Muchas cosas han cambiado en el mundo desde el 24 de febrero de 2022 cuando el ejército ruso invadió a su vecino país. A un año del inicio de la guerra, el conflicto es el más grave en Europa tras la Segunda Guerra Mundial. Hoy la posibilidad de una conflagración nuclear asoma como una amenaza cercana, hay un nuevo alineamiento geopolítico mundial y la crisis económica se profundizó. Las declaraciones del presidente ruso Vladimir Putin de usar “armas atómicas” surge como un un fantasma de enfrentamientos pasados. “Las amenazas nucleares por parte de Rusia son una consecuencia significativa de la guerra, en el sentido de que en el pasado las potencias nucleares generalmente se abstuvieron de ser tan explícitas. Occidente debe tomar en serio tales amenazas y responder si un ataque ocurriera”, señala Sean Barnett, analista de defensa de Rand Corporation, “think tank” vinculado al Pentágono.
Toda guerra por sí misma es una tragedia y deja consecuencias. Aparte de los miles de muertos, heridos, desplazados y destrucción que generan, los conflictos bélicos conllevan cambios geopolíticos, económicos y sociales importantes y muchas veces irreversibles. Así lo demuestran las confrontaciones en la historia, y en la era moderna podemos remitirnos a la Primera y Segunda guerras mundiales, y las contiendas en Corea, Vietnam, Medio Oriente, Los Balcanes, Afganistán, entre muchas otras.
Hoy la atención se centra en lo que ocurre en Ucrania –la más grave conflagración militar en Europa desde la II Guerra Mundial–, que fue invadida por Rusia el 24 de febrero del año pasado, cuando el líder del Kremlin, Vladimir Putin, ordenó una “Operación Especial” para obligar a dicho país a no adherir a la OTAN y reconocer la anexión de Crimea y la independencia de las regiones separatistas pro rusas de Donetsk y Lugansk, en la región fronteriza del Donbás, en el este. Ucrania rechaza estas pretensiones y, con apoyo militar de Occidente, está presentando una fuerte resistencia armada, que ha significado implacables respuestas rusas que han dejado, según la ONU, unos ocho mil civiles ucranianos muertos.
Pero, ¿cuáles son las principales secuelas que deja esta guerra a un año de su inicio?
La amenaza del presidente Putin de usar “armas atómicas” si la integridad territorial de Rusia se ve amenazada es, según los expertos, un recordatorio que el fantasma de un “Argamedón nuclear” vuelve a estar presente, tal como en la crisis de Cuba de octubre de 1962 entre Estados Unidos y la Unión Soviética.
“Las amenazas nucleares por parte de Rusia son una consecuencia significativa de la guerra, en el sentido de que en el pasado las potencias nucleares generalmente se abstuvieron de ser tan explícitas. Occidente debe tomar en serio tales amenazas y responder si un ataque ocurriera”, señala Sean Barnett, analista de defensa de Rand Corporation, “think tank” vinculado al Pentágono.
“Un error de cálculo que resulte en una guerra nuclear es el riesgo mayor ahora y podría ser el acontecimiento más grave”, añade Ted Galen Carpenter, experto en defensa del Cato Institute en Washington.
La invasión de Putin amenaza con desestabilizar a toda la región del mar Báltico y del resto de Europa, involucrar a Bielorrusia en la guerra, y todo esto ha llevado a países vecinos de Rusia a buscar su ingreso a la OTAN y la Unión Europea (UE) básicamente por razones de seguridad. Suecia y Finlandia han pedido ser pronto parte de la Alianza Atlántica, en un hecho histórico porque estas naciones han sido neutrales en casi todas las guerras.
“Si Rusia hubiera logrado derrotar rápidamente a Ucrania, entonces habríamos visto el declive geopolítico de Estados Unidos y Occidente, y el ascenso de Rusia y China. Tal como están las cosas, podemos vislumbrar el aumento del poder chino, pero no del ruso”, añade Mark N. Katz, cientista político de la George Mason University, en EE.UU.
