Aunque en 1991 se fabricó la último unidad, nunca abandonó el corazón de los ciudadanos de la Alemania comunista y hoy goza de un status de culto, al punto que ahora es habitual ver circular a turistas en procesión en estos vehículos en la capital alemana en lo que se conoce como «Trabi-Safari».
El legendario minicoche Trabant, símbolo de la Alemania comunista, cumple 60 años este martes reducido prácticamente a una pieza de coleccionista para los nostálgicos y como una atracción turística en ciudades como Berlín.
Había que esperar una media de doce años de lista de espera para conseguir uno, pero después se usaba durante más de dos décadas. Era compacto y ligero y su sencillez técnica iba de la mano de su durabilidad.
Los ciudadanos de la extinta República Democrática Alemana (RDA) y su «Trabi», fabricado en la ciudad sajona de Zwickau, forjaron desde el primer momento una historia de amor para toda la vida.
Hacía mucho ruido, era muy contaminante, traqueteaba, pero con un poco de suerte llevaba eficazmente a su propietario a su destino. Tan eficaz que hoy, 60 años después de que saliera el primero al mercado -el modelo «P50»-, aún hay más de 33.000 vehículos de este tipo en las carreteras alemanas.
Durante toda su vida, el Trabant, cuyo nombre se eligió a través de una encuenta y que significa en alemán satélite (como la palabra rusa Sputnik) y también acompañante, apenas cambió algunos aspectos estéticos o técnicos. Sus dueños los cuidaban al máximo debido a los largos tiempos de espera para poder comprar uno.
Sin embargo, la caída del Muro de Berlín, en 1989, y la posterior reunificación alemana supuso su final ante la llegada de los modernos automóviles del oeste. Numerosos «Trabis» fueron abandonados a su suerte.
En 1991 se fabricó el último ejemplar, pero el «Trabi» nunca abandonó el corazón de los ciudadanos de la Alemania comunista y hoy goza de status de culto. Algunos vieron un filón turístico y ahora es habitual ver circular a turistas en procesión en estos vehículos en la capital alemana en lo que se conoce como «Trabi-Safari».
El renacer del coche con un motor de dos tiempos, símbolo del socialismo y de la economía comunista, también hizo florecer el negocio de las piezas de repuesto para un auto del que hasta el año 1991 se fabricaron cerca de tres millones de unidades.
Frank Hofmann, dueño de una empresa que se encarga de comerciar online este tipo de piezas que se producen en pequeñas series, es consciente de la pasión que aún despierta este vehículo.
Cuando comenzó con su empresa en 2003 muchos le auguraron un rápido final, recuerda. «Entonces eramos dos y tres cajas de cartón llenas de piezas en el sótano». Hoy vende 1.500 artículos que van desde pequeños tornillos hasta el motor completo del «Trabi», con los que llena tres almacenes y da trabajo a ocho personas.
«El Trabant es lo opuesto a nuestro mundo mecanizado de hoy en día», indica. Se necesitan pocos conocimientos para reparar uno mismo este automóvil de culto, porque se construyó de manera muy sencilla técnicamente, explica.
El interés por este tipo de automóvil va más allá de las fronteras alemanas, confirma Hofmann. Los paquetes con partes del Trabant se envían a Inglaterra, Bélgica, Hungría, Rusia, Australia y Estados Unidos.
Tan pronto como Hofmann gira la llave de su modelo P 601 el recuerdo de tiempos pasados vuelve a florecer. El familiar martilleo y el denso humo de su tubo de escape sólo puede ser de un vehículo, de un «Trabi».