“América Latina se ha convertido en el granero del mundo. En las dos últimas décadas, el valor de sus exportaciones agrícolas aumentó 500%. (…) Al mismo tiempo, alrededor de 28% de las personas sufren inseguridad alimentaria moderada o grave”, señala un artículo de la revista Americas Quarterly.
La última edición de la revista Americas Quarterly publicó como reportaje principal una extensa investigación del periodista estadounidense, John Otis, donde describe la llamada “paradoja alimentaria” de América Latina que afecta a millones de personas en la región.
El artículo explica que la tasa de inseguridad alimentaria en el continente es más alta que hace diez años, mientras que las exportaciones agrícolas han repuntado.
“América Latina se ha convertido en muchos sentidos en el granero del mundo. En las dos últimas décadas, el valor de sus exportaciones agrícolas aumentó 500%. (…) Al mismo tiempo, alrededor de 28% de las personas en América Latina y el Caribe sufren hoy de inseguridad alimentaria moderada o grave, lo que significa que carecen de acceso regular a suficientes alimentos saludables y nutritivos”, señala el artículo.
Es decir, 48 millones de personas adicionales sufren inseguridad alimentaria en comparación con hace una década.
En conversación con El Mostrador, Otis explica los factores detrás de esta “paradoja”, como el impacto de la pandemia, el alza de la inflación y el aumento en los niveles de pobreza. Y el por qué no ha sido una prioridad para los gobiernos de la región.
“Aunque hay suficiente comida, el problema principal es que la gente no tiene suficientes recursos económicos para comprar la comida y tener una dieta balanceada. Entonces eso es lo principal: la pobreza”, advirtió.
El reportaje también da cuenta del difícil momento por el que atraviesa Argentina, luego de las medidas de ajuste implementadas por el gobierno de Javier Milei, y rol de la red de bancos de alimentos, donde reciben comida a punto de vencer y distribuyen de manera gratuita a organizaciones comunitarias.
-¿Cuáles son los factores que explican esta paradoja, en una región donde las exportaciones agrícolas están en auge, pero al mismo tiempo la inseguridad alimentaria es mayor que una década atrás?
-Básicamente hay suficiente comida para todos. Hace como 50 años el debate mundial era que la población es muy grande y no va a haber suficiente comida para abastecer a toda la gente en el mundo. Eso al final no fue cierto por las nuevas tecnologías y la revolución agrícola. Pero lo que ha pasado en América Latina últimamente son varios factores.
Altibajos económicos y también el problema de la pandemia fue muy fuerte. La pandemia golpeó muy duro esta región y eso también llevó a ese fenómeno de las altas tasas de inflación. Y subió los niveles de pobreza.
Entonces, aunque hay suficiente comida, el problema principal es que la gente no tiene suficientes recursos económicos para comprar la comida y tener una dieta balanceada. Entonces ese es el principal problema, la pobreza.
-En el reportaje describes la situación por la que está pasando hoy día Argentina. De acuerdo a los últimos datos, el primer semestre del 2024 alcanzó cerca del 52%, algo bien significativo en la región. ¿Cómo viste en particular lo que está sucediendo en ese país con la inseguridad alimentaria?
-Es una de las razones por la cual decidimos visitar Argentina para hacer este reportaje. Argentina realmente es un granero, las exportaciones son enormes, pero a la vez han tenido muchos problemas económicos y el resultado de eso es que hay muchos barrios muy pobres.
Con la llegada del gobierno de Milei, él ha empezado a tratar de controlar gastos e imponer medidas de austeridad. No sabemos a largo plazo si eso va a funcionar o no, pero en el corto plazo ha llevado a mucha más miseria. Si el gobierno está cortando los subsidios para la luz, los subsidios para el transporte, la gente tiene que gastar más de su presupuesto en esas cosas y hay menos para la comida.
Visitamos varios sitios de la red de bancos de alimentos, donde reciben comida a punto de vencer de los supermercados, de las empresas, de los granjeros, de los campesinos, y distribuyen de manera gratuita a organizaciones comunitarias.
Uno piensa en Buenos Aires como una ciudad rica, pero hay muchos barrios muy pobres en los alrededores. Es un lugar turístico, pero a la vez hay sitios en terribles condiciones y ahí la gente realmente depende de esas organizaciones comunitarias para tener comida para sus hijos. Y lo interesante de investigar ese proceso de los bancos de alimentos, es que uno ve que hay mucho desperdicio de comida, muchos supermercados están botando un montón de comida.
