Quizás sus intenciones sean sinceras y él quiera profundamente que los ariqueños disfruten del Festival de Viña del Mar, pero no puede desconocer que su rol como Presidente le impide hacer gestiones para favorecer a un actor en desmedro de otro. Si a los gobiernos de la Concertación se les acusaba de intervencionismo electoral, a la actual administración se le puede achacar un intervencionismo empresarial.
“Si vuela con LAN, buen viaje; si vuela con otra línea área, buena suerte”, dijo el Presidente Sebastián Piñera durante su última gira presidencial por Europa, demostrando que el protocolo no le interesa demasiado. A lo anterior se sumó su mensaje en el libro de visitas cuando visitó Alemania. Ahí recordó al nazismo.
Ambos hechos fueron catalogados como anécdotas y propias del estilo hiperventilado del Mandatario. Incluso, el senador UDI Hernán Larraín indicó que había que acostumbrarse a la personalidad del Presidente. Sin embargo, recientemente repitió una de sus declaraciones desafortunadas, al señalar que el gobierno está realizando todas las gestiones posibles para extender las transmisiones de Chilevisión hasta Arica.
«A pesar de que ya no tengo ninguna vinculación, quiero decir que los habitantes de Arica, o por lo menos estamos haciendo todo lo humanamente posible, para que puedan tener la señal que les permita ver el Festival de Viña del año 2011, la señal de uno de los canales que no está de libre disposición en esta región», señaló Piñera.
[cita]El Presidente debería ser capaz de separar nítidamente sus actos políticos de aquellos que tienen una connotación comercial. Esto favorecerá su credibilidad y permitirá no interpretar cada una de sus declaraciones como parte de su presidencialismo empresarial.[/cita]
Si el Presidente es un fiero defensor del libre mercado debería evitar las intervenciones en favor de un actor tan relevante en la industria televisiva. Pero el asunto es más complejo, porque hasta hace muy poco Piñera era dueño del canal y los detalles del proceso de venta no han sido difundidos en su totalidad.
Por lo tanto, el Presidente se arriesga innecesariamente a que se sospeche sobre las condiciones de ese negocio y si consideraba o no la activa participación gubernamental para aumentar la cobertura de las transmisiones de CHV.
Los asesores del Mandatario deberían advertirle que sus declaraciones en aspectos relacionados con sus actuales o pasadas empresas serán siempre analizadas con la lupa más crítica posible. Por ejemplo, poseer acciones de Blanco y Negro levantó cuestionamientos sobre la supuesta influencia de La Moneda en las elecciones de la ANFP. Ahora, Piñera patrocina el desarrollo de una estación televisiva que era de su propiedad.
Quizás sus intenciones sean sinceras y él quiera profundamente que los ariqueños disfruten del Festival de Viña del Mar, pero no puede desconocer que su rol como Presidente le impide hacer gestiones para favorecer a un actor en desmedro de otro. Si a los gobiernos de la Concertación se les acusaba de intervencionismo electoral, a la actual administración se le puede achacar un intervencionismo empresarial.
Su llamado telefónico para solicitar a Suez Energy no materializar la construcción de la termoeléctrica Barrancones fue popular, pero desde el punto de vista político se le acusó de sobrepasar la institucionalidad. Luego, en la misma gira presidencial de las frases inoportunas, incorporó a esta empresa a una mesa de trabajo para desarrollar proyectos energéticos en el país. Muchos entendieron que esta medida era una compensación por el episodio de la termoeléctrica.
Los conflictos de interés rondaron su campaña presidencial y la posterior conformación de su gabinete. Por lo mismo, hoy el Presidente debería ser capaz de separar nítidamente sus actos políticos de aquellos que tienen una connotación comercial. Esto favorecerá su credibilidad y permitirá no interpretar cada una de sus declaraciones como parte de su presidencialismo empresarial.