen de Israel y durante un  tiempo largo.

En rigor, las aguas internacionales son de libre circulación y nadie tiene jurisdicción sobre ellas, por lo que apelar al derecho de autodefensa es de difícil argumentación; ¿cómo podrá explicar Tel Aviv una operación mar adentro en circunstancias que sus propias normas disponen un bloqueo en torno a Gaza que no va más de 20 millas náuticas?.Y, desde luego, que el deterioro de las ya desgastadas  relaciones con Turquía sólo puede agravar el cuadro regional, dado el vasto arco de influencia que tiene Ankara.

Estas expediciones humanitarias, por su inserción en un conflicto asimétrico y no convencional tan profundo, iban a explotar tarde o temprano. Por su misma naturaleza estaban destinadas a llegar a un choque final, incluso por alguna cuestión nimia. Por ejemplo, el cemento. Un material que el 80 % del millón y medio de palestinos que vive en Gaza necesita de manera urgente para (re)construir sus casas (hay 21 mil casas que necesitan ser reparadas), pero que ha sido priorizado por los milicianos de Hamas para fabricar casi 400 túneles hacia Egipto y hacia el propio Israel. Sea para el contrabando de armas, o para lanzar sus  Qassam contra blancos civiles en Israel. Por eso, su ingreso humanitario a Gaza está prohibido.

Es justamente la asimetría y el no convencionalismo lo que provoca estupor, pero también reacciones que sintetiza esa cínica expresión “uso desproporcionado de la fuerza”. Como si la destrucción material o muerte de un ser humano cometida con un arma rudimentaria fuera menor a la de una de alta tecnología.

En este caso concreto, la tragedia se hizo inevitable desde ambos lados. Si de ayuda humanitaria en estricto sentido se hubiese tratado, los activistas podrían haber utilizado los canales habituales: Cruz Roja, ONU, etc. Incluso pudieron haber utilizado el puerto sugerido por las autoridades israelíes, el de Ashdod. Pero eso no iba  a ocurrir precisamente por tratarse de un conflicto asimétrico y no convencional, donde lo estrictamente humanitario es marginal.

El incidente elevará el prestigio de Hamas. Su rol de víctima se verá fortalecido. Su gobierno dirigido por Salam Fayad quedará ahora casi en igualdad de condiciones que su archi-enemigo, el de la OLP  de Mahmoud Abbas. La tarea de largo plazo que Washington, Moscú, Beijing y la UE estaban construyendo pacientemente en torno a hacer de Abbas el gran interlocutor palestino, aislando a Hamas, se verá obstaculizada al menos por un tiempo previsible.

En este tipo de conflictos, como lo demostró la guerra Israel/ Hizbollah y luego la operación Plomo Fundido, la fuerza claramente no asegura la victoria.

*Ivan Witker, profesor Academia Nacional de Estudios Políticos y Estratégicos, ANEPE.

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