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Bielsa, un loco romántico

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Teresa Marinovic
Por : Teresa Marinovic Licenciada en Filosofía.
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Hay rumores fundados de que el Presidente habría intervenido en la elección. No sólo manifestando su opinión o su preferencia -lo cual ya sería discutible- sino moviendo hilos para que su propia opción fuera la ganadora.


Además de loco, Bielsa es mucho más argentino de lo que parece. Ningún chileno sería tan desafiante con la institucionalidad ni tan romántico como lo es él.

Ciertamente, desde el punto de vista de las formas, la conferencia de prensa de Bielsa es bien discutible. Se trata de un empleado de la ANFP que interviene en medio de un proceso eleccionario aparentemente legítimo para manifestar su preferencia. En ese espacio, además de hacer críticas severas a un candidato,  condiciona su continuidad a los resultados de la elección.

Curioso, por decir lo menos, para el chileno formalista a quien este tipo de actitudes le resultan chocantes; independientemente de la intención que tuviera Bielsa, es un hecho que sus opiniones tienen un peso social significativo.

No es justo, sin embargo, calificar su intervención en el proceso desatendiendo al contexto dentro del cual ella se produjo. A mi juicio, el contexto no sólo exculpa a Bielsa sino que lo dignifica.

[cita]Bueno sería que los chilenos fuéramos capaces de darle a nuestro formalismo el contenido que es capaz otorgarle algo de sentido. Por lo visto este proceso ha dejado al descubierto que se cuida lo primero y se desatiende por completo lo segundo.[/cita]

En primer lugar, porque hay rumores fundados de que el Presidente habría intervenido en la elección. No sólo manifestando su opinión o su preferencia -lo cual ya sería discutible- sino moviendo hilos para que su propia opción fuera la ganadora. Dos formas de intervención. Sólo que la de Bielsa es abierta y se explica por su necesidad de defender lo que a todas luces ha sido un buen trabajo. Y la otra es oculta y tiene el agravante de que plantea serias dudas acerca de una visión monopólica del poder.

Por otra parte, es un hecho de que los votantes ya habían empeñado su palabra ¿Qué no les reconozco su derecho a cambiar de opinión? Por supuesto que sí, pero hay circunstancias que hacen sospechoso este cambio. Por de pronto y si de elecciones se trata, yo no apoyo incondicionalmente un proyecto que no me satisface. En el mejor de los casos, apoyo condicionadamente a que no se presente una mejor opción y la busco. Asumiendo que ya di mi palabra y que se presenta una alternativa que me satisface más, estoy obligado moralmente a plantear el cambio de condiciones a aquel con quien ya me comprometí. Es decir, a darle la primera opción. Eso simplemente no se hizo y en este caso era de mínima lealtad con quien había hecho un buen trabajo.

Esta situación, de falta de caballerosidad y de ingratitud de parte de los votantes fue, a mi juicio, una de las cosas la que puso a Bielsa entre la espada y la pared. La que lo movió a hacer algo inédito pero de justicia, aún cuando finalmente resultara ineficaz.

Bielsa es un loco, es cierto; no opera con la lógica del formalista ni con el pragmatismo de los que se rinden ante el poder. Es un argentino, un transgresor de las formas y del protocolo, pero cuando hay ideales y principios de por medio.

Bueno sería que los chilenos fuéramos capaces de darle a nuestro formalismo el contenido que es capaz otorgarle algo de sentido. Por lo visto este proceso ha dejado al descubierto que se cuida lo primero y se desatiende por completo lo segundo.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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