Han pasado las 96 horas desde la desaparición del submarino Titán con cinco personas a bordo. Ese era el límite teórico para las reservas de oxígeno. Los guardacostas estadounidenses, sin embargo, mantienen la esperanza.
La vasta operación de búsqueda del sumergible Titán, desaparecido el domingo con cinco personas a bordo cuando se dirigía a los restos del Titanic en el Atlántico Norte, entra este jueves (22.06.2023) en una fase crítica ya que las reservas de oxígeno podrían agotarse en algunas horas. Los guardacostas estadounidenses se mantienen “optimistas”, pero la situación se vuelve cada vez más complicada para los pasajeros del pequeño sumergible de aguas profundas de la empresa privada OceanGate Expeditions, con oxígeno de emergencia para 96 horas.
“No sabemos cuánto durarán realmente en términos de niveles de oxígeno”, dijo a NBC News el investigador marino Simon Boxall, de la Universidad de Southampton. Todo lo que se sabe es que el punto crítico en el tiempo es “inminente”. Esas 96 horas pueden alargarse si los ocupantes consiguen ahorrar oxígeno. El anuncio el miércoles de la detección de ruidos bajo el agua por parte de aviones P-3 canadienses en la zona de búsqueda reavivó las esperanzas y orientó a la marina internacional de rescatistas enviada al lugar. Pero “no sabemos qué son los ruidos”, dijo a la prensa el portavoz del servicio de guardacostas estadounidense, el capitán Jamie Frederick.
Las comunicaciones con Titán se perdieron el domingo dos horas después de sumergirse hacia los restos del mítico transatlántico Titanic, a casi 4.000 metros de profundidad y a unos 600 km de la isla canadiense de Terranova, en el Atlántico Norte. A bordo viajaban el millonario británico Hamish Harding, presidente de la compañía Action Aviation; el paquistaní Shahzada Dawood, vicepresidente de Engro, y su hijo Suleman; el experto buceador francés Paul-Henri Nargeolet; y Stockton Rush, director general de OceanGate Expeditions, la compañía que opera el sumergible, y que cobraba 250.000 dólares por turista.
Cinco barcos, a los que hoy se suman otros cinco, dotados con sonares y equipos de alta tecnología, están peinando una superficie de unos 20.000 kilómetros cuadrados, aproximadamente el tamaño de El Salvador, y a una profundidad de casi cuatro kilómetros, mientras desde el aire, varios aviones surcan el cielo en busca de cualquier rastro del sumergible. El Pentágono anunció el envío de un tercer avión C-130 y tres C-17, mientras que el robot submarino Victor 6000 enviado por el Instituto Oceanográfico francés a bordo del Atalante se unió ya a la búsqueda.
En los últimos días salió a la luz un informe sobre las deficiencias de la seguridad de la nave. El exdirector de operaciones marinas de OceanGate Expeditions, la empresa fabricante, David Lochridge, despedido por haber cuestionado la seguridad del Titán, mencionó en una demanda judicial el “diseño experimental y no probado” del sumergible. Según él, un ojo de buey de la parte delantera del aparato fue concebido para resistir a la presión a 1.300 metros de profundidad, y no a 4.000 metros.
Todo el mundo conoce el peligro de la expedición, dijo Mike Reiss, guionista de televisión que visitó el pecio del Titanic en 2022, a la BBC. “Firmas un documento antes de subir y en la primera página se menciona la muerte tres veces”, aseguró, tras recordar que en la inmersión a aguas tan profundas “la brújula dejó de funcionar inmediatamente y empezó a dar vueltas”, lo que hizo que se tuvieran que mover a ciegas en la oscuridad del océano para buscar el trasatlántico hundido en su viaje inaugural entre la ciudad inglesa de Southampton y Nueva York en 1912, en el que murieron 1.500 de las 2.224 personas que viajaban a bordo.
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