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Al Simce lo que es del Simce, y a la PAA lo que es de la PAA

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Sin pena ni gloria, la aceptación de este instrumento como referente de ingreso para la educación superior contiene la decisión explícita que se postergarán las aspiraciones de los jóvenes talentosos que provienen de la educación particular subvencionada y de la educación municipalizada.


He tomado conocimiento de la edición del suplemento SIES, Sistema de Superior Ingreso a la Educación, editado con el patrocinio del Ministerio de Educación, de la empresa El Mercurio y, aparentemente, del Consejo de Rectores.



Los responsables de dicha publicación deben ser los investigadores del proyecto Fondef relacionado con el tema.



Dicho suplemento empieza con la frase: «a partir de diciembre de 2003, el sistema de ingreso a las universidades del Consejo de Rectores contará con un nuevo instrumento de selección. La Prueba de Aptitud Académica, que se ha utilizado durante 35 años, se reemplazará por un nuevo conjunto de pruebas que deberán rendirse para ingresar a la educación superior».



A este respecto, debo mencionar que el Consejo de Rectores no se ha pronunciado sobre el hecho que la prueba que se derive del sistema SIES sea la que se aplicará en reemplazo de la PAA. Más aún, en la edición del diario El Mercurio del 28 de junio 2001 se anunciaba que «el Consejo de Rectores de las Universidades Chilenas aprobó ayer tener una participación más activa en los cambios que, a partir de 2002, se introducirán a la Prueba de Aptitud Académica(PAA). Acordó que los aspectos administrativos de dicho examen sean licitados públicamente para asegurar transparencia al proceso».



No me consta, en ninguna información a la que tengo acceso, que el Consejo de Rectores haya cambiado este acuerdo por lo señalado en el párrafo anterior y publicado en dicho suplemento.



En la página 4 dice: «las cuatro pruebas que reemplazarán a la PAA y a las pruebas de conocimientos específicos, cuyo carácter es obligatorio, son cuatro: Lenguaje y Comunicación, Matemática, Ciencias e Historia y Ciencias Sociales. Todas ellas basadas en los contenidos mínimos y programas comunes de enseñanza media y captan en sus preguntas el sentido profundo de la reforma. Se espera que los alumnos demuestren que conocen los contenidos básicos, que son capaces de relacionarlos, que pueden entender el contexto en el cual se aplican y que tienen la capacidad de interpretar información relevante para sus propias vidas. Las cuatro pruebas tendrán dos partes. La primera incluirá preguntas de conocimientos básicos cuya puntuación será dicotómica, es decir, sólo una de las opciones de respuesta será correcta. La segunda parte, en tanto, también presentará varias opciones de respuesta, sin embargo, su puntuación será graduada. ¿ Qué significa esto? En estas preguntas la mejor respuesta tendrá un mayor puntaje, puntuándose el resto de las opciones conforme a su grado de cercanía con dicha respuesta. En esta segunda parte se espera que los alumnos puedan demostrar un conocimiento más profundo, que puedan relacionar, inferir y discernir sobre problemas y situaciones de un grado de complejidad mayor que en la primera de cada prueba».



Como se ve, la propuesta es a todas luces la de reemplazar la Prueba de Aptitud Académica por un evaluación edumétrica que mide el grado de obtención de los objetivos educacionales del sistema, y no es un evaluador psicométrico en el sentido que prediga la mayor capacidad del postulante para continuar una profesión.



Esto ya tiene su referente en las pruebas Simce, y de la aplicación de estas últimas surge como conclusión que los estudiantes de los colegios particulares pagados tienen más conocimientos que los estudiantes de los colegios particulares subvencionados, y mucho más que los de la educación municipalizada.



Cabe señalar que lo que siempre ha pretendido el Consejo de Rectores es reemplazar la Prueba de Aptitud Académica en su calidad de evaluador psicométrico (esto es, que sirva como predictor del rendimiento futuro de los estudiantes en las diversas profesiones basado en sus habilidades y aptitudes), ya que esta medición ha sido distorsionada, principalmente por el antecedente que el entrenamiento intensivo (en preuniversitarios) consigue -en general- mejorar el puntaje del postulante. El salto es mayor mientras el entrenamiento se realice con mejor infraestructura y mayor dedicación.



Además, y por qué no decirlo, otra de las variables es que el propio Consejo de Rectores pretende ser responsable de la aplicación de este instrumento, lo que no ocurre en la actualidad.



De esta forma, y sin pena ni gloria, la aceptación de este instrumento como referente de ingreso para la educación superior contiene la decisión explícita que se postergarán las aspiraciones de los jóvenes talentosos que provienen de la educación particular subvencionada y de la educación municipalizada. Esto no es aceptable para el decano que suscribe, y para una buena parte de nuestra comunidad.



Así, qué duda cabe, lo que queda es llamar a los responsables de las pruebas de ingreso a las universidades del Consejo de Rectores y a los responsables de la medición de la calidad de la educación a no mezclar lo que no es mezclable. El error histórico lo pagarán decenas de miles de jóvenes chilenos.



* Decano de la Facultad de Ciencias, Universidad de Santiago de Chile.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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