No es justo que quien, desde una visión popular de la política y pagando altos costos políticos y personales para dar lugar a la democracia de los acuerdos por parte del más popular de los Gobiernos de la historia de Chile, sea sindicado como el responsable de la derrota electoral.
Hasta 1973 y durante la dictadura militar, los partidos políticos cumplieron la función sustancial en los movimientos sociales del siglo XX. Simplemente no son posibles de explicar sin los partidos radical, democratacristiano, socialista y comunista de Chile.
Bajo el sistema electoral vigente desde 1989, la actividad política se concentra en gobernar o en aspirar a gobernar, ello por obra y gracia de los incentivos y la falta de competencia del sistema binominal.
No es justo que quien, desde una visión popular de la política y pagando altos costos políticos y personales para dar lugar a la democracia de los acuerdos por parte del más popular de los Gobiernos de la historia de Chile, sea sindicado como el responsable de la derrota electoral.
Si usted revisa los resultados de las elecciones presidenciales, comuna por comuna, desde 1990, puede decir sin dudas que los pobres votan por la izquierda y los ricos por la derecha. Ello es así hasta hoy y la diferencia que permitió el triunfo de la derecha en la última elección, pasa por algunas comunas no ricas en las cuales ese conglomerado ganó. Revise los resultados de las elecciones de esta segunda vuelta presidencial en Renca y Vitacura y verá un palmario ejemplo de esto.
Gobernar con vocación popular -desde la visión de una sociedad de derechos y garantías, en que la libertad es precisamente un derecho y no el triunfo de los intereses de quienes están mejor dotados de talento y recursos- para partidos con histórica vocación popular ha significado transar en un nuevo estado de compromisos y en el contexto de una sociedad desmovilizada y sin vínculos estrechos con el sistema institucional. Y no ha sido poco. El éxito político sostenido y la emergencia del problema que supone la desigual distribución de la riqueza en la agenda de la campaña presidencial anterior y de la protección social y regulación de los mercados en las políticas concretas del último gobierno concertacionista, son cambios certificados por la popularidad de la primera militante socialista que accede a La Moneda desde Salvador Allende.
Este hecho es de una connotación histórica indudable. Después de Bachelet, no hay vuelta atrás en materia de protección social sin un duro escrutinio social y político, no hay posibilidad de concebir la libertad en los mercados como una herramienta de poder de quienes tienen mejor posición en ellos. Esa ha sido una conquista de los mismos partidos de la reforma agraria, de la chilenización y nacionalización del cobre, de la revolución en libertad y de la vía chilena al socialismo. La candidez ha dado lugar al realismo, el avanzar sin transar se ha convertido en avanzar responsable y democráticamente.
Por eso no es justo que quien, desde una visión popular de la política y pagando altos costos políticos y personales como Camilo Escalona, para dar lugar a la democracia de los acuerdos por parte del más popular de los Gobiernos de la historia de Chile; quien puso por encima de los intereses partidarios la unidad de la Concertación (sí, vea en la prensa de la época, Camilo y el PS querían primarias abiertas) sea sindicado como el responsable de la derrota electoral.
La tarea y la autocrítica de los partidos de la Concertación, si se quiere defender la tarea realizada, está inscrita en la historia republicana de los partidos populares: unidad (sin la cual no hay influencia concreta en un sistema altamente institucionalizado como el chileno) y vocación popular (vínculo intenso con los movimientos sociales, única manera de renovar la política y rescatarla de la endogamia juvenil que la amenaza).
Por eso, si Camilo renuncia, tendrán que tenerlo cerca, para pedirle un par de tips.