-Esa es otra paradoja…
Exactamente, los bancos de comida tienen bodegas enormes llenas de comida que los supermercados no pueden vender, o que los campesinos no pueden vender. Muchas veces son frutas y verduras que están un poco feas, tienen un golpecito o algo, pero son perfectamente comestibles. Es otro de los problemas, en la cadena de abastecimiento hay muchas pérdidas. Se estima que la mitad de las frutas y verduras producidas en América Latina se va al basurero, justo por estas razones.
-¿Qué otros factores te llamaron la atención?
-Hay otras razones también para estos problemas. El cambio climático, por ejemplo, afecta a toda esta cadena, además hay mucha migración hoy día en América Latina, especialmente desde la pandemia.
Y cuando uno sale de su casa, sale de su hogar y va para otro país o incluso otra región dentro de su mismo país, muchas veces te desconectas de la red social que antes te daba algún tipo de beneficio. Entonces estás desconectado de eso y probablemente estás en un trabajo informal donde no recibes mucho sueldo, probablemente el sueldo es menos del mínimo. Son condiciones muy precarias.
También la guerra en Ucrania causó un gran aumento en el costo de los fertilizantes y eso aumentó el costo de la comida. Todo eso ha estado generando más inflación en los precios de la comida. Luchando contra esa inflación es más difícil comprar comida.
La otra cosa que me ha parecido muy interesante, es que América Latina es la zona donde el costo de una dieta sana es más alto que en cualquier otra parte del mundo. Eso quiere decir que quizás tú puedes comprar tortillas si estás en México y un par de otras cosas, pero no tienes con qué comprar huevos, verduras y tener una dieta balanceada.
Algo que es especialmente difícil en zonas apartadas, en la selva, en los pueblos montañosos, muy lejos. Ahí llega mucha comida ultra procesada que puede durar, no sé, cinco años en la tienda. Entonces ese es otro problema, porque además por la falta de una buena dieta balanceada, hay un problema de obesidad en América Latina. Las tasas de obesidad son más altas que las tasas de hambre. Eso me sorprendió.
-¿Qué pasa con las políticas públicas en relación a esta realidad? ¿Cómo ves el ámbito más político en la toma de decisiones?
-Básicamente no ha sido una prioridad. Excepto casos como Lula en Brasil, donde es la bandera de su gobierno y siempre está combatiendo la pobreza y el hambre. Pero en otros gobiernos realmente este tema ha sido relegado al segundo plano en muchos casos.
Si miramos un país como Perú, por ejemplo, hay mucha hambre y las tasas están subiendo, pero Perú ha sido un caos político. Han tenido siete presidentes en los últimos siete años. Eso quiere decir que hay sillas musicales en los ministerios y es muy difícil tener una política coherente cuando hay tantos cambios. Entonces hay un problema de descoordinación.
Muchos gobiernos están agobiados por otros temas como crimen, migración, crisis económica, por lo que el tema alimentario no es su primera prioridad. Nadie toma las riendas en este tema. El Ministerio de Protección Social responde cuando hay una emergencia, el Ministerio de Salud responde cuando hay nuevos índices que dicen que la desnutrición está subiendo.
Entonces una de las sugerencias de los analistas es que tú necesitas una especie de ministro, un sar alimentario para realmente coordinar todo esto. Hablando con la FAO, ellos dicen que otro problema que han visto es que hay muchos programas, muchas agencias de la misma ONU y están duplicando programas. O sea, no saben qué está haciendo el otro, muchas veces llegan a un país y ya hay un estudio hecho sobre los problemas de hambre, pero la otra ONG, o la otra institución no sabía o no tenía acceso. Hay mucha duplicación y mucho desperdicio de plata para estos problemas.
-¿A qué otro país de la región, a tu juicio, es necesario ponerle atención a propósito de este problema?
-Hay problemas aquí en Colombia, en Ecuador, en centroamérica, las tasas de pobreza son mucho más grandes. Entonces es difícil realmente especificar un solo país porque todos han tenido sus desafíos. Hemos visto con Lula que Brasil está poniendo mucho más atención que otros gobiernos, es bueno ver algo de eso.
-Ahí hay un objetivo gubernamental…
-Exactamente. Y realmente vale la pena, porque hay estudios de la ONU que dicen que si los países gastaran un poco más en el tema de seguridad alimentaria, estamos hablando de 1.5% de su PIB anual, eso realmente puede ayudar a resolver el problema. Y en comparación a hacer nada, significaría el 6.4% del PIB anual en costos extras en salud, en desnutrición, en problemas para los países. Entonces realmente invertir en seguridad alimentaria vale la pena.