¿Sus palabras carecían de una mínima estructura. No sabemos si ello obedece a la improvisación pero lo cierto es que era un “de chincol a jote”, sin señalamiento de prioridades. ¿Será tan difícil para un Presidente que se ufana de moderno, doctorado en Harvard, tener a la vista algunos ejemplos como los que provee la Unión Europea en materia de igualdad de género?
El gobierno recibió un baño de autoestima gracias al hallazgo con vida de los 33 mineros y la posterior gesta de su rescate. Si bien enfrenta múltiples tensiones, siendo la más dramática la huelga de 32 comuneros mapuches, avanza sin mayores titubeos aunque ello suponga saltarse a la torera instituciones y procedimientos, como lo corroboró la intervención presidencial en el caso Barrancones.
Pero hay un ámbito en el que el gobierno está desnortado. Nos referimos a la agenda de género. Nos habíamos acostumbrado a que los gobiernos de la Concertación asumieran compromisos como la igualdad de oportunidades y la transversalidad de género en el Estado, instalando políticas y programas en interlocución con el movimiento de mujeres. Ello no fue siempre ni fácil ni fluido, incluso más lento de lo esperado, pero sí incremental y consistente mediante la consideración de las mujeres como sujetos de derechos. Pero hoy, a seis meses de asumido el nuevo gobierno, se han acumulado indicios que alimentan los temores de un posible retroceso. Está todavía en la retina el guiño a la agenda valórica tradicional de la UDI, en el discurso del pasado 21 de mayo, con su énfasis en aquella familia que ya solo va quedando en los libros de cuentos por cuanto hoy hay una mayor aceptación de su diversidad. Posteriormente, tuvieron lugar una seguidilla de eventos que parecieran algo más que “tonteras”, por su contenido y su sistematicidad: las desafortunadas declaraciones de la directora de la Junji y su estatua de la Virgen en el frontis de la institución, el memorándum sobre abstinencia sexual del Sernam y el instructivo del Coquimbo acerca del vestir con decoro
Todo ello alimentó inusuales expectativas ante el discurso del Presidente Piñera en el último almuerzo anual de Comunidad Mujer. Aseguró, ante tan distinguido auditorio, que no habría retrocesos. Pero el respiro de alivio inicial dio paso, a medida que hablaba, a la zozobra. ¿Por qué? En primer lugar, porque sus alusiones a los temas de género no logran evitar el chistecito fácil que, alguien debiera decírselo, revelan inconciencia acerca del poder de las palabras que pronuncia la primera autoridad del país. Para más añadidura, lo hace de tal forma que termina por reforzar los estereotipos sexistas vigentes. Es en este punto donde resulta imposible no añorar la posibilidad de tener a un primer mandatario con convicción básica acerca de la igualdad de género, alguien así como un Rodríguez Zapatero austral, que ha acuñado frases célebres tales como “no seremos todos, si no están todas” o “más conservador es un lugar, cuantas menos mujeres hay”.
[cita]¿Sus palabras carecían de una mínima estructura. No sabemos si ello obedece a la improvisación pero lo cierto es que era un “de chincol a jote”, sin señalamiento de prioridades. ¿Será tan difícil para un Presidente que se ufana de moderno, doctorado en Harvard, tener a la vista algunos ejemplos como los que provee la Unión Europea en materia de igualdad de género?[/cita]
Por otra parte, sus referencias bíblicas ya son un clásico. Pidiéndole aprobación al padre Montes, presente en el almuerzo, recordó aquello de “Multiplicaré tus sufrimientos y miserias en tus preñeces; con dolor darás a luz a tus hijos; necesitarás a tu marido y él te dominará”. ¿No habría frases más felices para graficar los progresos que ha experimentado la condición de las mujeres desde esos inmemoriales tiempos?
En tercer lugar, sus palabras carecían de una mínima estructura. No sabemos si ello obedece a la improvisación pero lo cierto es que era un “de chincol a jote”, sin señalamiento de prioridades. ¿Será tan difícil para un Presidente que se ufana de moderno, doctorado en Harvard, tener a la vista algunos ejemplos como los que provee la Unión Europea en materia de igualdad de género, de forma de entregarle un cierto orden a su discurso?
Pero lo inquietante no descansa tanto en su desorden o en la falta de conciencia acerca de sus efectos, sino en ciertas afirmaciones que no se pueden mirar livianamente. Para muestra un botón: “No puede ser que el triunfo de la mujer termine siendo la derrota de la familia”, “quiero agregar acá que muchas veces la violencia contra los niños proviene de las propias mujeres. La estadística muestra que la violencia contra los niños no hace distinción entre si es del padre o es desde la madre, es prácticamente equivalente. Y, por tanto, en cierta forma, la mujer es víctima y a veces también es victimaria en materia de violencia intrafamiliar” o “la relación que existe entre familia y pobreza, entre familia y delincuencia, entre familia y educación y entre familia y felicidad, creo que es algo que está muy acreditado en todos los estudios, tanto teóricos como empíricos que yo he tenido la oportunidad de conocer”.
Una lectura cuidadosa, y teniendo a la vista lo sucedido en otras latitudes, confirma que el fenómeno denominado “posmachismo” o un “neomachismo” que ya fue detectado en España por el doctor Miguel Llorente en su libro “Los nuevos hombres nuevos. Los miedos de siempre en tiempo de igualdad”, ya está aquí. En él, sostiene que el género masculino ha urdido nuevas trampas para defender su posición de poder y éstas se basan en los supuestos problemas que la incorporación de la mujer en la vida activa ha tenido, sobre todo, en el ámbito de las relaciones familiares. Es, según él, una nueva ideología que se caracteriza por tener miedo a la igualdad, pero con nuevos discursos y contenidos. En su difusión, las mujeres pueden ser muy eficaces. Basta escuchar a la Ministra del Sernam con relación al porcentaje de jefas de hogar en situación de indigencia ya que, en un extraño cóctel, mezcla causas con consecuencias, estableciendo relaciones espúreas al señalar, como explicaciones, el debilitamiento de la familia y las elevadas tasas de desempleo.
Pero el “posmachismo” no solamente busca hacer responsables a las mujeres por los graves problemas de convivencia que surgen como consecuencia de la necesidad de ser consideradas libres e iguales. También las emprende contra las feministas, caricaturizándolas de distintas formas. En ese marco, se entiende la afirmación de las nuevas autoridades del Sernam quienes, al asumir, anunciaron que “ahora llegaban mujeres a las que les gustaban los hombres”. La idea, a fin de cuentas, es demonizarlo y demonizar, de paso, a todas aquellas que lucharon por terminar con la odiosa distinción entre los hijos, por el fuero maternal para las trabajadoras de casa particular, por eliminar la exigencia del test de embarazo para postular a un trabajo y por enfrentar el acoso sexual en ese mismo espacio, por la consideración de la diversidad de hogares y el reconocimiento de la jefatura femenina de hogar, por una reforma previsional con perspectiva de género, por la visibilidad y castigo de la violencia intrafamiliar, entre otros.
Hay que observar al “posmachismo” con cuidado. Por un lado, encuentra un terreno cultural propicio, con medios de comunicación particularmente inclinados a las disposiciones que promueve y con mujeres particularmente felices de alimentarlo. Por lo mismo, pareciera ser algo más complejo bajo las superficiales proclamas de reducción de las mujeres a su condición de madres o el descanso sobre sus hombros de la resolución de todos los problemas de la “patria”.