En Valparaíso, en los terremotos del 62 y del 72 los militares coparon rápidamente el centro devastado del puerto y patrullaron los cerros porteños. Fueron fundamentales en la distribución de agua, alimento y primeros auxilios en los cerros.
Soy hijo de una familia de uniformados. Mi padre fue marino. Mi madre trabajó tres décadas en el Hospital Naval de Valparaíso. Mi hermano fue miembro de la Armada. Fui el único de la familia que escogió un camino distinto al del uniforme, por mucho que mi padre así lo deseaba, pero finalmente estuvo orgulloso de mis decisiones.
Mis padres ya no están con nosotros desde hace varios años. Pero desde muy niño, nacido y criado en Valparaíso, ciudad de temblores permanentes, tormentas de viento e incendios de bosques, fuimos educados e instruidos tanto en la Escuela Básica, como en el Liceo Fiscal de Playa Ancha y por nuestros padres acerca del comportamiento de estos fenómenos naturales. Por eso los porteños somos también hijos del rigor y siempre hemos sabido que después de un gran terremoto, existe el claro y absoluto peligro de marejadas o tsunamis. En el puerto le llamamos “salida de mar”…
[cita]En Valparaíso, en los terremotos del 62 y del 72 los militares coparon rápidamente el centro devastado del puerto y patrullaron los cerros porteños. Fueron fundamentales en la distribución de agua, alimento y primeros auxilios en los cerros.[/cita]
Nosotros vivíamos en Playa Ancha, en el Cerro Toro hasta 1970. Ahí, siendo niño, en 1965 experimenté el primer gran terremoto de mi vida y desde el patio de la casa porteña, junto a otros vecinos, contemplé entre asustado y horrorizado, cómo caían casas desde los cerros y las calles se partían y los techos volaban….En 1971 viví la experiencia de un nuevo terremoto. Y en 1985 una nueva crisis me sorprendió en el Cajón del Maipú. Ninguna de estas experiencias logró allegar una sensación mayor de pánico, asociado a la idea de que la vida podía terminar en medio de escombros como fue en este reciente sismo. La Comuna de La Florida, donde vivo actualmente desde 1987, soportó adecuadamente este mega impacto, pero la terrible experiencia de esa madrugada del 27 de Febrero es imborrable, fundamentalmente por la prolongada duración del fenómeno. La casa temblaba y crujía; las cosas caían produciendo un inmenso desorden…En unos segundos pensé que toda la estructura cedía….Estábamos, con mi familia, al borde del pánico total….
Comprendo muy bien, entonces, lo acontecido con otros miles de compatriotas. No logro imaginar de manera suficiente lo que vivieron aquellas personas que junto a sus seres queridos enfrentaron mayores tragedias. Sólo siento tristeza por su sufrimiento y por las consecuencias posteriores. Y me indigna la miseria de algunos buscando aprovecharse de esta situación trágica. Y para ellos no hay perdón.
En tiempos de catástrofe hay una experiencia absolutamente normal y aceptada en nuestro país: las FF.AA. siempre están listas para actuar con muy poco tiempo. Lo sé por mi aprendizaje en medio de una familia de marinos. En Valparaíso, en los terremotos del 62 y del 72 los militares coparon rápidamente el centro devastado del puerto y patrullaron los cerros porteños. Fueron fundamentales en la distribución de agua, alimento y primeros auxilios en los cerros. La gente, en medio de la tragedia, confía en sus FF.AA. y les agradece su despliegue. No se espera de ellos un comportamiento autoritario, salvo en los casos extremos de proteger la seguridad de las personas y cuidar a la comunidad en medio de la catástrofe y para eso el toque de queda e incluso el Estado de sitio son decisiones absolutamente legítimas. Cabe recordar que la doctrina internacional en materia de Derechos Humanos, admite como válida la suspensión transitoria de los derechos civiles y políticos en casos de emergencia nacional por catástrofes de magnitud.
Por eso es comprensible que a las pocas horas de esta tragedia del 27 de febrero, muchos chilenos esperábamos ver a nuestras FF.AA. con muy pocas horas desplazados en las calles y poblaciones, especialmente en las zonas de tragedia. Pero ello no ocurrió, y el domingo 28 observamos con espanto, en los canales de televisión, las imágenes de desmanes, robos y pillajes imperdonables en medio de una auténtica despoblada, con grave detrimento de la imagen de país. Lo evidente se comprobó después: las FF.AA. y de orden, más Carabineros y la PDI son soportes fundamentales ante cualquier catástrofe de proporciones como la vivida. La demora en resolver la acción militar en tareas preventivas, de seguridad y orden público, en las horas inmediatas a la tragedia es un tema a reflexionar para sacar lecciones, especialmente si dicha demora –como señaló el Ministro Bitar- se relacionase con un inaceptable “pudor ideológico”….
Comparto esta experiencia más allá de las frases retóricas de que Chile es un país sísmico y que todos los chilenos somos solidarios y que nos vamos a poner de pié y vamos a enjugar las lágrimas…. Chile tiene instituciones sólidas y organizaciones preparadas para actuar de inmediato ante una emergencia, pero ello obedece a las decisiones que deben ser adoptadas con inmediata prontitud.
En otro aspecto también es importante destacar que Chile experimentó uno de los más grandes terremotos en la historia última de estas catástrofes y gran parte del país resistió el impacto y que la cantidad de víctimas es menor a lo que pudiese esperarse. Entonces el país ha estado preparado estructuralmente para soportar el hecho de no quedar totalmente derrumbado. Esto puede ser fortalecido a futuro con intensas campañas de educación cívica y con un estándar técnico más avanzado y sobre todo, con decisiones que sean tomadas en el momento preciso.