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Cuando conocí a Pato Navia Opinión

Cuando conocí a Pato Navia

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Javier Campos
Por : Javier Campos Poeta y columnista. Profesor de Literatura Latinoamericana, Fairfield University, Connecticut.
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Envidias chilensis, desparpajos insolentes para enterrarlo en el más odioso desprestigio. Hubiera querido que aquella lista hubiera reconocido sin caer en la insolencia ortodoxa que uno de sus integrantes había llegado a un nivel importante en Chile. No sólo creando opinión pública, sino también instalándose en un nivel privilegiado, siendo aún muy joven, donde presidentes y candidatos a presidentes le Chile le piden su opinión.


Eso fue por 1993, cuando Pato estudiaba en Chicago. Lo conocí porque ingresé en el aún incipiente Internet a una lista de discusión que se llamaba Chile-L. Había bastantes chilenos de todas partes del mundo en esa lista. Se discutía política, economía, literatura, y de lo que a algún listero le interesara compartir. La mayoría éramos chilenos que vivíamos fuera de Chile, en diferentes partes del mundo. Muchos habíamos salido del país por razones diversas que de alguna manera tenían que ver con la diáspora que había creado la dictadura militar. Así que el asunto político era un tema constante en esas discusiones. Y por eso estaba Pato Navia como uno de los principales participantes.

Pato escribía dos o tres veces al día. Era un apasionado por la discusión política  y el debate. Siempre o cada día aparecían dos o tres mensajes de él  rebatiendo tal o cual punto. Lo que me llamó la atención era su minuciosa información para justificar algo. Aún no existía Google así que él, y  como todos en la lista, recurríamos a libros, artículos, diccionarios que transcribíamos (no existía copiar y pegar aún) en nuestros mensajes para “probar y rebatir” a otros listeros.  A veces era una obsesión la lista y no faltaba el que decía que su vida era estar todo el día  respondiendo mensajes y discutiendo en Chile-L. Estoy seguro que más de un divorcio ocurrió allí en la lista por la obsesión de algunos. Así nos conocimos con Pato. Debatiendo en acaloradas pero cordiales discusiones.

Envidias chilensis, desparpajos insolentes para enterrarlo en el más odioso desprestigio. Hubiera querido que aquella lista hubiera reconocido sin caer en la insolencia ortodoxa que uno de sus integrantes había llegado a un nivel importante en Chile.  No sólo creando opinión pública,  sino también  instalándose en un nivel privilegiado, siendo aún muy joven,  donde presidentes y candidatos a presidentes le Chile le piden su opinión.

La lista, a mediados de los 90, cambió su nombre a Chile-H, o Chile humanidades, pues los temas eran amplios y todo cabía en el término  “humanidades”. Parece que se amplió el  número de listeros llegando a más de 200. Pienso que esa lista fue una de los más grandes foros de discusión de chilenos que se habían juntado virtualmente para discutir asuntos del país, y también de América Latina.  El 100 por ciento se consideraba allí de izquierda o progresista porque era casi inaceptable que se permitiera a un pinochetista, derechista, y menos alguien  que creyera a pie juntillas en el sistema capitalista aunque muchos gozábamos del mismo sistema para criticarlo. Estábamos en el Primer Mundo y teníamos los privilegios y  beneficios académicos o  la tecnología de punta al alcance de la mano.  Tampoco era aceptable criticar  a Cuba. En ese entonces yo era un apasionado de la revolución cubana sin siquiera haber visitado Cuba sino únicamente por la información de “Granma”, de la izquierda más dogmática, de los cubanistas  a favor del régimen convencidos ciegamente que el socialismo era la panacea humana. O sea no se discutía que en Cuba hubiera injusticias. Plantearlo en Chile-H  era ser condenado a la inquisición y transformarse en el diablo. Pato creo que no era un idólatra de la revolución cubana pero no hablaba mucho de eso en sus posteos.

Allí Pato se preparó en el  debate público, su prehistoria, a través de la escritura de mensajes a esa lista. Había que escribir rápido e intentar doblegar con información o dialéctica argumentativa al que opinaba distinto. Pienso que eso lo ayudó mucho a “calentar el brazo” (como dice García Márquez) para entrar luego en la escritura de columnas para periódicos chilenos. Desde que comenzó a escribir en los medios  me di cuenta de que Pato había mejorado mucho su prosa. La sencillez de estilo para llegar a cientos de lectores y la profundidad de sus juicios basados en investigaciones rápidas.

Pato es de la generación de Obama a la que la revolución digital adiestró con rapidez a buscar la información exacta, su asimilación rápida y a producir más información. La revolución digital  ha sido pues su principal mentor. Recuerdo que cuando nos vimos en Chicago en septiembre de 1995  y me invitó a su casa (escribió una crónica de esa visita que está en http://pages.nyu.edu/~pdn200/cronicas/PATOJAVI.html ), fue él quien me habló del sistema www y de la maravilla que iba a ser leer diarios en la red, ver películas, en fin, lo que ahora tenemos  en Internet.  Google, Yahoo, Youtube eran inexistentes aún.  Yo le pregunte qué era eso de www y él me miro con una sonrisa burlona como si yo viniera de otro planeta.

Pato Navia se ha convertido en un referente importante en Chile desde hace algunos años y me alegra mucho. Me alegra  porque él representa dos referentes interesantes. Es el joven latinoamericano que sale fuera de su país y se instala en otro (EE.UU. en este caso) que le ofrece muchas posibilidades de desarrollo personal e intelectual y las aprovecha.  Y es el estudiante que se hace híbrido, pluridiverso, fuera de su país: un Chile  aún  bastante encerrado y aún bastante prejuicioso a pesar de que la globalización también está instalada allí.  Y regresa a su país de origen  transformado con lo que aprendió fuera. No es una historia nueva en la historia intelectual o artística del mundo. Es el viaje fuera de la tierra materna. La extranjería también lo va a alimentar y hacer crecer con una perspectiva más diversa, mucho más rica y renovadora (Obaba es justamente también eso cuando uno lee su biografía). No todos logran aquello por supuesto, pero es la base de lo que llamamos una educación  global.

Hoy continua esa lista Chile-H con casi sólo 40 integrantes. Pero se ha transformado, lamentablemente, en un círculo dogmático, una especie de “Granmita”.  Recientemente, por el anuncio de Pato diciendo a quien apoyaría para presidente de Chile,  ví como el propio director de esa sombra que fue Chile-H, y  haciéndole coro a la mayoría de sus integrantes dogmáticos y  machistas,  que escribieron allí  groseros comentarios. Envidias chilensis, desparpajos insolentes para enterrarlo en el más odioso desprestigio. Hubiera querido que aquella lista hubiera reconocido sin caer en la insolencia ortodoxa que uno de sus integrantes había llegado a un nivel importante en Chile.  No sólo creando opinión pública,  sino también  instalándose en un nivel privilegiado, siendo aún muy joven,  donde presidentes y candidatos a presidentes le Chile le piden su opinión. ¿A quién no le gustaría llegar a ese horizonte en su vida?

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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