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El Horno está para bollos…

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Sebastián Bowen
Por : Sebastián Bowen Director ejecutivo Déficit Cero.
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¡Qué distinto sería el arrastre de los partidos si Orrego, Tohá y Díaz fueran sus dirigentes! De hecho los tres representan esta identidad común, más acorde con sus pares generacionales que con sus compañeros y camaradas dirigentes actuales.


Si la Concertación hace un par de años hubiera dado la posibilidad de adherirse o inscribirse como militante “concertacionista” sin la necesidad de adherir a un partido político, yo habría ingresado, y creo que no habría sido el único. Mucha gente se sentía identificada con la Concertación pero no era capaz de identificarse con uno de los cuatro partidos.

Me cuesta entender la razón por la cual esto no se hizo pero creo que habría sido una inteligente jugada política, con la necesaria orgánica e institucionalidad habría traído buenos dividendos.

Y es que la Concertación en su historia gubernamental ha logrado levantar un sustrato común más fuerte que la identidad partidaria. Entiendo que hay tradiciones, los hijos de Frei Montalva y los de Allende, los socialdemócratas y los socialcristianos, liberales y conservadores. Sin embargo, guardando el debido respeto, esas diferencias y tradiciones a la luz de los últimos 20 años comienzan a carecer de sentido para las generaciones emergentes cuando se trata de definición política. De alguna manera la Concertación consolidó una matriz reformista, democrática, solidaria, garantista, fiscalmente responsable e institucionalmente muy trabajada que hizo que los partidos quedaran subsumidos en una identidad más fuerte.

[cita]¡Qué distinto sería el arrastre de los partidos si Orrego, Tohá y Díaz fueran sus dirigentes! De hecho los tres representan esta identidad común, más acorde con sus pares generacionales que con sus compañeros y camaradas dirigentes actuales.[/cita]

Esto no es casualidad, se da en un contexto de creciente desgaste de los partidos ante la ciudadanía, siguiendo la tesis que plantea que el pueblo chileno tiene dos visiones frente a la coalición, una muy buena (la de gobierno), una muy mala (de los partidos políticos).

Mientras exista un gobierno, la situación no hace catarsis, pues hay una casa donde llegar. Todos aquellos que nos identificábamos con la “Concertación transversal” nos sentíamos representados políticamente por el gobierno. Sin embargo, con la derrota surge un problema: los partidos son incapaces de representar a este grupo, en otras palabras, quedan “huérfanos”.

Por tanto, ¿qué hacer con quienes no se sienten llamados por los partidos políticos actuales pero si por la forma en que se ha construido gobierno? Probablemente, estas personas se reunirán y buscarán actuar de forma conjunta.

Suelen ser menores de 40 años (puesto que los mayores tienen fidelidades más robustas con las tradiciones), por esta razón hacen sintonía con el discurso de la renovación política y se sitúan críticamente ante el anquilosamiento de las dirigencias partidarias. ¡Qué distinto sería el arrastre de los partidos si Orrego, Tohá y Díaz fueran sus dirigentes! De hecho los tres representan esta identidad común, más acorde con sus pares generacionales que con sus compañeros y camaradas dirigentes actuales.

Este grupo es gente que participa, por lo general tiene o tuvo una fuerte participación en iniciativas ciudadanas en distintos ámbitos (social, cultural, académico, digital, etc). Por tanto empatizan con la demanda por una política más ciudadana. Les extraña de manera abrupta la rigidez, la autoridad, la burocracia y la “cupulocracia” existente al interior de los partidos políticos, exigen una adaptación a los nuevos tiempos aún cuando valoran la institucionalidad alcanzada.

Todo lo anterior genera hoy día un escenario propicio para el surgimiento de nuevos movimientos, los cuales navegarán en las aguas turbulentas del 2010 para la centro-izquierda. Y se definirán al tiempo que se redefine la Concertación. Pensar que estos nuevos movimientos son un obstáculo para el desenvolvimiento de los partidos políticos sería una visión cortoplacista, puesto que actuarán como dique para que la gente no se vaya ante la pérdida del gobierno e impregnarán mayores variables de competencia en las estructuras políticas tradicionales.

Estos movimientos estarán forjados sobre la libertad de personas que no tienen el costo de salirse de un partido para formar una nueva estructura política, por tanto, al no tener ataduras, construirán un camino que no solo planteará una nueva forma de hacer política, sino que darán algunas pinceladas, aún prematuras, de una nueva organización del naipe político basado en nuevas identidades. En el 2010, al revés de lo que dice el viejo refrán, el horno está para bollos.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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