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BBC News Mundo

Con los rebeldes sirios en el camino del Líbano a Damasco

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Solo una ruta clandestina permanece abierta a través de las montañas entre Siria y el país vecino. Paul Wood, de la BBC, escribe desde los enclaves donde la disidencia se enfrenta al gobierno.


Una fila de guerrilleros y contrabandistas asciende la ladera de la montaña en plena oscuridad.

El camino es empinado, nuestras piernas duelen, nuestros pulmones gritan, y todavía faltan tres días más de lo mismo.

Pero esta es la única ruta clandestina entre Siria y Líbano que permanece abierta. El gobierno sirio, luchando por su vida, ha logrado cerrar todas las otras.

Escalando con nosotros hay un hombre que se unió al Ejército Libre Sirio (FSA por sus siglas en inglés) con solo una hoz como arma.

Otro acaba de cumplir 18 años, y luego de los ataques de la semana pasada en Damasco que se llevaron la vida de ministros de gobierno, volvió de Jordania para unirse a los rebeldes, a pesar de que sus padres lo habían enviado al exilio para que estuviera seguro.

Cargados con mochilas, se mueven tan silenciosamente como pueden. En las cercanías hay un puesto con soldados del ejército y nadie quiere alertarlos.

Finalmente alcanzamos un pueblo que está bajo el control –por ahora- de los rebeldes. Pero la zona está rodeada. Varias veces al día los huertos donde se esconden los guerrilleros son atacados con fuego de artillería.

Entre ataque y ataque, un par de disidentes me conducen con mi traductor alrededor del pueblo, describiendo sus recientes enfrentamientos con el ejército.

El lugar está desierto, sus calles habitadas por escombros, autos quemados y los agujeros dejados en las paredes por morteros y proyectiles. Veo dos o tres personas que encuentran su camino entre las ruinas, lo que indica que hay gente que aún se niega a abandonar sus hogares.

Los ataques de la semana pasada en Damasco -donde murieron el ministro de Defensa y el jefe de inteligencia- fueron un golpe mayúsculo al gobierno, me dicen mis guías, pero éste, aseguran, ha respondido atacando blancos civiles.

Rebeldes y rivales

Este lunes, la Liga Árabe pidió la dimisión de al Asad.

Los hombres que me muestran el pueblo pertenecen al Ejército Libre Sirio, pero hay aquí otro grupo armado: los salafistas, guerrilleros islámicos.

Ellos son la facción más poderosa en este lugar, porque reciben armas y dinero del exterior, mientras que el FSA es relativamente pobre.

Cada bando tiene incluso su propio centro de prensa.

«Nosotros queremos un Estado civil», me dice Abu Mohammed, guerrillero del FSA, y agrega: «en Siria viven cristianos, ¿qué pasaría con ellos bajo la sharía (ley sagrada de los musulmanes)?»

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Los salafistas quieren un emirato islámico, me advierte, «pero no es tiempo para eso, ahora es el momento de terminar con el régimen».

Abu Ala, el jefe del Consejo Revolucionario en esta localidad, opina que «el régimen dependía de su policía secreta, del terror, pero ahora ese poder se ha roto».

«Ahora depende del ejército, pero el ejército también se debilita. Estamos a semanas del final, quizás a días».

Los rebeldes dicen eso desde hace tiempo. Mientras transcribo sus declaraciones, el fuego de artillería vuelve a caer sobre el pueblo.

La moral entre los disidentes es sorprendentemente alta, pero ellos tienen rifles kalashnikovs y el gobierno armamento pesado.

Los atentados en Damasco de la semana pasada no cambiaron eso.

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