Hay un grupo de electores que difícilmente esté plenamente “convertido” a la derecha y, en tal sentido, no es descartable que pueda cambiar nuevamente de opinión en 2013.
La Concertación aún no se recupera de la derrota. El debate gira en torno a la posibilidad de volver al poder en un plazo breve, aunque algunos ya auguran un período de 8 años como mínimo en la oposición. Esta discusión retrotrae al análisis de los resultados de la elección presidencial de 2009/2010. La tesis más popularizada indica que la Concertación perdió debido al cuestionado proceso de primarias. Adicionalmente, y como la Concertación fue derrotada por sólo 3 puntos, entonces la diferencia sería marginal y perfectamente remontable más aún si Bachelet goza de tan amplia popularidad. Según los datos de la encuesta UDP de 2010, más del 40% la quiere de regreso a la Presidencia.
Quedarse con estas explicaciones no contribuye a entender los factores que incidieron en su derrota. Las primarias no son la causa central del resultado. Incluso, las primarias pueden ser vistas más como el efecto de la crisis de los partidos que como una causa de lo sucedido en las presidenciales 2009/2010. Pero entonces, ¿por qué perdió la Concertación?
En primer lugar, la Concertación debió sufrir dos derrotas antes de dejar el poder. Pocos se acuerdan, pero en 1999 la Concertación fue seriamente desafiada por Lavín en los sectores populares. Lagos bajó sustancialmente la votación histórica del pacto en comunas de bajo IDH (Índice de Desarrollo Humano). Esa fue la primera gran derrota, convirtiendo a las presidenciales de 1999 en una elección clave. De ahí en adelante los resultados serían considerablemente más estrechos que en las elecciones de los ‘90. Parte de los segmentos sociales cautivos de la Concertación apoyaron al representante de la UDI. Pero si 1999 fue la elección crítica, ¿por qué la alternancia no se dio en 2005? La respuesta es sencilla. Ese año todo estaba listo para que la Concertación perdiera el poder. Gracias al desempeño de Lavín, la Alianza había estrechado la competencia tanto en las municipales 2000 como en las parlamentarias 2001. No obstante, la coalición de gobierno tomó una importante decisión de corto plazo. Presentó a una mujer como candidata a la presidencia y, más encima, lejana o distante de los partidos. Esta jugada retrasó la caída de la Concertación, pero también dio crédito a otro antecedente. Los candidatos presidenciales de la Alianza (sumados) superaron la votación de Bachelet.
[cita]Hay un grupo de electores que difícilmente esté plenamente “convertido” a la derecha y, en tal sentido, no es descartable que pueda cambiar nuevamente de opinión en 2013.[/cita]
Un detalle no menor de las presidenciales 2005, y ciertamente muy poco estudiado, es el desarraigo de la Concertación ahora con los sectores medios. Fue en estas elecciones donde comenzó la fuga de votantes de estos segmentos. Tal situación se agudizó en las presidenciales 2009 tal como correctamente lo subrayan Cristóbal Aninat y Gregory Elacqua. Pero el desangramiento había comenzado precisamente al fragor de la lucha electoral de 2005 y solapado bajo el entusiasmo de haber elegido a la primera presidenta de Chile. Con esta información, bien pudiera suponerse que aquellos pobres de 1999 que no votaron por Lagos pero que se vieron cautivados por Bachelet en 2005, hayan pasado a formar parte de esa clase media ascendente que abandonó a la Concertación en 2009.
El segundo factor corresponde a la consistencia electoral de la Alianza. Si en 1993 su lista de diputados había superado por más de 10 puntos a lo que obtuvo su candidato presidencial, en 2005 la situación fue al revés. La sumatoria de Piñera y Lavín estuvo 10 puntos por sobre la lista de diputados. Entonces, a la Alianza le fue difícil calibrar su apoyo electoral, caracterizado por altas magnitudes de voto cruzado. 2009 sería un año distinto. Piñera y la Alianza obtuvieron casi idéntico porcentaje (alrededor del 44%).
El tercer factor, también asociado a lo anterior, corresponde a la rotura de antiguas barreras ideológicas y de clase. En 1999 Lavín rompió el cerco de clase al competir palmo a palmo con la Concertación en los sectores pobres. No obstante, fracasó en su intento por romper el cerco ideológico. No avanzó sustantivamente hacia electores más centristas. En 2005 Piñera sí logró votos de centro, pero los segmentos populares le fueron esquivos. En 2009 se produjo el equilibrio. Piñera consolidó apoyo electoral en los segmentos populares, avanzó hacia sectores medios y, finalmente, capturó votación de centro.
El cuarto factor, ciertamente, son las primarias. Más arriba decía que podían entenderse más como el efecto de la crisis de los partidos que como una causa única de la derrota. En realidad, es la gota que rebalsó el vaso. Generalmente, las primarias fortalecen al ganador, pero esta vez ocurrió todo lo contrario. Fue el salvavidas de plomo para Frei.
Esta configuración de factores (presentes simultáneamente en 2009) ayuda a entender la derrota de la Concertación. En síntesis, destaca su retroceso en los segmentos pobres (en 1999) y medios (en 2005 y 2009), la mayor consistencia electoral de la Alianza y su capacidad para romper antiguas barreras ideológicas y de clase, a lo que se suma el pésimo mecanismo para elegir al candidato. A esto habría que agregar el potenciamiento de la imagen presidencial por sobre los partidos que apoyaron al gobierno de Bachelet. Nunca antes hubo una brecha tan significativa entre el respaldo presidencial y la identificación con la coalición de gobierno. Entonces, a no culpar únicamente a las primarias por la derrota.
La Concertación, como muchos han sugerido, debe actualizar sus propuestas. A diferencia de los ’90 el arraigo con los partidos es ostensiblemente más bajo. La última encuesta UDP mostró que sólo 3 de cada 10 chilenos se identificaba con partidos. Por tanto, no es tarea fácil recapturar a nuevos electores mediante relatos que ya no tienen vigencia. En otras palabras, dudo que el vínculo estrictamente programático sea suficiente para refundar la coalición. Hay vínculos no programáticos altamente eficientes para capturar electores. El problema es que para ello se requiere de recursos y no es fácil implementarlos desde la oposición. Una de las salidas pasa por activar las carreras políticas de alcaldes y concejales fortaleciendo sus redes comunales a fin de retener los municipios ganados en 2008 y recuperar algunos centros urbanos. Pero la Concertación tampoco debe caer en el pesimismo extremo. Existe un grupo de electores altamente inconsistente. De acuerdo a los datos de la encuesta UDP, aproximadamente un 14% de los votantes de Lagos en 1999, apoyó a Bachelet en 2005 y a Piñera en 2009. Un 16% de los votantes de Lavín en 1999, en tanto, respaldó a Bachelet en 2005 y a Piñera en 2009. Por tanto, hay un grupo de electores que difícilmente esté plenamente “convertido” a la derecha y, en tal sentido, no es descartable que pueda cambiar nuevamente de opinión en 2013.