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Tiene razón, señor Presidente

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Cuando el Presidente de la República, ad portas de terminar su período y pese a su abrumadora popularidad y prestigio le envía una carta al Director de El Mercurio, Agustín Edwards, recriminándole que su diario continúe publicando todo tipo de «informaciones» relativas a su familia, el Presidente está señalando muchas cosas.



Por ejemplo, al enrostrarle que «habría esperado algo distinto dado el conocimiento que usted y yo nos tenemos recíprocamente», está resintiendo la pérdida de complicidad que tácitamente se guardan las elites políticas y económicas en las intrincadas redes donde se junta el poder, léase centros de estudios, organismos como Paz Ciudadana, y otros, en una alianza que tiene como embajadores de «buenas voluntad» a ministros de estado y altos personeros vinculados a La Moneda que, de paso, también escriben en la página editorial de El Mercurio.



Por ello, el Presidente tiene razón al sentirse «traicionado». En su fuero interno debe pensar quizás que nada ha servido que de un total de 500 millones de dólares que anualmente invierten las empresas del Estado en publicidad, el 62,7 por ciento de lo destinado a la prensa escrita vaya a El Mercurio, en desmedro de los medios independientes que por años han reclamado la ausencia de políticas públicas que garanticen el pluralismo y la diversidad de opinión a través de una parte del avisaje de dichas empresas..



La recriminación que subyace en la carta del Presidente de la República al Director y propietario del diario tendrá , sin embargo, el castigo de la posteridad, según expresa en su misiva al puntualizar que «lamentablemente, cuando se escriba la historia, el suyo quedará como el resumidero de todos los infundios con que se quiso atacar al Presidente de Chile.»



«La historia soy yo», debe musitar nuestro Primer Mandatario en la soledad de su escritorio al momento de escribir la misiva, parafraseando a Luis XIV en su sentencia absolutista acerca del estado…



«Ha terminado el suyo siendo un diario al servicio de una tribu, la tribu que desea sembrar el odio a través de los que escriben su página editorial…», agrega enojado el Presidente, aunque su carta refleje que está un poco desinformado, claro, acerca del interlocutor que tiene enfrente.



Porque debe haber estado en la soledad inconmensurable que sólo el poder puede acarrear para que nadie pudiera recordarle su recurrente frase de que «en Chile las instituciones funcionan», incluso si el denominado «cuarto poder» se desmadra en su rol fiscalizador.



O bien, advertirle que antes, mucho antes que él asumiera su alta investidura hubo otros Presidentes que sufrieron con sangre el embate de «el decano», y que durante años miles de chilenos y chilenas contrarios al régimen militar no sólo fueron desinformados sobre lo que acontecía en el país sino además vieron cómo sus familiares eran tratados como asesinos, «ratas», y otros epítetos puestos en letra de molde al amparo de la noche militar.



Tiene razón, Presidente, al referirse a «ese periodismo» que le hace mal al país. El punto es que lamentablemente, en estos 15 años de gobiernos de la Concertación, todos sus mandatarios, incluyéndolo a usted, velaron con su indiferencia para que ningún otro periodismo pudiera consolidarse en Chile. Y, cuando cerraban Análisis, Apsi, Hoy, el Fortín Mapocho, el diario La Época, o recientemente Plan B, o El Portal del Pluralismo, todos cerraron los ojos asumiendo que el mercado debía operar.



Dicen que la madre de Boadbil, mientras caía Granada, le enrostró furiosa a su hijo la frase: «no llores como niño lo que no supiste defender como hombre». Pero esto es falso, Señor Presidente, Aisha al Hurra nunca dijo ni esa ni ninguna otra sentencia . No perdió el tiempo en recriminaciones a su vástago, tal vez un poco deprimido ante la inminencia del fin de su poder. Y no hay registros de cartas ni de frases para el bronce porque ella estaba al mando de sus tropas intentando repeler la caída del último bastión moro. Y lo hizo dignamente, hasta el final.



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Faride Zerán es directora de revista Rocinante.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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