El candidato pertenece a una generación que ha visto el ascenso y luego la normalización de la extrema derecha. Era pasante en la embajada de Francia en Nigeria cuando se enteró de que Jean-Marie Le Pen, padre de Marine, había clasificado inesperadamente para las elecciones presidenciales de segunda vuelta contra Chirac el 21 de abril de 2002.
En agosto de 2014, mientras Emmanuel Macron andaba en bicicleta por la costa norte de Francia cerca de Le Touquet, donde su esposa tiene una casa, recibió una llamada del Palacio del Elíseo. Dos meses antes, había tenido una disputa con el presidente socialista François Hollande, quien se había negado a darle a su consejero económico de 36 años un trabajo ministerial tras una reorganización del gobierno. Con la intención de dejar la política en el pasado, Macron dimitió para crear una empresa en el sector de la educación.
«Preferí estar solo, ser empresario y enseñar», recuerda en su libro Revolución. «No pensaba volver».
Pero ese día de verano, su antiguo jefe le ofreció el ministerio de Economía, un puesto que los presidentes Valéry Giscard d’Estaing, Jacques Chirac y Nicolas Sarkozy habían desempeñado antes de él. Así que Macron regresó.
El nombramiento fue uno de los muchos momentos de suerte que han llevado a este novato político tan cerca de la presidencia. Macron ganó la primera ronda de las elecciones presidenciales con un 24 por ciento de los votos, frente a Marine Le Pen, la líder de extrema derecha que enfrentará en una segunda vuelta el 7 de mayo.
Liderando un naciente movimiento político llamado En Marche!, el cual insiste no es de derecha ni de izquierda, ha pulverizado a un partido socialista dividido y eliminado al candidato republicano de centro-derecha François Fillon, que sigue envuelto en un escándalo de malversación de fondos. En un país hipnotizado por el espectáculo de la decadencia nacional y traumatizado por los ataques terroristas islamistas, Macron ha optado por llevar a cabo una campaña optimista prometiendo reformas económicas de gran alcance. Y si las encuestas de opinión son correctas, será elegido presidente con alrededor del 60 por ciento de los votos en la segunda vuelta, dejando atrás a la ola populista que llevó a Donald Trump al poder en EEUU y que impulsó el apoyo para el Brexit en el Reino Unido.
El ascenso de Macron ha sido uno de éxito académico y particular sincronización. Creció en una familia de clase media en la tranquila ciudad norteña de Amiens. En la escuela, el rubio de ojos azules «Manu» era un nerd, a menudo permanecía en el aula para charlar con los profesores. Conoció a su futura esposa, Brigitte Trogneux, 24 años mayor que él y madre de tres hijos, en un liceo católico privado donde enseñaba teatro y literatura. Se casaron en 2007.
Sus amigos de la universidad de París recuerdan a un estudiante con una vida intelectual rica. Además de la ENA, la institución de élite que prepara a los altos funcionarios, sus años formativos incluyeron una maestría en filosofía y un periodo como asistente del filósofo Paul Ricoeur. Su encuentro con Michel Rocard, el fallecido primer ministro reformista socialista, moldeó su pensamiento político liberal.
«De Rocard, adoptó la creencia de que el Estado tiene un papel que desempeñar en la economía, pero no puede hacerlo todo; que se necesitan implementar políticas pro-empresariales antes de realizar una redistribución; y que los beneficios no son lo suficientemente eficaces para corregir las desigualdades», dice Marc Ferracci, Economista de Sciences Po y amigo de Macron.
El candidato pertenece a una generación que ha visto el ascenso y luego la normalización de la extrema derecha. Era pasante en la embajada de Francia en Nigeria cuando se enteró de que Jean-Marie Le Pen, padre de Marine, había clasificado inesperadamente para las elecciones presidenciales de segunda vuelta contra Chirac el 21 de abril de 2002.
Seis años más tarde, Macron se incorporó a Rothschild, el banco de inversión, por recomendación de un poderoso ex alumno de ENA. Se ganó el respeto de sus colegas y €2.9 millones de euros por su papel asesorando a Nestlé en su adquisición de una unidad de Pfizer valorizada en US$12,000 millones en 2012. En su tiempo libre, ayudó a la campaña para la nominación presidencial socialista de Hollande, antes de que el favorito, el ex jefe del Fondo Monetario Internacional, Dominique Strauss-Kahn, se retirara después de ser detenido en Nueva York en 2011.
Para el verano de 2015, se había convertido en una figura popular y un enemigo de su propio lado, golpeando regularmente a la semana laboral de 35 horas, el impuesto sobre la riqueza y los privilegios de una casta de políticos y economistas. Después de las dolorosas negociaciones para aprobar un proyecto de ley de desregulación en el parlamento, Macron comenzó a planificar un nuevo partido, como recuerda Jean Pisani-Ferry, asesor económico del candidato. «Estaba frustrado», dice Pisani-Ferry.
«Los diputados del centro-derecha le decían: ‘Me gusta tu ley, pero no puedo apoyarla, lo siento'». Los diputados socialistas rebeldes, mientras tanto, se opusieron a la ley porque era demasiado derechista.
Éste fue el momento en que Macron «firmó un contrato de trabajo a largo plazo con la providencia», dice Alain Minc, empresario y asesor político. Macron empezó En Marche! en abril del año pasado, renunció al gobierno en agosto y anunció su candidatura presidencial en noviembre.
Una serie de acontecimientos imprevistos le abrieron espacio en el centro político: Fillon, un admirador de Margaret Thatcher, ganó la primaria republicana contra el favorito Alain Juppé; un mes más tarde, el Presidente Hollande decidió no postularse para reelección; Benoît Hamon, un izquierdista que se había opuesto a las reformas del mercado de trabajo de Macron, ganó la nominación al Partido Socialista en enero; ese mismo mes, el escándalo de «Penelopegate» estalló, socavando la candidatura presidencial de Fillon.
«La intuición del Sr. Macron fue inmejorable, él evaluó la situación de la manera correcta», señala Pascal Lamy, ex jefe de la Organización Mundial del Comercio, y un amigo. «Y después aprovechó su oportunidad».