El mandatario ecuatoriano ganó cómodamente en primera vuelta y obtuvo su séptimo triunfo electoral consecutivo, lo que le permite gobernar el país andino hasta 2017. «Estamos ahí para servirlos a ustedes, nada para nosotros. Recibimos con toda firmeza cuatro años más de revolución, muchas gracias a todos ustedes», fueron sus primeras palabras desde el balcón del Palacio de Carondelet, en el centro de Quito, tras conocerse los resultados.
Ecuador confirmó este 17 de febrero lo que el equipo del presidente Rafael Correa venía utilizando como lema electoral desde el inicio de la campaña como un mantra, como un hecho insoslayable e irrevocable: «Ya tenemos presidente, tenemos a Rafael».
Con más del 55 % de los votos según los primeros datos oficiales, el mandatario volvió a ganar en primera vuelta, tal como lo había hecho en los comicios de 2009, y obtuvo así su séptimo triunfo en las urnas (tres elecciones presidenciales y cuatro consultas populares).
«Estamos ahí para servirlos a ustedes, nada para nosotros. Recibimos con toda firmeza cuatro años más de revolución, muchas gracias a todos ustedes», fueron las primeras palabras del mandatario desde el balcón del Palacio de Carondelet, en el centro de Quito.
¿Por qué la popularidad del presidente está blindada ante cualquier desgaste?, le preguntó BBC Mundo a Fernando Cordero, presidente de la Asamblea Nacional y uno de los colaboradores más cercanos a Correa.
«Primero, porque este es un gobierno que da cuentas, que a veces crea polémica justamente por su lenguaje directo, a veces irreverente, pero informa lo que hace; segundo, se recupera la planificación desde el Estado y se volvieron predecibles los actos de gobierno, no son improvisados, no son por presiones de poderes fácticos; y tercero, porque evidentemente lo que se dijo en la campaña se ha cumplido».
Más lejos de los pasillos del poder y más cerca de la Academia, el analista político y profesor de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso) en Ecuador, Felipe Burbano, también recurre al tres al momento encontrar las razones detrás del fenómeno Correa.
«Un estado poderoso, lleno de recursos, que vuelve a la escena social y política a repartir riqueza y a modernizar el país; un liderazgo fuertemente personalizado, con elementos carismáticos, que mantiene viva la ilusión del cambio; y una estrategia populista de legitimación del liderazgo personalizado que consiste en armar el campo político como una lucha de los ciudadanos contra las estructuras de poder».
La otra coincidencia entre el político y el académico es la influencia del pasado en las razones electorales del presente.
«Correa apareció en un momento de vacío político y crisis institucional, provocado por largos y fatigosos años de infructuosos ajustes económicos, y lo hizo con una propuesta de refundación, de un cambio radical», sostuvo Burbano.
«En el Ecuador, desde la vuelta a la democracia a fines de los años ‘70, esa democracia se caracterizó por la inestabilidad, por los engaños, desilusión tras desilusión, no hubo lógica ni coherencia en ningún gobierno. Venimos de un período además en que se eligió cinco veces presidente y cuatro fueron destituidos, esa inestabilidad ha sido una constante», coincidió Cordero.
Pero el séptimo triunfo electoral de Correa no se explica sólo desde las variables políticas o de las heridas del pasado, sino también desde un contexto económico favorable al presidente ecuatoriano.
«Más allá de la capacidad de gestión de este gobierno, lo ha ayudado una situación fiscal sin precedentes gracias al elevado precio del petróleo», dijo a BBC Mundo el analista económico Walter Spurrier y agregó:
«En sus primeros seis años Correa ha construido la mayor red vial de la historia del país, con lo que muchas poblaciones están muy agradecidas, y ha ampliado drásticamente el servicio de salud para los afiliados de la seguridad social. Acaba de elevar a US$50 mensuales el bono de desarrollo humano, que reciben 1,9 millones de personas de una población de 15 millones».
Para el director de Análisis Semanal, «muchos perciben a este gobierno como el que mejor les ha servido y el descontento con medidas que desalientan la inversión privada radica únicamente en las capas empresariales».
Según los sondeos de boca urna, el líder opositor que más sufragios obtuvo en los comicios presidenciales fue el exbanquero Guillermo Lasso, quien logró superar el 24% de los votos, convirtiéndose así en el rostro de la oposición para los próximos cuatros años.
Durante la campaña electoral, el líder del movimiento CREO, abogó por un modelo político y económico basado en la creación de riqueza, el incremento en el número de empleos, el apoyo al emprendimiento privado y la democratización del capital.
«Mientras más oportunidad de avanzar tienen los ricos, mayor oportunidad de avanzar tienen también los pobres. Mucha gente se va a sorprender a mi propuesta de que la democracia ecuatoriana se va a fortalecer cuando abandonemos el modelo de una sociedad de proletarios y asumamos con entereza la decisión de lograr una sociedad de propietarios», dijo Lasso a BBC Mundo antes de los comicios.
«El modelo que yo propongo es el modelo de la democracia, el modelo de la libertad de expresión, el de la unidad de los 14 millones y medio de ecuatorianos, el modelo que rechaza la prepotencia, que rechaza la falta de humildad, que rechaza el lenguaje violento que pretende estigmatizar a cada ecuatoriano que piensa diferente al gobierno», añadió.
Las críticas al estilo de gobierno de Correa, al que muchos opositores tachan de autoritario por su enfrentamiento con los medios de comunicación privados, su reforma del sistema judicial y su presencia casi omnipresente en todos los ámbitos de la vida pública, también fueron expresadas a BBC Mundo por el candidato que habría obtenido el tercer lugar en las elecciones con el 5,5%, el expresidente Lucio Gutiérrez.
«Existe actualmente un escenario de miedo. Aquí, si uno es periodista no puede hablar porque lo botan de su trabajo, si es empleado del sector público tiene que estar calladito porque si se enteran que critica al gobierno lo sacan del empleo, si es pequeño comerciante y critica los impuestos va el SRI (Servicio de Rentas Internas) y clausura su negocio».
Lejos de estas críticas, el presidente Correa se prepara para gobernar Ecuador hasta 2017, lo que implica una década al frente del poder.
Para el analista político Felipe Burbano, los desafíos del gobierno serán «sostener la economía con ese altísimo gasto público; dar transparencia a la gestión, lo que significa combatir la corrupción dentro del gobierno; resistir las múltiples pero focalizadas acciones de la oposición; y sostener la estabilidad general del país».
El profesor de la FLACSO indicó que un Correa muy fortalecido «trae como riesgo posturas más autoritarias e intolerantes frente a sus opositores» y anticipó, en el corto plazo, una oposición débil que tendrá que articularse alrededor de los partidos y movimientos jóvenes.
En el área económica, Walter Spurrier indicó que el camino oficial será «profundizar el actual rumbo económico que busca esencialmente reducir las diferencias económicas por la vía de incrementar aún más la presión tributaria sobre la clase media alta y reducir la tendencia consumista de la población».
Tras sus primeras palabras en el balcón, Correa se trasladó al Salón Amarillo del Palacio de Carondelet donde brindó su primera conferencia de prensa. Entre sus muchas declaraciones, la prensa ecuatoriana destaca en sus páginas de internet una frase que parece resumir el programa de gobierno en los próximos cuatro años: «O cambiamos ahora el país o no lo cambiamos nunca».