La falta de agua se extiende por Sudamérica. Regiones de Uruguay, Argentina y Perú se han sumado a lo que ya ocurría en otros territorios tradicionalmente secos. Los gobiernos intentan dar soluciones y crear planes para la emergencia hídrica que amenaza a la agricultura, la ganadería y a la propia población. La ciudad turística de Cusco ya está con racionamiento.
Casi siempre el agua es protagonista principal del cambio climático: lluvias intensas, desborde de ríos y sequías son efectos directos de acciones humanas como la desforestación o el cambio en el cauce de los ríos. En los últimos meses los efectos de la sequía se han hecho sentir más que nunca y con mayor amplitud en Sudamérica. Regiones de Argentina, Perú y Uruguay sufren la falta de agua, poniendo en vilo a la población y a las actividades económicas.
El Informe AR6 del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC, 2023), estima, en la mayoría de regiones, un crecimiento en la superficie de terreno afectada por sequías extremas entre 2010-2019, con respecto a 1950-1959. “Subregiones como el noreste de América del Sur (costa de Brasil) y el oeste de la cuenca amazónica (Bolivia y Brasil) podrían experimentar hasta 6 meses de sequía. Explica que en el Río de la Plata, desde inicios de 2019, se detectó indicadores de una sequía severa en la parte alta de la cuenca (Río Paraguay – Brasil y Bolivia). En 2020, se incorporó a esta dinámica más territorio argentino y partes de Uruguay”, dice el informe.
Hoy, los efectos de la sequía se viven por igual en regiones muy distintas de Perú, Uruguay, Argentina.
Han pasado 60 días desde que los habitantes de Cusco, ciudad ubicada al sureste de Perú, tuvieron que ajustarse al racionamiento de agua ante la megasequía que afecta la localidad, debido a la baja del nivel en la laguna de Piuray.
Según declaró el presidente del directorio de la Empresa Municipal de Agua en la zona, Juan Figueroa, al diario El Comercio, de Perú, “este déficit hídrico se traduce en que el 37% de la población de la ciudad de Cusco, ubicada principalmente en el Centro Histórico y las zonas altas, se encuentra en riesgo”, debido al descenso de 0.50 cm diario registrado en promedio.
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La escasez de agua también ha golpeado con dureza a Uruguay: el 23 de junio, las autoridades del país decretaron emergencia hídrica tanto para la capital, Montevideo y zonas aledañas, puesto que su suministro de agua corriente ha sufrido afectaciones desde mayo a raíz de la incesante sequía.
Lo anterior ha impulsado que autoridades como el ministro de Ambiente uruguayo, Robert Bouvier, hiciera un llamado a la ciudadanía a cuidar el uso del elemento. “El agua no es infinita, que me parece que es lo que pensábamos hace un tiempo”, indicó, para anunciar que desde la cartera implementarán “una política integral que comprenda a las aguas subterráneas, las pluviales, y el uso en los riegos”.
Sin embargo, de acuerdo con un un grupo de expertos de la ONU en su carta al gobierno de Uruguay, “las empresas, incluidas las empresas estatales, tienen la responsabilidad de respetar los derechos humanos en todo momento y los estados tienen la obligación de garantizar la protección de este derecho al garantizar el acceso universal al agua potable segura, incluso durante emergencias”, y presentaron una postura crítica al acudir a la disminución de consumo de los hogares en contraste con lo que denominaron “riesgo de privatización (…), obligando a la población a comprar agua”.
El país trasandino no escapa a este escenario, con unas de las peores sequías en más de diez años. La Pampa -región que se caracteriza por sus pocas precipitaciones en el sector seco-, sin embargo, es una de las áreas geográficas que mayor provecho rinde a la economía argentina, por la producción de exportaciones agrícolas que genera.
Según el trabajo de la Atribución Meteorológica Mundial, entre los factores que han acarreado la reducción de las precipitaciones, el cambio climático no es el principal, mas sí ha tenido una incidencia en el alza de las temperaturas de áreas de Argentina, Uruguay e incluso Chile. Esto, señalan, ha disminuido el suministro de agua, lo que a su vez ha intensificado la sequía.
Hay cifras que disparan las alertas: según datos de la ONU emitidos este año, el número y la duración de las sequías han aumentado un 29% desde el año 2000. De la misma forma, las sequías son el 15% de las catástrofes naturales, provocando aproximadamente 650.000 muertes entre 1970 y 2019. En cuanto al ámbito económico, a nivel global se perdieron casi 124.000 millones de dólares ente 1998 y 2017, por la sequía.