Cuando se escucha a los personeros oficiales hablar de la guerra no se puede dejar de ser un poco mal pensado. Parece que les hubiera venido como anillo al dedo. A ella se le puede echar la culpa de todo: es el perfecto chivo exploratorio. Explica los retardos y flaquezas de la reactivación, las dificultades para recuperar el empleo, y hasta sería causante del alza del dólar, del cual por el momento se responsabiliza a la crisis argentina y brasileña.
Nadie puede negar que si la guerra genera una recesión en las grandes potencias o dispara los precios del petróleo, todo lo cual está por verse, se producirán consecuencias que pueden ser nefastas para nuestra economía. No pretendo negar eso. Pero esos perniciosos efectos posibles revelan las condiciones que nos impone la tan admirada globalización y muestra la absoluta incertidumbre que afecta a las estrategias y políticas de los estados naciones más desprotegidos.
Nuestros proyectos y planes están a merced de factores azarosos, algunos calculables y otros simplemente no calculables ni previsibles, y frente a los cuales los Estados parecen no poder hacer nada, fuera de responsabilizar a los factores externos.
Sin embargo, aunque efectivamente la guerra en curso puede debilitar el ritmo de nuestra economía no debería usarse como una excusa generalizada. Antes que este conflicto estallara estaban en gestación procesos preocupantes que tienen relación con fallas estructurales de la economía. chilena.
Uno de estos problemas fue mencionado por mí varias veces en la discusión sostenida con José Joaquín Brunner. Tiene relación con la disminución de la capacidad de la economía chilena para generar empleo. Respecto a mi afirmación, mi contradictor dice enfáticamente en su columna del 7 de septiembre: «Falso. Según muestran los datos disponibles durante la pasada década se crearon alrededor de un millón de empleos…» Afirma que la capacidad de generar empleo habría empezado a disminuir solo con la crisis.
Brunner, después de tratar mi afirmación de falsa (lo que significa mentirosa y no solo equivocada) alude a datos disponibles, pero menciona uno al voleo sin señalar su fuente ni la forma como fue calculado, y sin proporcionar algún dato relacionado que permita valorar la importancia del millón de empleos.
Los datos que quiero oponer a los de Brunner no se refieren a la cantidad global del empleo sino a la disminución desde antes de la crisis de la cantidad del empleo generado. Esa fue mi afirmación, no otra. Los datos que utilizo provienen de un trabajo de Graciela Galarce denominado La disminución de la capacidad de generar empleo en la economía chilena, publicado en Investigación y Crítica de la Universidad Arcis. Los argumentos principales fueron reproducidos en un articulo de la misma autora en El Mostrador.cl titulado Crecimiento económico y crecimiento de la ocupación. Los errores de El Mercurio y del Gobierno.
Ella muestra, basándose en información del INE, que entre 1991-1994 la ocupación aumentó en 567 mil personas. Esa cifra de creación de empleo estaba relacionada con un alto crecimiento del PIB. Pero entre 1994-1997, período en el cual también hubo un elevado crecimiento del PIB, solo se crearon 136 mil empleos, y entre 1997-2001 se crearon 26 mil nuevos empleos.
Yo no hice afirmaciones respecto a la cantidad total de empleos generados (la cual tampoco llega, según mis datos, a un millón de nuevos puestos). Solo enfaticé que había una disminución de la capacidad de generar empleo. Las cifras de que dispongo me dan, por lo tanto, la razón.
Sé muy bien que las cifras son construcciones cuya metodología y cuyos supuestos es necesario conocer. Por eso no se me ocurriría calificar las afirmaciones de Brunner de falsas, pues la falsía implica la mala fe. Solo digo que según mis datos sus afirmaciones están equivocadas. No solamente las referidas al empleo, sino todas las otras donde me acusa de falsedad, como me daré el trabajo de argumentar en artículos sucesivos. En algunas porque lo que me atribuye no lo dije (que la Concertación ha deteriorado el nivel de vida o ha creado más pobreza), y en otras porque tengo razón en lo que afirmé: durante los gobiernos de la Concertación ha empeorado la distribución del ingreso.
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