La agencia espacial estadounidense lanzó su nuevo y gigantesco cohete lunar, el Sistema de lanzamiento espacial (SLS por sus siglas en inglés), con el objetivo de sentar las bases para una presencia humana sostenible en la superficie de la Luna y avanzar en el camino hacia misiones tripuladas al planeta rojo, Marte.
La agencia espacial estadounidense lanzó su nuevo y gigantesco cohete lunar, el Sistema de lanzamiento espacial (SLS por sus siglas en inglés), con el objetivo de sentar las bases para una presencia humana sostenible en la superficie de la Luna y avanzar en el camino hacia misiones tripuladas al planeta rojo, Marte.
El SLS es el vehículo más potente jamás desarrollado por la NASA y es la base de su programa Artemis, que pretende volver a poner personas en la superficie lunar tras 50 años de ausencia.
El cohete despegó del Centro Espacial Kennedy a las 01:48 horas, después de superar los contratiempos técnicos y meteorológicos que han obligado a aplazar el despegue en tres ocasiones desde finales de agosto.
Su misión es impulsar una cápsula de prueba, llamada Orión, lejos de la Tierra.
Esta nave espacial dará una vuelta alrededor de la Luna en un gran arco antes de volver a casa para aterrizar en el océano Pacífico el 11 de diciembre.
Orión no lleva tripulación, pero si todo el hardware funciona satisfactoriamente, los astronautas subirán a bordo para una futura serie de misiones cada vez más complejas, a partir de 2024.
En esta ocasión, el asiento del comandante en Artemis I está ocupado por un «moonikin» (del inglés «Luna» y «maniquín») que lleva el nombre de Arturo Campos, quien fue clave para traer el Apolo 13 de regreso a la Tierra de manera segura.
El papel de Campos es probar el mismo traje espacial que usarán los astronautas de Artemis durante el lanzamiento, la entrada y otras fases dinámicas de sus misiones.
«Todo lo que estamos haciendo con este vuelo Artemis I, lo estamos viendo a través de la lente de lo que podemos probar y lo que podemos ver que reducirá el riesgo para la misión tripulada Artemis II», explicó el astronauta de la NASA Randy Bresnik.
En 1969, cuando Neil Armstrong y Buzz Aldrin dieron sus primeros pasos en la Luna, inauguraron una era dorada de la exploración espacial. El programa Apolo transformó nuestra visión del planeta y de nosotros mismos.
Ahora, 50 años después, la Luna vuelve a estar en el punto de mira de la humanidad. Y para aquellos que nunca pudieron presenciar las misiones Apolo por sí mismos, la esperanza es que Artemis inspire a una nueva generación.
«Las nuevas misiones serán diferentes. La NASA tiene previsto hacer aterrizar en la Luna a la primera mujer y a la primera persona de color, demostrando que la exploración espacial está abierta a todo el mundo. Y la superficie lunar es sólo el comienzo. La ambición de la Nasa va aún más lejos: sus miras están puestas en Marte. Y eso sí que será un gran salto para experimentar», indica la analista de ciencia de la BBC Rebecca Morelle.
El SLS lanzó 39,1 meganewtons de empuje desde la plataforma, lo que supone cerca de un 15% más que los cohetes Saturno V que enviaron a los astronautas del Apolo a la Luna en los años 60 y 70.
Dicho de otro modo, los motores del SLS podrían impulsar el equivalente a casi 60 aviones supersónicos Concorde en el despegue.
Decenas de miles de personas acudieron a los alrededores para presenciar el lanzamiento.
«Este cohete será más grande, más ruidoso y más impresionante que cualquier otro que se haya visto antes», indicó Lorna Kenna, vicepresidenta del Grupo de Operaciones Espaciales Jacobs, uno de los principales contratistas del centro espacial Kennedy.
«No hay nada como sentir el sonido, no solo oírlo, sino sentir que te inunda», apuntó.
En realidad, el principal desafío de la misión llega justo al final de la misma, cuando vuelva a la Tierra.
La principal preocupación de los ingenieros es ver si el escudo térmico de Orión resistirá las temperaturas extremas que encontrará en la reentrada a la atmósfera terrestre.
Orión entrará muy rápido: a 38.000 km/h, es decir, 32 veces la velocidad del sonido.
«Incluso el carbono reforzado que protegía el transbordador sólo podía resistir unos 3.000 grados Fahrenheit (1.648 grados Celsius)», explicó Mike Hawes, director del programa Orión del fabricante aeroespacial Lockheed Martin.
«Ahora, estamos llegando a más de 4.000 grados Fahrenheit (2.200 grados Celsius). Hemos vuelto al material ablativo del Apollo llamado Avcoat. Está en bloques con un relleno de huecos, y probarlo es una gran prioridad», agregó.
Este vuelo supone gran momento no sólo para la NASA, sino también para la Agencia Espacial Europea.
La ESA ha proporcionado el módulo de servicio para Orión. Se trata de la sección trasera que empuja la cápsula por el espacio. Con esta contribución, Europa espera que se permita incluir a sus ciudadanos en futuros viajes a la superficie de la Luna.
Actualmente se están planificando misiones hasta Artemis IX.
Si todo va según lo planeado, en 2025, Artemis-3 será el primer alunizaje desde la misión Apolo 17, en 1972. La misión también incluirá a la primera mujer astronauta y la primera persona negra en llegar a la Luna.
Llegado ese punto, los astronautas deberían disponer de hábitats y vehículos itinerantes en la Luna.
Pero, en última instancia, la misión Artemis es considerada como un camino de pruebas para llevar gente a Marte.
«El calendario para ello lo fijó el presidente estadounidense (Barack) Obama. Habló de 2033», recordó el administrador de la Nasa, Bill Nelson.
«Cada administración sucesiva ha apoyado el programa y el calendario realista que me han pasado ahora habla de finales de la década de 2030, quizá 2040».