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El factor AfD: La ultraderecha se abre paso en Alemania

El factor AfD: La ultraderecha se abre paso en Alemania

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«No lamento haber fundado AfD, lamento en lo que se ha convertido», ha repetido en más de una ocasión el catedrático Bernd Lucke, cofundador de esta formación que en un principio surgió como galvanizadora del descontento de muchos contribuyentes alemanes con los millonarios rescates europeos, pero que terminó derivando en un partido antiinmigración que ha situado en la primera línea del debate conceptos como la identidad alemana o la amenaza del islam.


«Si la crisis de refugiados de 2015 no hubiese tenido lugar, para mí hubiese sido muy complicado decidir a qué partido apoyar en estas elecciones», confiesa Florian, abogado berlinés de 39 años que el próximo 24 de septiembre votará a Alternativa para Alemania (AfD).

Su testimonio ilustra a la perfección cuál es la savia que ha alimentado a un partido etiquetado como de ultraderecha y populista con tintes xenófobos que, con su discurso mordaz, ha marcado la agenda política alemana de los dos últimos años y aspira a desembarcar en el Parlamento como tercera fuerza.

Este socio de un bufete ubicado en el centro de la capital alemana, prefiere no revelar su verdadera identidad y se presenta con un nombre común que le permita zafarse de posibles sinsabores futuros.

«Ha habido casos de personas que han visto como su negocio se ha ido al traste por decir claramente que sintonizaban con AfD. Esto me recuerda un poco a los tiempos de la extinta República Democrática Alemana (RDA), cuando mucha gente pensaba algo totalmente diferente de lo que expresaba en público», señala.

En este partido que vio crecer su legión de seguidores en plena llegada de unos 900.000 peticionarios de asilo a Alemania y cuyo programa pregona el fin de una «migración masiva desordenada», la natalidad para «el mantenimiento del pueblo alemán» y la salida de Alemania de la eurozona, el perfil de votantes es muy diverso.

Se trata, dicen los expertos, de una formación transversal que no se ajusta al eje izquierda-derecha en el que tradicionalmente se ha dividido el tablero político.

«AfD logró encontrar otros temas que estaban dando vueltas en el imaginario colectivo alemán», explica el politólogo argentino Franco Delle Donne, autor junto al periodista español Andreu Jerez del libro «El retorno de la ultraderecha a Alemania», recién publicado.

En su opinión, la clave del éxito de la formación radica en la articulación de un discurso que empezó a atraer al grupo de personas que se sentían defraudadas por los partidos tradicionales, que se identifican en cuatro perfiles fundamentales.

«Se cree los nacionalistas o la extrema derecha constituye el grupo dominante en AfD pero es un error. Éstos son solamente una parte y es una parte relativamente pequeña», recalca Delle Donne.

El resto del electorado de la formación lo conforman los votantes conservadores desilusionados con la gestión de crisis de refugiados de Angela Merkel, los euroescépticos, y aquéllos que se refugiaban en el abstencionismo y que reconocen a Alternativa para Alemania como la expresión de su descontento con la política tradicional.

«Hasta ahora dejaba en manos de los demás la elección porque siempre he estado relativamente satisfecho», declara Oliver, un mozo de almacén de una pequeña localidad de Brandeburgo (cercana a Berlín) que abandonó los estudios siendo adolescente y que votará este domingo por primera vez en unas elecciones a sus 32 años.

«A pesar de que AfD en sí no me gusta y de que no quiero un Gobierno de ultraderecha como hay en Polonia, creo que es el único partido que plantea una alternativa en relación a un tema tan importante como la inmigración incontrolada», sostiene, atrapado en un dilema.

«Sé que algunos amigos de amigos preguntan, pero ¿es verdad que vota a AfD? Pero ¿en serio?», relata por su parte Florian, que a renglón seguido apunta que cuando uno lee el programa electoral de AfD «no suena tan mal como lo presentan los medios de comunicación alemanes».

«AfD no dice que las fronteras deban cerrarse, sino que quien está siendo perseguido debe tener derecho a recibir asilo. Se ajusta a lo que estipula la ley y a la política que hasta 2015 defendía la Unión Cristianodemócrata (CDU) de la señora Merkel», alega.

El jurista, antiguo votante del partido La Izquierda (formación que aúna poscomunistas y a socialdemócratas desencantados), cree que, con Angela Merkel al mando, Alemania asumió demasiados «riesgos innecesarios» en los últimos años, tanto durante los rescates europeos como durante la crisis migratoria.

«Decidió en solitario acoger a los refugiados y después ella misma lo calificó como el mayor desafío de Alemania desde de la reunificación del país. Pero tenemos un Parlamento y para desafíos tan grandes debería ser necesaria una legitimación democrática», insiste.

Una encuesta publicada este domingo, a una semana de las elecciones, revelaba que un 58 por ciento de los alemanes cree que la política de Merkel explica el auge de la ultraderecha en el país.

«No lamento haber fundado AfD, lamento en lo que se ha convertido», ha repetido en más de una ocasión el catedrático Bernd Lucke, cofundador de esta formación que en un principio surgió como galvanizadora del descontento de muchos contribuyentes alemanes con los millonarios rescates europeos, pero que terminó derivando en un partido antiinmigración que ha situado en la primera línea del debate conceptos como la identidad alemana o la amenaza del islam.

«AfD demostró que la política tiene que cambiar en su forma de acercarse a la gente y a la hora de elaborar la agenda de temas», analiza Delle Donne.

En sus poco más de cuatro años de vida, AfD ha logrado conquistar 13 de 16 parlamentos regionales. Si los sondeos no se equivocan, desembarcará también a nivel nacional, por lo que por primera vez desde 1961 entraría en el Bundestag una agrupación ultranacionalista.

«Muchos medios y políticos no acaban de entender que el problema no era AfD, el problema es que dejaron espacio para que apareciera AfD y muchos de ellos todavía no lo reconocen», concluye el politólogo argentino, que entiende que el partido ha dejado de ser un fenómeno pasajero para hacerse un hueco y quedarse.

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