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Qué se juega en la elección de RN

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Cristóbal Bellolio
Por : Cristóbal Bellolio Profesor de la Universidad Adolfo Ibáñez.
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Monckeberg y compañía aprovechan de diferenciarse. En lo sustantivo, representan una corriente que aspira a moverse más hacia el centro y a marcar las diferencias con el gremialismo. La idea es satisfacer la demanda más “progresista” de la centroderecha. Si no lo hacen ellos, están conscientes, otros lo harán. Desde La Moneda son vistos con buenos ojos: tienen una agenda funcional al piñerismo y sin muchos nombres para hacerle sombra.


Mañana sábado, los militantes de Renovación Nacional, con la democrática fórmula de “una persona, un voto”, concurrirán a las urnas para elegir a sus nuevas autoridades 2010-2012. Los ojos, evidentemente, están puestos en la elección de su directiva nacional. ¿Qué se juega realmente en las internas RN?

El actual timonel, Carlos Larraín, defiende el puesto. A su favor tiene una conducción histórica: de sus filas salió el actual Presidente de la República. No es un dato menor. Ni Jorge Alessandri, el último mandatario de derecha electo en Chile, militaba en un partido de su sector. Sería excesivo extenderse más allá: todos sabemos que Piñera estaba en carrera desde antes y probablemente habría conseguido sus objetivos con o sin Carlos Larraín. Pero la capacidad de entendimiento que logró este último con sus aliados de la UDI es sin duda meritoria. Con él, podemos hablar de un antes y un después en las relaciones entre los partidos de la Alianza.

[cita]Si gana Larraín se estará premiando un período vistoso, se estarán pagando los favores y las lealtades de muchos, y se estará invirtiendo en una sana convivencia al interior de la coalición oficialista.[/cita]

Finalmente, hay que reconocer que su empecinamiento en fortalecer algunos pingos en las municipales y en las últimas parlamentarios dio fruto. El caso de Chahuán es el más sonoro. Don Carlos apostó (y fuerte) en la Quinta Costa. RN le debe ese y varios otros golpes. Si a eso se le suma una especie de agradecimiento transversal por haber “ordenado el partido”, es indesmentible que su gestión estrictamente partidaria cosecha más goles convertidos que recibidos.

El retador es el diputado Cristián Monckeberg. Su bandera es la renovación de los cuadros dirigentes, subiéndose al carro del eje semántico de la campaña presidencial. Lo acompaña justamente una nueva patrulla juvenil (Godoy, Rubilar), que acaba de recibir el apoyo explícito de la vieja patrulla juvenil de Allamand y Espina. A eso le suma un cierto tinte liberal que contrasta con el proverbial conservadurismo de Don Carlos. Cada vez que éste desatina con opiniones políticamente incorrectas (como las últimas respecto a la homosexualidad), Monckeberg y compañía aprovechan de diferenciarse.

En lo sustantivo, representan una corriente que aspira a moverse más hacia el centro y a marcar las diferencias con el gremialismo. La idea es satisfacer la demanda más “progresista” de la centroderecha. Si no lo hacen ellos, están conscientes, otros lo harán. Desde La Moneda son vistos con buenos ojos: tienen una agenda funcional al piñerismo y sin muchos nombres para hacerle sombra.

Si gana Larraín se estará premiando un período vistoso, se estarán pagando los favores y las lealtades de muchos, y se estará invirtiendo en una sana convivencia al interior de la coalición oficialista (lo que no es poco para tiempos tan erráticos). Si gana Monckeberg el desafío es otro: reconfigurar políticamente el partido abordando el centro liberal y abandonando los lastres autoritarios y conservadores que aún subsisten en RN (lo que es bastante ambicioso pero a la vez más visionario). Para ambos, en todo caso, la tarea pendiente es la formativa: haciendo una analogía futbolística, la UDI sigue la filosofía del Barcelona y RN se comporta como el Real Madrid. Mientras los primeros se alimentan permanentemente de su cantera con excelentes resultados electorales, los segundos esperan reclutar nombres ya consolidados confiando en las redes de su dirigencia.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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