Si la economía sigue “anclada” en las mismas actividades y no transita por la senda de la innovación y el desarrollo, no podemos pretender mejorar la calidad del empleo. Es la definición de locura de Einstein: “Hacer siempre lo mismo y esperar resultados diferentes”.
La situación general del empleo ha mejorado a la par de la recuperación económica. Como sabemos, el cambio de metodología del INE no nos permite comparar las cifras que esta entidad nos acaba de entregar respecto a igual período del año anterior, pero si comparamos el primer trimestre con el tercero de este año, vemos que la tasa de desocupación ha bajado en un punto porcentual y que hay 287 mil ocupados más. Las estimaciones de la Universidad de Chile para el Gran Santiago, que permiten comparar con años anteriores, son coincidentes con esta positiva evolución, a pesar de que en la presentación de resultados fueron muy claros en señalar que la tasa de desocupación sigue siendo mayor al período anterior a la crisis.
En este positivo escenario, dos aspectos merecen ser relevados: el subempleo y la situación de los jóvenes.
Una de las preocupaciones que persiste es el elevado número de trabajadores con jornadas inferiores a las 30 horas y que quisieran tener empleos de mayor extensión. Se trata de 867 mil trabajadores que se están declarando “subempleados”. Lo preocupante es que el empleo “voluntario” ha aumentado en el año en un 2,6%, mientras que el “involuntario” lo ha hecho en un 16,6%. Tal como lo hemos señalado en columnas anteriores, si la economía sigue “anclada” en las mismas actividades y no transita por la senda de la innovación y el desarrollo, no podemos pretender mejorar la calidad del empleo. Es la definición de locura de Einstein: “Hacer siempre lo mismo y esperar resultados diferentes”.
[cita]Si la economía sigue “anclada” en las mismas actividades y no transita por la senda de la innovación y el desarrollo, no podemos pretender mejorar la calidad del empleo. Es la definición de locura de Einstein: “Hacer siempre lo mismo y esperar resultados diferentes”.[/cita]
Si lugar a dudas, es en el desigual acceso al mercado del trabajo donde reside la principal fuente de la mala distribución del ingreso de la cual nos avergonzamos los chilenos en cada oportunidad en que se publican comparaciones internacionales.
Dentro de ese cuadro, la situación de los jóvenes de 15 a 24 años muestra una evolución particular que vale la pena analizar. Mientras los trabajadores ocupados mayores de 25 años aumentaron en más de 300 mil entre el primer y el tercer trimestre, el número de jóvenes ocupados disminuyó en 16 mil. Aún más impactante es observar que en el segmento de 15 a 19 años hay 50 mil ocupados menos. En mi opinión, lejos de ser preocupante, estas cifras pueden estar reflejando una tendencia muy favorable: al aumentar los empleos de adultos, muchos de ellos jefes de hogar, aumentan los ingresos familiares y disminuyen los incentivos a que jóvenes menores de 20 años se integren a la fuerza de trabajo. De hecho, durante el año, 74 mil jóvenes de entre 9 y 19 años se han retirado de la fuerza de trabajo. Esto permitió que la tasa de desocupación para ese segmento de edad cayera en casi 3 puntos. Sólo un análisis detallado de estas cifras en el tiempo, donde se puedan despejar tendencias, podrán aclarar el punto. En todo caso, el objetivo es que esos jóvenes permanezcan en el sistema escolar o en el de educación superior, de modo de retardar su inserción laboral hasta cuando hayan adquirido más competencias técnicas y personales.
Desgraciadamente, no podemos confiar en que sólo el crecimiento va a solucionar por si solo el endémico problema de empleabilidad juvenil. En Chile hay unos 120 mil jóvenes en edad escolar que están fuera del sistema. Gran parte de ellos no volverá a una sala de clases “tradicional”. Es urgente poder ofrecer a esos jóvenes alternativas de formación que sean coherentes con su perfil, que faciliten su permanencia en el sistema y que les ofrezca una preparación adecuada para integrarse al mundo del trabajo.
El “Programa de formación en oficios para jóvenes” y el “Programa Jóvenes del Bicentenario”, ambos de SENCE, constituyen herramientas importantes en esta dirección. Sin embargo, su alcance es limitado. Como sabemos, los empleadores declaran a menudo que evitan contratar jóvenes debido a que no cuentan con experiencia… Si no les dan trabajo, ¿cómo la obtendrán? Por eso es importante complementar dichos programas con cambios en la legislación que incentiven la contratación de aquellos que buscan su primer empleo, disminuyendo las exigencias para el empleador y entregando acceso a capacitación y orientación laboral a los jóvenes. El gobierno anunció este proyecto de ley para este mes, con el apoyo de la CUT y de los gremios empresariales. Esperemos que eso ocurra así y que el Parlamento pueda llegar a acuerdos con rapidez.