No cabe duda que está década estará marcada por toda la transformación generada por Google y sus herramientas y por el ya trillado 2.0. Pero más allá de lo molesto que suena escucharlo, lo que encierra el concepto es lo importante: la irrupción de las audiencias (llegaron los Bárbaros en la expresión de Baricco) y el mejor ejemplo es que mientras los diarios en EE.UU. han perdido 7 millones de lectores desde 2005, las noticias han ganado 35 millones de consumidores, mucho de los cuales quieren sociabilizar y ser parte del flujo de esas noticias, agregarlas a sus blogs y darles su propia perspectiva. Jean Francois Fogel, profesor de la FNPI y ex director de Le Monde.fr, escribió este texto para el especial de la década de La Tercera (que edité junto a Sergio Fortuño y Gaspar Hubner). «El espectáculo del internauta aislado que visita un sitio pertenece al pasado», dice Fogel que explica de esta manera como internet dejó de ser (en pocos años) un medio de comunicación (tiempos aquellos¡¡¡) para convertirse en un espacio social. La cultura clásica está dejando de existir a manos de un ego disperso, repartido en plataformas y flujos. «Las masas que irrumpen en las redes no configuran una masa integrada», explica Fogel. ¿De qué le puede servir esto al periodismo? Fogel no lo dice, pero una audiencia activa, es un audiencia necesitada de información o de actividad informativa. Los periodistas deberán tomar las posiciones que la audiencia exige, dominar las plataformas y profesionalizar el flujo. Parece fácil, pero la competencia hoy es con la misma audiencia.
Por Jean Francois Fogel
No podemos dudar de lo que es Internet. Al principio del siglo XXI era bastante fácil equivocarse y creer que se trataba de del sexto medio de comunicación de masa. Después del libro, del periódico, del cine, de la radio y de la televisión, Internet ocupaba el último puesto en la lista de la aparición de los medios con dos especificidades: funcionamiento continúo en una red y utilización de la tecnología digital. Para ser más preciso con el calendario, la misma visión de Internet, meramente mediática, seguía vigente al final del primer lustro. Pero todo se derrumbo en unos años, de una manera tan brutal, parecida a la enorme ola de un tsunami de internautas, que la definición ya es ineludible: Internet no es un medio de comunicación sino un espacio social.
Al comprar Myspace, el magnate Rupert Murdoch, dueño del grupo Newscorp, anunció el cambio en 2005: los medios tradicionales debían tomar en cuenta estos nuevos medios cuyo contenido es un mero aporte de la audiencia, por creación, recreación o piratería. User Generated Content (UGC – contenido creado por la audiencia) fue durante un momento la expresión más citada en Internet, cuando aún sonaba que habría sitios donde acoger a la actividad de la audiencia. Claro que hablamos de tiempos muy lejanos. Los grandes sitios son ahora plataformas que pertenecen por completo a la audiencia. Tener su página personal, sus contenidos, sus enlaces y vigilar en la puerta de su rincón digital es la oferta básica de las redes sociales que dominan por completo la red mundial de Internet.
El auge de la red social Facebook, meramente en el año 2009, es quizás el hecho que mejor expresa el cambio: un poco más de diez meses, desde la segunda parte de enero hasta el principio de diciembre, bastaron para ampliar el número de los internautas registrados de 150 millones a 350 millones. Más de la quinta parte de la gente que se conecta a través de la red mundial cada mes utiliza a Facebook. 35 millones de los registrados en Facebook arreglan su perfil cada día, pues uno tiene que dar la cara sabiendo que tiene un promedio de 130 amigos en la red social. Basta pensar en la existencia de muchas otras redes, Flickr (fotografía), Linkedin (perfiles profesionales), Myspace (música), Twitter (mensajes instantáneos), etc. para entender que un abanico enorme de ofertas garantizan a los usuarios de la red el cumplimiento de una promesa radical: . La experiencia digital no es tanto una serie de visitas sino un intercambio de enlaces entre “amigos”. De manera extraña, a pesar de la presencia de muchos “amigos” nunca más navegarás solo.
El espectáculo del internauta aislado que visita un sitio pertenece al pasado. La experiencia digital no es tanto una serie de visitas sino un intercambio de enlaces entre “amigos”. De manera extraña, a pesar de la presencia de muchos “amigos” no se trata de una nueva definición de la vida social. Más bien de una “externalización” del individuo cuya personalidad se define por contenidos cargados o descargados, por ajuste en su perfile, por expresión a través de contenidos copiados y pegados para crear el testimonio de la existencia fragmentada de su ser en plataformas digitales.
La cultura clásica, es decir la acumulación de un patrimonio reconocido por todos y organizado en una visión estable del pasado, no existe para un ego repartido a lo largo de plataformas y de flujos. Las masas que irrumpen en las redes no configuran una masa integrada. El presidente Barack Obama, con su elección triunfal a la presidencia de Estados Unidos lo demostró de manera contundente. En 2008, consiguió implementar una campaña novedosa renunciando al empleo de la primera persona del singular para decir a los internautas we “nosotros” o you “vosotros”, es decir: cada internauta en su red social. Al entregar herramientas y posibilidad de actuar a todos los inscritos en un gran número de redes sociales (Youtube, Facebook, Blackplanet, Migente, MyBatanga, Faithbase, etc.) consiguió movilizar a millones de personas que querían participar, por su cuenta y a su manera, en la elección de un presidente. Era una prueba contundente: Internet permite movilizar a internautas en búsqueda de una expresión personal. Un año después de su hazaña política-digital, el político demuestra las limites del proceso: Internet no es una herramienta para organizar el apoyo a una política única. Las masas no navegan en Internet para configurar una masa que apoya a un gobernante. Cada internauta navega para comprobar su existencia en el océano de los enlaces y, al compartir enlaces, tiene una vida social.
Las reglas del espacio social del mundo digital, no se parecen a las que rigen la vida social en el mundo analógico. Sería peligroso decirlo de manera más directa hablando por una parte de la vida en el mundo real y por otra parte de un mundo en línea. Ya sabemos que se trata del mismo universo “glocal”, global y local, pues vivimos en el mundo de la red globalizada y en el mundo local de nuestro entorno diario. Vivimos en uno y en el otro, sin alternar, de manera continua. En otras palabras, la evolución de Internet en la última década confirma el planteamiento de la película Matrix: somos bienvenidos pero no sabemos a qué mundo. Hay dos mundos pero queda por demostrar ahora cual alberga nuestra vida virtual.