
El Analista-Fan
No estoy hablando de “objetividad” a la gringa. Si no de un mínimo respeto a las reglas del juego. Una cosa es que Navia vote por quien se le dé la gana en las urnas. Otra, es que se lo anuncie a los candidatos en persona, mandándoles cartitas o haciendo contribuciones financieras.
Más allá de las posturas políticas de Patricio Navia, respecto de las cuales ya se ha dicho bastante, como lectora de sus columnas hay un aspecto en su comportamiento que me molesta. En nuestro mini-universo, Navia juega un rol. El es el analista. El académico formado en universidades extranjeras. El, que entiende y sabe más que uno, juzga los acontecimientos y emite un veredicto. Es el gurú. Su palabra se publica y se lee en el supuesto de que guarda una distancia prudente de sus objetos de análisis.
No estoy hablando de “objetividad” a la gringa. Si no de un mínimo respeto a las reglas del juego. Una cosa es que Navia vote por quien se le dé la gana en las urnas. Otra, es que se lo anuncie a los candidatos en persona, mandándoles cartitas o haciendo contribuciones financieras. Al hacerlo rompe el contrato que tiene con sus lectores.
Además, crea los lazos de intimidad y dependencia que, en nuestra sociedad, son el camino directo a lo que Navia tanto critica: el amiguismo, el compadrazgo, el pituto. O si no, ¿por qué tendría que anunciar su apoyo al candidato Piñera en forma privada? ¿Por qué firmar: “un votante tuyo”?
El propio Navia criticó duramente a los periodistas chilenos que se tomaron una fotografía con Obama, mientras reporteaban (con la que, en general, estuve de acuerdo). En esa columna dijo:
“A veces algunos de nuestros periodistas se comportan ante autoridades más como fans que como reporteros”.
Y agregó:
“Los mismos que correctamente critican a autoridades por actitudes impropias de su investidura, parecieron olvidar esta vez que la mujer del César no debe serlo, sino también parecerlo”.
¿Y cómo andamos por casa, señor analista?