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¿Qué hacemos con Eduardo?

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Cristóbal Bellolio
Por : Cristóbal Bellolio Profesor de la Universidad Adolfo Ibáñez.
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«Te dije que el candidato tenía que ser Andrés Velasco, te lo dije», le espetará un anónimo operador a su compadre de oficina. Para los dirigentes de la Concertación, que Frei pase a segunda vuelta es una cuestión de orgullo político (que lo estén festejando es francamente lastimero), pero para el ejército de militantes es una cuestión de estabilidad laboral. Si fuera por ellos, que Marquito tomara las banderas. Pero ya es demasiado tarde. Demasiados puentes han sido dinamitados.


La encuesta CEP que acabamos de conocer trae malas noticias para todos los candidatos con aspiraciones de llegar a La Moneda. A un mes de las elecciones, Piñera baja 1 punto y queda en 36%, mientras Frei baja 2 puntos y queda en 26%. Por su parte Enríquez-Ominami sube 2 puntos (llegando a 19%) pero todavía ve lejos la segunda vuelta. Lo interesante es que en el ballotage el empresario RN le gana con comodidad al senador DC. Sólo el diputado díscolo es capaz de plantarle al candidato de la Coalición por el Cambio una batalla competitiva. Menudo problema: Frei estaría asegurando su paso a segunda vuelta pero al mismo tiempo timbrando el desalojo de la Concertación.

Nadie va a querer reconocerlo en el establishment oficialista, pero mirando de reojo al candidato y en voz bien bajita se escuchará: «¿qué hacemos con Eduardo? ¿Cómo nos pudimos haber equivocado tan dramáticamente? Te dije que no había que escuchar a Latorre, Auth y Escalona».  Con presupuesto rechazado en el parlamento, paro de profesores y empleados públicos, y Bachelet sobre el 70% de aprobación sin moverse de su escritorio. «Te dije que el candidato tenía que ser Andrés Velasco, te lo dije», le espetará un anónimo operador a su compadre de oficina. Para los dirigentes de la Concertación, que Frei pase a segunda vuelta es una cuestión de orgullo político (que lo estén festejando es francamente lastimero), pero para el ejército de militantes es una cuestión de estabilidad laboral. Si fuera por ellos, que Marquito tomara las banderas. Pero ya es demasiado tarde. Demasiados puentes han sido dinamitados.

Piñera tampoco la tiene sencilla. Aún habiendo afinado la puntería en el concepto de campaña, se instala como primera mayoría relativa en primera vuelta con sólo un 42% de los votos válidamente emitidos. Eso no es precisamente «quedar a la vuelta de la esquina». Los puntos que necesitará en enero están en el caudal electoral de Marco Enríquez. Ya no será tan buena la idea salir a ningunearlo. Peor idea aún será hacerle caso a las pataletas conservadoras de ciertos sectores de la UDI. Para construir una mayoría social y política se requiere mover el eje hacia posturas más liberales. La Moneda bien vale un beso lésbico o una plantita de marihuana.

Marco debería tener razones para festejar, pero sólo aparentes. Es cierto que acorta su distancia de 11 a 7 puntos respecto de Frei, pero salvo una arremetida de proporciones épicas, es probable que no llegue hasta enero. Será la niña bonita del baile, qué duda cabe, y quizás este sea el mejor momento para pensar qué se pretende hacer a futuro con el enorme capital político construido durante este año. Las esperanzas del marquismo residen en que la foto CEP retrata una escena de hace tres semanas, y que si la tendencia se confirma, entonces su candidato acortó más la brecha. No está para nada sepultado. Menos si entre la gran familia concertacionista toma fuerza, como un murmullo con vida propia, como un susurro ramificándose entre las reparticiones públicas de Arica a Punta Arenas, la idea de que Frei los está condenando a una victoria pírrica en diciembre. Y que Marco, al que ayer no querían ni mirar, tiene el as de la continuidad, al menos aparente. Ellos seguirán repitiendo, hasta con la cabeza en la almohada, «¿qué hacemos con Eduardo?».

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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