Las cúpulas de la Concertación no le han dado importancia alguna a la soberanía real de Chile. Más bien, han ejecutado una suerte de arreglo temporal de algunas fallas en el sistema. La ausencia de una defensa de la soberanía remite a enterrar la idea de que la sociedad chilena puede y debe hacerse cargo de su futuro.
Hace un año que le mandamos advertencias telepáticas, señales de humo y escritos para alertarlo sobre el peligro de caer en la vieja usanza del simple cálculo electoral que no contaba con pilares basados en una política real.
Chile, como usted bien sabe, ha cambiado y para mejor. La ciudadanía avanza, a pasos gigantes, hacia una sociedad moderna con valores y principios acordes a los tiempos.
Sin embargo, nuestra sorda clase política (sin importar la trinchera) decide resolver las demandas ciudadanas mediante negociaciones que siempre tienen como meta el beneficio personal y no el bien común. Y para no ser responsables de sus actos, inflan su propia importancia en sendas de peleas individualizadas. Personajes van y vienen, y Chile sigue ahí esperando una solución.
Usted, como buen ingeniero de la Universidad de Chile, sabe -como dijo el gran Leonardo Da Vinci- que la perspectiva es el descubrimiento más sutil de los estudios de las matemáticas porque, por medio de líneas, da la apariencia de que lo distante está cerca y agranda lo que es pequeño.
[cita]Las cúpulas de la Concertación no le han dado importancia alguna a la soberanía real de Chile. Más bien, han ejecutado una suerte de arreglo temporal de algunas fallas en el sistema.[/cita]
Si desea ser el primero entre iguales este próximo Enero del 2010, debe atender las necesidades de la República. Es decir, escuchar a la sociedad plena y despojarse del «hacer política» fácil entre cuatro paredes.
Siempre he tenido la sensación de que la Concertación es un matrimonio por conveniencia donde la gran base de sus adherentes está secuestrada por las malas prácticas de sus cúpulas. Ocurre lo mismo en la Alianza.
Me puedo equivocar pero creo que en los últimos 20 años las grandes empresas que operan en el país, han amasado suculentas ganancias sin que esto haya resultado en una economía diversificada y sostenible para el siglo XXI, ni haya aumentado la cantidad de trabajos dignos. El Estado y economía nacional siguen dependiendo del metal de la empresa nacionalizada hace casi 40 años y unos cuantos commodities.
Las cúpulas de la Concertación no le han dado importancia alguna a la soberanía real de Chile. Más bien, han ejecutado una suerte de arreglo temporal de algunas fallas en el sistema. La ausencia de una defensa de la soberanía remite a enterrar la idea de que la sociedad chilena puede y debe hacerse cargo de su futuro.
Por eso mismo, Usted debe trazar el camino hacia una nueva Constitución que defienda los recursos estratégicos, recuperándolos para el bien del país. La actual situación -de llegar y llevar sin mucha regulación o revisión- demuestra que estamos ad portas de un fracaso gigante del sustento de la República.
Desde luego que esto significa tanto reevaluar la preponderancia del mercado y la tentación de seguir con las «no-políticas» públicas como establecer la inviolabilidad de los derechos civiles.
Ningún país que se entienda desarrollado, ha logrado su independencia real sin una educación y salud pública fuertemente asentadas en el Estado. Tampoco lo ha logrado sin una inversión decidida y a largo plazo en innovación donde la propiedad es pública y no privada y que va de collera con la protección de la producción de la manufactura nacional.
Historicamente, Chile siempre ha poseído un Estado fuerte que ha operado sin miedo de invertir en el propio futuro del país. Y cuando se ha perdido ese rumbo, el populismo se hizo presente y costó décadas de trabajo despojarse de tamaño mal.
Si desea ganar en Enero como fiel respresentante de la soberanía de Chile, debe establecer decididamente los valores y principios de una nueva Carta Magna donde los recursos estratégicos y los derechos civiles plenos son defendidos a ultranza. Y para que no quede en un simple llamado mediático, hay que someterlo a la voluntad de la sociedad.
Lamentablemente en Chile, lugar mundial del experimento de políticas neo liberales, quedan pocas áreas por privatizar. Y por eso mismo, la gran cantidad de votantes entenderán que daría lo mismo quién gobierne ya que no se propone un cambio histórico que refleje la exigencia desde la sociedad, de avanzar hacia un país más justo y solidario.
Estimado Eduardo, no tenga miedo. Tenemos la suerte de poseer algo que la panacea de la inversión extranjera no puede comprar en otra parte: nuestros recursos estratégicos. Y solamente serán verdaderamente nuestros si Usted demuestra que tiene fe en las y los chilenos, y de que todos somos capaces de decidir nuestro propio destino.
Para finalizar, déjeme citar a un gran amigo, Alvaro Escobar, quien dijo que el tema no pasa por elegir entre «más Estado» o «más Mercado» sino, cimentar las bases para lograr «más Sociedad».
De eso se trata.
Atentamente, Montserrat Nicolás.