Pero el cambio geopolítico se está produciendo a nivel global con nuevas visiones acerca del futuro inmediato, porque a raíz de la actitud de Rusia, diversos países observan también una peligrosa expansión de la influencia China.
“Japón está respondiendo a Rusia de manera similar a varios estados europeos, mientras observa a China. Corea del Sur, Filipinas, Australia y Taiwán, entre otros países, han tomado nota del actual escenario. Están reevaluando lo que necesitan tener y con quién deben consolidar alianzas para proteger sus propios intereses”, manifiesta Dakota Wood, experto en programas de defensa de Heritage Foundation.
Galen Carpenter añade que “el fortalecimiento de una estrecha relación estratégica y económica entre Beijing y Moscú es otro cambio crucial en el sistema internacional”.
Esto pese a que China ha evitado involucrarse en el conflicto armado. A todo lo anterior, hay que agregar un nuevo factor que contribuye a la internacionalización de la guerra en Ucrania: la intervención de una potencia extrarregional, del Medio Oriente, como Irán.
La guerra en Ucrania ha, sin duda, dañado las perspectivas de una recuperación económica pospandemia del Covid 19 para las economías emergentes y en desarrollo de todo el orbe, pero especialmente en Europa y Asia Central, según un informe del Banco Mundial.
El informe “Perspectivas Económicas Mundiales”, publicado el pasado 10 de enero, sostiene que el crecimiento mundial se está desacelerando marcadamente debido a la elevada inflación, el aumento de las tasas de interés, la reducción de las inversiones y las dificultades en el comercio. La fuerte ralentización del crecimiento será generalizada y se prevé que la economía mundial crecerá apenas un 1,7% este año y un 2,7% en 2024, y varios países podrían caer en recesión.
Mientras, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), con sede en París, estimó que el conflicto provocará una pérdida de 2,8 billones de dólares de ingresos mundiales en 2023.
A lo largo de la historia, las guerras las han ganado los países que aprovechan las nuevas capacidades y avances a su favor. Y en este conflicto, se están utilizando modernas tecnologías como drones, teléfonos y tecnología satelital, y Rusia letales misiles crucero y el caza Su 57 de última generación.
“El mayor desarrollo militar visto en la guerra en Ucrania ha sido el uso generalizado y efectivo de drones. Representan una capacidad de inteligencia, vigilancia y reconocimiento poderosa y flexible que todas las fuerzas militares tratarán de obtener y explotar”, puntualiza Barnett.
Cuando Putin lanzó su ofensiva, mandó a sus fuerzas de elite a capturar Kiev, la capital y la sede del poder ucraniano, derrocar al régimen del Presidente Zelensky, mientras otras unidades avanzaban por distintos sectores de Ucrania. Sus cálculos eran que el enemigo sería sometido en cuestión de semanas. Hasta ahora, el Ejército ruso ha perdido, según estimaciones estadounidenses, al menos 188 mil soldados, unos dos mil tanques, cientos de aviones y helicópteros, y no pudo capturar Kiev y sólo ha asegurado objetivos en la región del Donbás y al sur del país.
Según explicó a la prensa europea el ex coronel germano y hoy analista del Instituto Alemán de Asuntos Internacionales y de Seguridad (SWP) Wolfgang Richter, las fuerzas invasoras no previeron la resistencia ucraniana, no supieron adaptarse al escenario enemigo, y fallaron en operaciones militares como la planificación y la implementación de la cadena de reabastecimiento.
“Ucrania es un tipo diferente de guerra: la mayoría de estos conflictos fueron guerras de guerrillas o se convirtieron en ellas. Es probable que Ucrania se transforme en una guerra de armas combinadas en una escala mayor que otras conflagraciones”, sostiene Ivan Eland, analista de The Independent Institute’s Center on Peace & Liberty en California.
La guerra entra en su segundo año y, dado el actual escenario, no hay certezas de cómo ni cuándo podría culminar, con todo lo que ello implica.