El 19 de septiembre de hace casi 32 años, a las 07.17 de la mañana, la mayoría de los ciudadanos estaban preparándose para ir a trabajar o a los centros escolares cuando les sorprendió el terremoto de magnitud 8,1 en la escala de Richter que asoló la capital del país.
Millones de mexicanos revivieron con el terremoto de anoche, de magnitud 8,2 en la escala abierta de Richter, el mayor registrado con sismógrafos en la historia del país, el gran sismo del 19 de septiembre de 1985, que marcó un antes y un después al causar más de 10.000 muertos.
Aquel día de septiembre de hace casi 32 años, a las 07.17 de la mañana, la mayoría de los ciudadanos estaban preparándose para ir a trabajar o a los centros escolares cuando les sorprendió el terremoto de magnitud 8,1 en la escala de Richter que asoló la capital del país.
Miguel Ángel Ortíz estaba en la escuela Conalep de la calle Humbolt de la Ciudad de México cuando el edificio se le cayó encima, atrapando y matando a decenas de compañeros. Él estuvo un día enterrado hasta que lo rescataron.
«En momentos así uno se acuerda mucho de lo vivido en aquel entonces, nos preocupamos mucho», contó a Efe minutos después del terremoto registrado casi a medianoche y que le sorprendió en su casa de la capital, en la cama, e hizo que se levantara sobresaltado.
Abel Torres también estuvo enterrado bajo las ruinas de la escuela, en su caso 72 intensas y dramáticas horas, y cada vez que hay un sismo se acuerda de lo vivido.
«Esta vez yo no lo sentí tan fuerte porque estoy en una zona de la ciudad muy sólida, pero no deja de asustar un poco, ha sido muy largo y fuerte, lo he notado durante más de treinta segundos», relató a Efe.
Él escuchó la alarma sísmica y, como mandan las instrucciones preventivas, se situó debajo del marco de la puerta, respiró y esperó a que la tierra dejara de temblar. Después, el protocolo de rigor: llamar a los familiares para comprobar que todos estén bien.
Rodrigo Pérez, quien vive en el sur de la capital mexicana, también escuchó la alerta, igual que en la tarde de ayer, cuando sonó, pero fue una falsa alarma.
El sistema de alerta fue instalado en postes de numerosas calles capitalinas para prevenir daños mayores y son muchos los ciudadanos que se quejan de su falta de efectividad o de sus fallos, que hacen que después, cuando suena, la gente no lo tome tan en serio.
«Ya hace mucho tiempo que no temblaba, era lógico que iba a temblar pronto. Me puse tan nervioso que no encontraba la llave», explicó a Efe. Sintió cómo crujieron las paredes de su casa y que la estructura se movió muy fuerte durante «un tiempo muy largo».
Pérez también vivió el temblor de 1985 -que según cifras extraoficiales dejó 45.000 muertos-, aunque no lo sintió porque, a sus siete años, iba en el autobús escolar y los amortiguadores pararon el efecto. «Solo recuerdo que la gente salía como loca de los coches y que gritaban», relató.
Desde entonces los habitantes de la capital «cambiaron la mentalidad», aunque es necesario que no bajen la guardia. «Hay que estar entrenado, alerta cuando escuchas la alarma, no pensar que es un juego y salir», señaló.
Los habitantes de Ciudad de México están acostumbrados a los temblores periódicos y por eso hoy no cundió el pánico en el Auditorio Nacional, donde se presentaba el cantante Alejandro Fernández.
Al sentir que la estructura del templo de la música de Latinoamérica comenzaba a moverse fueron muchos los que se levantaron de su asiento y salieron del recinto de forma controlada.
«Sonaba la última canción y en ese momento se empezó a sentir el temblor, que todo se estaba moviendo y que duraba mucho tiempo, por lo menos un par de minutos, por lo que la gente se empezó a levantar y salir», explicó Mario Almaguer, asistente al evento.
El Paseo de la Reforma, donde está ubicado el Auditorio, así como numerosas avenidas de la capital, comenzaron a llenarse de gente asustada, que comentaba lo sucedido, mientras los medios de comunicación no paran de publicar vídeos que atestiguan los fuertes movimientos.
Esta será una noche larga para Samadeni Montero, quien vive en el municipio de Pijijiapan, a 80 kilómetros de la ciudad de Tonalá (Chiapas), que ha sido de las más afectadas. Horas después del gran terremoto no ha parado de temblar y ella ha salido al patio de la casa con su familia.
«Estaba dentro de la casa acostada y empezó a sentirse el movimiento, pensamos que iba a ser pasajero, pero se puso más y más fuerte y lo primero que hice fue agarrar a mi niña», señaló.
«Los cables comenzaron a moverse, se fue la luz y el cielo se puso muy feo, como rojo», contó a Efe, todavía asustada, esta mujer que hoy planea dormir al raso, esperando que la tierra se tranquilice.