Resulta peligroso el oportunismo de algunos políticos de la Concertación que, percibiendo el entusiasmo anti-política con que se recibe al nuevo gobierno, prefieren esconder sus diferencias y ganar unos puntos de imagen personal presentándose con un falso apoliticismo.
Los primeros responsables del desprestigio de la política somos los políticos, pero su exacerbación tiene otras fuentes. En estos días aumenta el entusiasmo de atacar a los políticos y la política Y el entusiasmo politiquero de presentarse como amigo de todos, por acuerdos totales y casi apolítico.
Cuando un directivo concertacionista aprecia la decisión de Piñera de nombrar un ministro que militó medio siglo con nosotros y llama a “interpretar los intentos de Piñera por incorporar a figuras concertacionistas en sus equipos de trabajo como un reconocimiento a la obra de los distintos gobiernos de la Concertación”, lo menos que está haciendo, con su declaración, es un abuso oportunista de falso apoliticismo. A ver si este dirigente se seguiría alegrando si es que desde su partido comienzan a retirarse militantes para sumarse a trabajar con la derecha. Esa declaración de falsa alegría, contribuye a aumentar el desprestigio de la política.
[cita]Resulta peligroso el oportunismo de algunos políticos de la Concertación que, percibiendo el entusiasmo anti-política con que se recibe al nuevo gobierno, prefieren esconder sus diferencias y ganar unos puntos de imagen personal presentándose con un falso apoliticismo.[/cita]
Si el Presidente electo nos sorprendió y ganó esta primera partida, no hagamos malabarismo con la realidad aparentando transformar el revés en victoria. Lo correcto sería reconocer que la operación Ravinet fue un golpe, que nos apena, que analizaremos lo qué ocurrió y que no tenemos rencor. Pero eso de “hacerse el leso” es parte de nuestra insuficiencia en la verdad que tanto exige la gente a la política.
Así no nos extrañemos del rechazo del ciudadano a la política y de su idea que cualquiera que gobierne le da lo mismo. La sentencia vulgar de “yo tengo que trabajar igual” sólo puede surgir de la ignorancia o del olvido de quien tuvo que trabajar con una u otra legislación laboral o quien jubiló con uno u otro sistema de pensiones, con uno u otro modelo de crecimiento, todo lo cual fue debatido y a veces votado desde las diferentes posturas políticas con que miramos de modo distinto el país.
El falso apoliticismo supone que da lo mismo que gobierne “Chana que Juana” porque lo importante sería que gobiernen los inteligentes, los que demostraron capacidad en lo suyo. Como si el progreso fuera apolítico y como si la política no fuese fuente del ordenamiento del país, de su dirección, de las políticas públicas, las normas, el cumplimiento de las mismas, el rigor de la institucionalidad pública.
El espíritu patriótico y la buena voluntad que puede inspirar a cualquier sector de la política para gobernar no se expresa en iguales propuestas.
Pensamos distinto a Chile porque materias tan complejas generan inevitablement , en la historia de la humanidad,variadas soluciones y distintos diagnósticos del por qué de los males. Por eso nos diferenciamos. Por eso hay desacuerdo, debate y decisión por votación. No basta ser inteligente para proponer lo correcto. La política ofrece la oportunidad de decidir por las diferencias. Y hay que hacerlo en serio. Sin la hipocresía del apoliticismo oportunista con que a veces se presenta el político y que confunde al ciudadano. Por eso vale la pena registrar el desacuerdo y su derecho a luchar por otra postura. No hay nada más antidemocrático que las decisiones por aclamación donde nunca se sabe cuanto pesa el que disiente sugiriendo su anulación por inexistencia.
Los políticos tomamos “partido” , respecto a cómo lograr el bien del país .
Por eso resulta peligroso el oportunismo de algunos políticos de la Concertación que , percibiendo el entusiasmo anti-política con que se recibe al nuevo gobierno, prefieren esconder sus diferencias y ganar unos puntos de imagen personal presentándose con un falso apoliticismo. Ese oportunismo también desprestigia a la política.
No es sólo la ciudadanía o la prensa las que avivan el desprestigio de la política sino que a menudo lo hacen nuestras propias prácticas viciosas.
Todos deberíamos cuidar la política por el bien de Chile. La política decide procesos de dirección. Existe por acción o inacción , pero siempre existe .Ayudar a desprestigiarla no le sirve a Chile. La conducción del país se hace en gran parte por parte de quienes ,en democracia, recibimos el mandato popular. Los países no se administran solos. Avivar el desprestigio de la política no la mejorará. Sería bueno que tengamos en cuenta que cuando a los países se les echa a perder la política, se le echan a perder las reglas del juego y entonces se echa a perder el país. Experiencias ha habido varias.