El conductor de la máquina admitió que iba a unos 190 km/h. La tragedia causó 78 muertos y unos 130 heridos.
El exceso de velocidad es la principal hipótesis con la que se trabaja hoy como posible causa del accidente ocurrido anoche en las inmediaciones de Santiago de Compostela, en Galicia, que causó 78 muertos y unos 130 heridos, una tragedia que ha conmocionado a España.
«Descarrilé, qué le voy a hacer, qué voy a hacer», exclamó el maquinista, quien admitió haber tomado la curva en la que se produjo el descarrilamiento a unos 190 kilómetros por hora, en lugar de ochenta, que era la velocidad máxima permitida en esa zona.
El siniestro tuvo lugar poco antes de las 21.00 horas (19.00 GMT) cuando el tren descarriló en una curva pronunciada de la línea Madrid-Ferrol, la víspera de la festividad de Santiago, patrón religioso de España y Fiesta Nacional de Galicia.
El tren había sido revisado ayer mismo, por lo que la velocidad, que más que duplicaba la permitida, se maneja como primera hipótesis del siniestro a falta de los informes de los peritos.
Fuentes de la investigación explicaron que, tras el accidente, el conductor del tren admitió que iba a unos 190 kilómetros por hora en una conversación que mantuvo con el delegado del Gobierno en Galicia y que también lo había dicho a través de la radio del tren.
En las tareas de rescate participaron centenares de agentes de la Policía, personal sanitario y expertos en accidentes ferroviarios, incluidos en el dispositivo de emergencia, y también decenas de vecinos de la zona donde ocurrió que fueron los primeros en llegar al lugar y en intentar socorrer a las víctimas atrapadas en los vagones.
En el convoy viajaban 247 pasajeros y cuatro tripulantes, según informó la compañía de ferrocarril.
La «caja negra» está en manos del juez y, según el presidente de la compañía ferroviaria pública española Renfe, no se tardará mucho en conocer las causas del siniestro.
El tren, que cubría la ruta entre Madrid y Ferrol (en Galicia, noroeste), descarriló a pocos kilómetros de Santiago y la violencia del siniestro hizo que incluso uno de los vagones saliera volando por los aires, superara el muro de la línea e impactara en el exterior.
Otro de los vagones ardió y los vecinos de la zona que acudieron al lugar fueron los primeros en ayudar a las víctimas, incluso sacándolas del amasijo de hierros en que quedaron convertidos algunos vagones, mientras trozos del convoy y efectos personales de los viajeros quedaban esparcidos por las vías.
El suceso ha causado una enorme conmoción y tristeza en España, ya que se trata del accidente de tren más grave de las últimas cuatro décadas.
Se produjo además a escasas horas de la principal fiesta de Galicia, cuyo Gobierno regional decretó siete días de luto oficial. La Administración del Estado guardó un minuto de silencio a mediodía y los partidos políticos suspendieron sus actos públicos, al igual que hicieron el rey Juan Carlos y el Príncipe de Asturias, Felipe de Borbón, con sus actividades oficiales previstas.
El monarca publicó una carta en la web de la Casa Real en la cual explica que el accidente ferroviario de Santiago «conmueve y nos llena de dolor y tristeza» y trasmite «el más profundo cariño y toda la cercanía y la solidaridad de la Familia Real» a los familiares y amigos de las víctimas.
El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, natural de Galicia, visitó el lugar del accidente y acudió a los hospitales a visitar a los heridos.
Las muestras de solidaridad llegaron de todas partes, desde el Papa Francisco, quien desde Brasil se unió al dolor de las familias españolas, a las instituciones de la Unión Europea (UE), el presidente de Francia o los Gobiernos de diferentes países latinoamericanos.
Mientras tanto, un edificio de Santiago de Compostela, la meta del Camino jacobeo que en estas fechas recorren miles de peregrinos de todo el mundo, fue habilitado como tanatorio provisional y a él acuden los familiares y amigos de los pasajeros.
«¿Y mi familia» Estamos buscando por todas partes, madre mía», gritaba desesperado un hombre cuyos familiares viajaban en el tren.
A su lado una mujer, con desolación y entre lágrimas, busca a su tía: «¿Está aquí? Mi tía tiene setenta años, si no aparece su nombre en la lista no me dejan entrar. Estamos todos repartidos entre unos puntos y otros para ver quién obtiene información antes. Esto es desesperante».
Una vecina de un pueblo cercano, Reyes Pérez, aguarda en la capital gallega noticias sobre su sobrina Nerea, de 26 años, que también viajaba en el tren.
«Esperar, esperar y esperar. Es horrible. Si están inconscientes y ellos no se pueden identificar que nos dejen ir a los hospitales a identificarlos», se lamenta a las puertas de un edificio habilitado para atender a los familiares de las víctimas.
El de Santiago de Compostela, lugar de peregrinaje para los católicos y que hoy debía celebrar su fiesta grande, es el accidente más grave en cuarenta años en España y el que más víctimas ha causado en todo el mundo en lo que va de año.