Cuesta creer en la condición de país líder del área cuando se asiste a los debates y polémicas con que los mass media tradicionales «alegran» nuestra vida cotidiana. El desaforado ex-conductor hace otra carta a la ciudadanía que refleja los mismos cambios que el desierto de Atacama en los últimos diez siglos y sin embargo se lo transforma en noticia porque gusta a los dueños o controladores de los medios. Se insinúa la posibilidad que el Diputado Señor Avila se transforme en un feroz guerillero expropiador de propiedades ajenas pero sólo para callar la complicidad del sistema con prestamistas, usureros y etc. Se desgarran vestiduras cuando se anuncian las nuevas cifras de la desocupación y se culpa de ello al Gobierno como si fuera el más importante generador de empleo en una época en que los ideólogos del sistema quieren privatizar hasta el Pabellón Nacional.
Los acusados se defienden sin un atisbo de autocrítica, pidiendo que el Presidente y todos los demás solidaricen con ellos sólo por eso, porque son ellos.
Pero, no será que en este sinfín de polémicas hay precisamente el deliberado propósito de no resolver los problemas ¿qué nos puede pasar como país si vivimos en una eterna interrogante?
Recuerdo que pocas semanas después de la tragedia que fue la invasión y posterior división de Chipre por parte de Turquía (hace ya muchos años), uno de los Jefes de la resistencia nos pidió que en los afiches de la solidaridad pusiéramos la frase «Remember Cyprus» o «Recuerde a Chipre». Cuando extrañado le pregunté el por qué me respondió «porque el horror es diario, permanente, infinito y es posible que dentro de poco otra tragedia en otro lugar del mundo, cubra esto que vivimos ahora y todo el mundo se olvide de nosotros.».
Algo así es lo que está pasando con esta sufrida sociedad nuestra que encuentra en los medios de comunicación una forma diaria, permanente y sistemática de amargarse la vida, de perder hasta la noción misma de optimismo. Si ya la crisis de la educación demostró que vamos en el camino de ser menos inteligentes, los que quieren dominarlo todo deberían dejarnos al menos la posibilidad de estar al menos tranquilos, si ya no se puede aspirar a la remota idea de ser felices.