Valdría la pena invertir energía y recursos en mejorar los servicios en los hospitales públicos. De lo contrario llegará un momento en que los gastos empezarán a duplicarse.
El ministro de Salud sale a comprar por estos días prestaciones con precio conocido al sector privado prestador, vía licitación, lo que es visto como la etapa previa al “bono AUGE” prometido en campaña por el Presidente Piñera. Esto, según se explica, es mucho mejor que seguir comprando en las condiciones actuales, con poco control sobre los precios a pesar de los volúmenes. Suena razonable.
Razonable porque los precios serán conocidos y, por sobre todo, razonable para cumplir con los ciudadanos, según se desprende de la política pública con enfoque de derechos que está vigente en el sector de la salud en Chile, a consecuencia de la reciente reforma. Si a lo anterior se agregan los grados de incumplimiento detectados, aquella parece ser una solución eficaz para los beneficiarios del sector público y desafiante y fructífera para un gobierno de 4 años.
También tiene ventajas en el corto plazo para los propios hospitales públicos, en la medida que la demanda insatisfecha deja de golpear en sus puertas y FONASA se hace cargo. Sin embargo, parados desde el Ministerio de Hacienda y con una perspectiva país de largo plazo, valdría la pena invertir energía y recursos en mejorar también los servicios en los hospitales públicos. De lo contrario llegará un momento en que los gastos empezarán a duplicarse, pues mientras la compra de prestaciones al sector privado aumente por una parte, por otra se continuará financiando la operación de los hospitales, que depende marginalmente de sus niveles de producción. Y el presupuesto para ambas cosas es uno solo.
[cita]Valdría la pena invertir energía y recursos en mejorar los servicios en los hospitales públicos. De lo contrario llegará un momento en que los gastos empezarán a duplicarse.[/cita]
Simultáneamente aumentarán las expectativas de calidad de atención de los ciudadanos, quienes esperarán de los hospitales públicos más y mejores servicios, oportunidad en la atención y buen trato, pues la propia compra a privados habrá instalado un referente al tiempo que el marco presupuestario habrá instalado una limitación.
Servir la deuda vencida de los hospitales públicos y prevenir su reproducción abordando el factor estructural, eliminar las listas de espera y la saturación de los servicios de urgencia, mejorar sustantivamente el sistema de gobierno de los hospitales y su gestión, incorporar y mantener a los especialistas faltantes –incentivos mediante-, materializar las cuantiosas inversiones pendientes para funcionar y de paso cumplir con las garantías de calidad acreditables, hacer pleno uso de las instalaciones existentes y hacer operar anticipativamente a toda la red asistencial, son todos ellos desafíos de marca mayor, que tomará tiempo materializar.
Pero aún cuando no dé frutos en el corto plazo, la apuesta por los hospitales públicos parece ineludible y es necesario ponerse a trabajar en eso desde ya, porque muy pronto el largo plazo también se hará corto para todo lo que es necesario hacer. El momento óptimo para dar inicio a este proyecto es ahora mismo.
El gobierno tiene, entonces, dos vertientes para el desarrollo estratégico del sector: una de corto plazo, que genera condiciones básicas de factibilidad técnica, política y social y, otra de largo plazo, que determina en gran medida la sustentabilidad del sistema. En la transición deberá estar atento a los brotes de descontento ciudadano y cuidar la imagen de ingobernabilidad hospitalaria que surgirá de la casuística de problemas y denuncias a que nos hemos venido habituando en los últimos tiempos.