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Homonimias hispano-chilenas

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La clave de la nueva legislación antiterrorista española está en el artículo 8, que prescribe que podrán ser declarados ilegales los partidos que «fomenten el odio, la violencia y la confrontación social como método para la consecución de objetivos políticos», o sea, nuestro viejo artículo octavo.


Hay demasiadas homonimias entre la actualidad política española y el pasado reciente de Chile como para dormir tranquilo. Conscientes de los excesos cometidos hace algunos años por el Centro Superior de Información de la Defensa (Cesid) que espió al propio rey y a una pléyade de políticos y periodistas (ojalá en Chile los excesos se hubieran limitado al puro espionaje), el gobierno de España ha decidido reformar sus servicios de inteligencia.



Pero de los cambios -alguno de ellos positivo, como la creación de un juez especial de guardia 24 horas que autorizará las operaciones en caliente-, ninguno me ha llamado tanto la atención como el nuevo nombre del servicio: Centro Nacional de Inteligencia, o sea, CNI.



Las cosas no terminan ahí. Como las coincidencias entre los objetivos de la banda terrorista vasca ETA y el partido político legal Batasuna son evidentes, ahora se propugna desde el poder la ilegalización de dicha formación como una manera de segar la base social y financiera de los terroristas. Con ese fin, el viernes 22 el consejo de ministros discutió un anteproyecto de Ley Orgánica de Partidos Políticos que contempla el principio de la «excepción democrática».



La clave está en el artículo 8, que prescribe que podrán ser declarados ilegales los partidos que «fomenten el odio, la violencia y la confrontación social como método para la consecución de objetivos políticos», o sea, nuestro viejo artículo octavo.



La promoción de esta ley en España -al igual que las innumerables medidas adoptadas por el gobierno de EEUU y algunos de sus aliados europeos tras el 11 de septiembre- no puede apuntarse como un gesto de clarividencia de los demócratas, sino como una victoria de los terroristas que una vez más logran trizar la confianza que las autoridades deben tener hacia los ciudadanos, convirtiendo en sospechosas a todas las personas y consiguiendo que los ámbitos de libertad se vayan restringiendo.



La penúltima homonimia no surgió en España, sino en Chile, cuando Joaquín Lavín sugirió la posibilidad de cambiarle a la UDI el nombre y ponerle Partido Popular, a imagen y semejanza del partido de José María Aznar que gobierna en España.



La estrategia de Lavín de centrar a la UDI y podarla de sus rasgos más duros y pinochetistas aún no ha conseguido homologarse a nivel internacional con nadie. Nadie presentable, claro está, porque siempre andan por ahí sueltos Le Pen, Haider, Bossi y Fini, gente amante del orden pero que sigue queriendo arreglar los problemas a patadas, por lo que no son compañeros de viaje muy atractivos.

Dicha homologación internacional puede parecer ociosa cuando se trata de ganar votos en Conchalí o en Arica, pero es imprescindible para cualquier partido que considere que tiene un proyecto serio. Basta recordar el desamparo en el que se encontraban los diputados Longueira y Coloma cuando fueron a Londres a arropar al detenido general Pinochet para constatar que la globalización también ha tenido efectos en la política.



Recuerdo a un senador de la oposición lanzando bravatas ante los medios chilenos en Londres, diciendo que pensaba ir a España a reunirse con las autoridades, y cuando le preguntamos con quién pensaba entrevistarse se limitó a decir que pediría una reunión institucional. Todavía debe estar esperando que le contesten.



Es tan obvio que Lavín debe comenzar a buscarse un perfil internacional que algunos han hecho correr el rumor que la UDI se está trabajando a la Internacional Demócratacristiana para ingresar en el club. La cosa puede ser una intoxicación, el deseo de algún jerarca de la UDI o una patraña, pero la verdad es que hay gente en la DC que dice que ya está trabajando para que eso no ocurra, aunque sean ellos mismos quienes se inventen los fantasmas y después los espanten.



La Internacional DC quedó tan tocada tras el hundimiento de la corrupta DC italiana que fue el español Aznar el que se robó su esqueleto y lo ha ido llenando con su doctrina popular, hasta conseguir que en Europa se prefiera la denominación Internacional de Centro en vez de Internacional DC, cosa que no deja de sorprender a los DC latinoamericanos.



Que en esa casa con dos nombres oficiales y con sensibilidades divididas pueda colarse un Lavín con su UDI por la puerta trasera es cosa muy difícil, aunque no imposible. En todo caso, no podrá hacerlo con el nombre de Partido Popular porque Gutenberg Martínez ya se encargó de registrar el nombre y hasta de crear un partido político ad hoc. Hasta ahí podían llegar las homonimias… faltaría más.



* Director de El Mundo Radio y subdirector del diario El Mundo de Madrid.



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