«La comunidad internacional ya percibió que el proceso que busca la destitución de Dilma Rousseff no pasa de un golpe», sostuvo el ex mandatario.
El ex presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva aseguró que la comunidad internacional «ya percibió» que el proceso que busca la destitución de la mandataria Dilma Rousseff «no pasa de un golpe».
En un video publicado en el canal de Youtube del Instituto Lula, el ex jefe de Estado dijo que «no se puede jugar con la democracia» y pidió a los diputados, que esta mañana iniciaron la primera de las tres sesiones en que decidirá si el trámite para un juicio contra Rousseff llega al Senado, que piensen «con mucha serenidad».
«Una cosa es diverger del gobierno, criticar los errores y reclamar más diálogo y participación (…) Otra cosa es embarcar en aventuras, creyendo en el canto de sirena de quienes se sientan en la silla antes de hora», señaló.
El ex presidente remarcó que «quien traiciona un compromiso sellado en las urnas no sustentará acuerdos hechos en las sombras», ya que, en su opinión, «nadie conseguirá gobernar un país de 200 millones de habitantes, una de las mayores economías del mundo, si no tiene la legitimidad del voto popular».
Lula insistió en que «derrumbar un gobierno electo democráticamente sin que haya un delito de responsabilidad», que la Constitución brasileña recoge como uno de los motivos para la destitución de un mandatario, «no arreglará nada» sino que, por el contrario, «sólo agravará la crisis» que atraviesa el país.
«Brasil precisa paz y estabilidad para retomar el camino del desarrollo», recalcó.
El ex mandatario también advirtió de que «el esfuerzo» que tuvo que hacer Brasil para «ser reconocido como un país serio, con instituciones sólidas y confiables», puede ser «tirado a la basura por un paso en falso, no meditado, el próximo domingo», cuando el pleno de los Diputados votará si el proceso pasa al Senado.
La Cámara alta será la que tenga la última palabra y decida si se abre el juicio político contra Rousseff, lo que, de producirse, obligaría a la presidenta a separarse del cargo durante 180 días, plazo que tendría esta institución para resolver el proceso.
Lula fue nombrado ministro de la Presidencia el pasado mes y, aunque su designación está suspendida por el Tribunal Supremo, se encuentra embarcado en una ofensiva política para recabar los apoyos necesarios y garantizar la permanencia de Rousseff, que cada día pierde respaldo entre sus aliados.
«Derrotado el impeachment (juicio político), ya el lunes, independiente de cargos, estaré empeñado, junto a la presidenta Dilma, en que Brasil tenga un nuevo modo de gobernar», continuó.
«En la próxima etapa, usaré mi experiencia de expresidente para ayudar en la reconstrucción del diálogo (…) Por eso, pido a todos que confíen en mi palabra y mantengan la defensa de la democracia», agregó.