El peronismo atraviesa una crisis inédita en Argentina.
Por primera vez en 70 años de historia fue desplazado del poder por el voto popular, no sólo a nivel nacional sino también en su mayor bastión, el lugar que controlaba sin competencia desde hacía 28 años: la provincia de Buenos Aires, que además es donde se concentra el 40% del electorado.
«El peronismo fuera del poder siempre está en crisis porque el único ordenador que tiene el peronismo es el poder», afirma Silvia Mercado, periodista y autora de «El relato peronista».
«La crisis que ahora esta viviendo es inédita porque es la primera vez que es expulsado del poder en elecciones limpias y democráticas, del territorio que había sido concebido por el kirchnerismo como la madre de todas las batallas».
En términos de gobierno directo sobre las provincias, el poder del Partido Justicialista -como es su nombre formal- disminuyó dramáticamente.
«Desde 1983 -retorno de la democracia al país- el peronismo no gobernaba directamente sólo sobre un porcentaje minoritario de la población argentina», según un informe de la consultora Poliarquía.
Sus conclusiones muestran una caída estrepitosa. Con la derrota en las elecciones de 2015 el PJ pasó de gobernar el 79% de la población a tan sólo el 32%. La diferencia con la derrota del año 1983 es que no perdía territorios propios, porque entonces el país salía del régimen militar.
Pero el mismo motivo de su actual debilidad destaca lo que fue su fortaleza: mantener el poder.
El PJ gobernó 24 de los 32 años que lleva la restauración democrática y supo abarcar ideologías divergentes para lograr unidades, aún oscilando abruptamente de derecha a izquierda y encarando períodos diametralmente opuestos como menemismo y kirchnerismo, identificados como neoliberal y populista respectivamente.
Hoy se enfrenta a los dilemas que plantea su viejo grito de batalla durante tiempos de resistencia. «¡Volveremos!», prometen desde el partido fundado por el general Juan Domingo Perón.
Quiénes y cómo liderarán ese proceso dependerá de dos factores inmediatos: cómo se saldarán las cuentas por la caída electoral y qué tipo de oposición llevarán adelante.
«No tengo dudas de que estamos en la mayor crisis sobre todo por haber perdido la provincia de Buenos Aires», plantea Jose Luis Gioja exgobernador de San Juan y considerado una de las figuras «ecúmenicas» o «componedoras» aceptadas por todos los sectores como posible líder de una transición.
«Y así como digo que en el justicialismo nadie es irremplazable, mi apotegma es que tampoco nadie sobra y todos son necesarios», completa.
La definición del liderazgo partidario se producirá en medio de los realineamientos luego de la derrota y dependerá del proceso inminente que encara el partido por orden de la justicia para normalizar su situación institucional mediante internas y cuyo próximo hito será el congreso partidario del 24 de febrero camino a las elecciones del 8 de mayo.
–¿Le gustaría ser Presidente del PJ? -preguntó BBC Mundo a Daniel Scioli, excandidato a presidente y derrotado por Mauricio Macri en las últimas elecciones.
-Hay un tema superior, que es un espacio unido mas allá de las personas y poner énfasis en desarrollar todo el potencial argentino.
–Para usted, ¿hay «mariscales de la derrota» como se suele decir? ¿Acepta que le pongan ese traje?
-Eso es un análisis. Obviamente tendremos que ir interpretando el sentido del voto de quienes no nos han acompañado. Nosotros le dijimos a la gente con toda claridad cómo iba a ser la próxima etapa y la gente optó por un cambio. El cambio es esto que están viendo.
Sin embargo, lejos de los mensajes de unidad y en el Congreso de la Nación, donde se repliega el núcleo legislativo de poder que mantiene el PJ, -con mayoria propia en el Senado y primera minoría en la Cámara de Diputados-, cunden las fracturas y los pases de facturas.
En el Senado, la deskirchnerización fue drástica. El jefe del Bloque del PJ, Miguel Pichetto, ya garantizó públicamente el apoyo a medidas cruciales para el gobierno de Macri a cambio de obras y fondos para las provincias gobernadas por el peronismo.
El toma y daca que califican como «gobernabilidad de dos vías» contrasta con las posiciones de resistencia que intenta el ala kirchnerista del partido en la cámara de Diputados donde 18 legisladores -cuyo número podría ampliarse- dieron el portazo para formar un nuevo bloque llamado Justicialista, convirtiéndose en una llave para el quórum y abandonando el Frente Para la Victoria fundado por el kirchnerismo.
El jefe de este bloque, Hector Recalde, prefiere no hablar de fractura ni de traición.
«Yo no lo llamo fractura, es un desprendimiento. Jamás calificaría a los compañeros de traidores pero creo que se han equivocado profundamente», dice.
«¿Sabe quién aplaude? El gobierno aplaude. No es cierto que estar dentro del bloque era obedecer, porque debatimos, y nadie nos ha mandado a hacer nada. Y me refiero a Cristina Fernández de Kirchner a quien consideramos nuestra líder».
Hoy, en el peronismo, conviven las viejas lealtades con vertientes más rupturistas que proponen una modernización.
Desde la periferia pero con fundamental gravitación aparece Sergio Massa y su Frente Renovador, que puso fin a la hegemonía kirchnerista al derrotar al entonces gobierno desde afuera como candidato a legislador en 2013 y fue tercero en las últimas elecciones presidenciales.
Desde adentro, asoma el gobernador de Salta, Juan Manuel Urtubey, quien ya expresó apetencias presidenciales a un mes de la derrota y a pesar de mostrarse amigable con el nuevo gobierno.
Urtubey, sin medias tintas, no temió hurgar en un tema que era tabú y habló del estigma del peronismo, desatando la polémica.
«En la Argentina desde que existe el peronismo ningún gobierno de otro signo logró terminar su mandato. Hay una responsabilidad concurrente del peronismo, de no haber afianzado la institucionalidad».
–¿Concretamente lo que usted dice es que el peronismo actuó para lograr que terminaran antes de tiempo los gobiernos de signo diferente? -le preguntó BBC Mundo.
-Indudablemente no hubo la colaboración que debiera haber habido para que las cosas salieran bien porque si no, no hubieran pasado las cosas que pasaron.
–Para usted entonces, ¿el peronismo fue destituyente o golpista en democracia?
-No. Podría decir intolerante, nada más. Significaría un verdadero «upgrade» en la política argentina un peronismo que se pare en un rol de oposición responsable pensando en un futuro donde pueda decir ‘no soy tu única opcion, soy la mejor’.
Jose Luis Gioja discrepa con la idea del estigma.
«En el Peronismo no volteamos gobiernos, sino que nos ponemos al frente de la protesta callejera de los más necesitados», dice.
«Le voy a decir más, ¡estamos hartos de helicópteros!», afirma contundente en referencia a la imagen de la aeronave que partió de la terraza de la Casa Rosada evacuando al presidente De La Rúa luego de su renuncia en 2001.