Resuena en mi mente un recuerdo de mi infancia. Tenía 11 años cuando descendió la “U”. Lo hizo más por errores propios que por la habilidad de los rivales. A esa precoz edad sentí que perdía todo. Lo único que atiné a corear en el estadio fue el himno de una pasión: “volveremos, volveremos, volveremos otra vez, volveremos a ser grandes…”.
Estos días Santiago tuvo un cariz distinto. Por primera vez en 50 años la derecha eligió un Presidente de sus filas. En las calles se escuchaban los bocinazos de quienes habían esperado todos estos años para celebrar. Entre ellos no sólo estaba el 40% que había votado históricamente por la Alianza, sino que también incluía a muchos que sistemáticamente votaron por la Concertación, pero hoy su voto había virado hacia Piñera.
Chile cambió radicalmente en 20 años. Pasamos de ser un país excluido, al mejor del curso y, de a poco, a un buen compañero. Pasamos de ser un país con complejos, a un país orgulloso de sus éxitos. Entendimos que era el tiempo de los derechos. Comprendimos que podíamos triunfar con sacrificio y esfuerzo. Pasamos de exigir coberturas sociales a pedir protección social y calidad en las prestaciones. Nos pusimos más liberales, pero revalorizamos a la familia. A medida que buscábamos individuación nos asociábamos para conseguir nuestros objetivos. Queríamos calidad, dignidad y apoyo al mérito. Chile se transformó en un país de emprendimiento e innovación.
Tenía 11 años cuando descendió la “U”. Lo hizo más por errores propios que por la habilidad de los rivales. A esa edad sentí que perdía todo. Lo único que atiné a corear en el estadio fue el himno de una pasión: “volveremos, volveremos, volveremos otra vez, volveremos a ser grandes…”.
La Concertación hizo exactamente lo contrario, dejó de innovar y emprender. Los partidos de la Concertación tuvieron la peor sordera. Cuando urgía renovarse se anquilosaron. Recurrieron una y otra vez a sus viejas prácticas. Cuando había que innovar, aparecieron los mismos estilos. No escucharon las pifias que sistemáticamente le cayeron encima. La Concertación le tuvo miedo a los cambios. Cuando había que arriesgar, se asustó. Creyó que jugando de la misma manera ganaría como siempre. Pero está vez perdió como nunca. Perdió gastada. Perdió atrapada en su ensimismamiento. Perdió actuando rutinariamente en un país que había cambiado. No reconoció el país pujante que había creado, que estaba demandando nuevas ideas, nuevas prácticas y un nuevo sueño de futuro. El intento de segunda vuelta fue una esperanza, pero el tiempo insuficiente.
He visto a muchos buscar explicaciones. Miré asustado como algunos buscan culpables. Ojalá se deje de mirar a Chile desde el ombligo de los partidos. Ha llegado la hora de que muchos den un paso al lado. El Chile del Bicentenario necesita intérpretes del Bicentenario. Es la hora de recoger el espíritu y el testimonio de nuestros grandes líderes y de aquello que fuimos capaces de hacer por Chile, pero ahora para seguir transformándolo. Se debe liderar en el futuro un país que busca respuestas asociadas a su calidad de vida, la protección medioambiental, la calidad de los servicios públicos, la defensa del consumidor y sobre todo el bienestar colectivo. Un país que más que progresista o conservador, es un país de gente trabajadora, emprendedora, prudente, solidaria y que quiere ver en sus líderes el mismo espíritu. Que quiere ver a una colación de gobierno amplia y con oferta de futuro. Eso es lo que representó el trabajo comunitario de Orrego, Tohá y Lagos W., que esperamos sea la semilla de una nueva coalición para a un nuevo país. Una generación que se haga cargo del cambio climático de nuestra sociedad.
Resuena en mi mente un recuerdo de mi infancia. Tenía 11 años cuando descendió la “U”. Lo hizo más por errores propios que por la habilidad de los rivales. A esa precoz edad sentí que perdía todo. Lo único que atiné a corear en el estadio fue el himno de una pasión: “volveremos, volveremos, volveremos otra vez, volveremos a ser grandes…”. Una temporada después estábamos otra vez en primera y cuatro años más tarde con un nuevo equipo y una nueva mística; ganamos el torneo nacional. Es hora de empezar a entrenar.