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La GCU (gente como uno)

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Teresa Marinovic
Por : Teresa Marinovic Licenciada en Filosofía.
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¿Cómo se explica, por ejemplo, que a esa elite no le resultara sospechoso que un sacerdote católico aceptara complaciente que se lo llamara “el Santo” o “el Santito”? ¿Cómo se entiende que no cuestionara el carácter poco evangélico de unas prédicas inclinadas a la lisonja de los feligreses: “Ustedes, que son tan buenos porque vienen a Misa”? ¿Falta de formación, de cultura, de juicio crítico?


Nadie que se precie de pertenecer a la aristocracia castellano vasca se comería un “completo”. Tampoco le diría a un colega “provecho” si éste se encuentra en su hora de su “colación” y muchos menos hablaría “del” Eleodoro o “del” Carlos. Y es que la elite criolla ha sido siempre muy cuidadosa de las formas… Todo indica -sin embargo- que la fronda aristocrática está sufriendo una crisis, porque de otra forma no se explican los hechos que últimamente han “marcado el acontecer nacional”.

Sí, porque los feligreses de la parroquia del Bosque no eran precisamente pobladores, como suelen llamar los periodistas a los habitantes de barrios o comunas marginales. No, ellos eran de la elite y muy probablemente tenían estudios universitarios; y aunque los estudios no sean suficientes como para adivinar lo que ocurre entre cuatro paredes, deberían haber servido como para cuestionar ciertas actitudes que se daban fuera de ellas. ¿Cómo se explica, por ejemplo, que a esa elite no le resultara sospechoso que un sacerdote católico aceptara complaciente que se lo llamara “el Santo” o “el Santito”? ¿Cómo se entiende que no cuestionara el carácter poco evangélico de unas prédicas inclinadas a la lisonja de los feligreses: “Ustedes, que son tan buenos porque vienen a Misa”? ¿Falta de formación, de cultura, de juicio crítico?

[cita]¿Cómo se explica, por ejemplo, que a esa elite no le resultara sospechoso que un sacerdote católico aceptara complaciente que se lo llamara “el Santo” o “el Santito”? ¿Cómo se entiende que no cuestionara el carácter poco evangélico de unas prédicas inclinadas a la lisonja de los feligreses: “Ustedes, que son tan buenos porque vienen a Misa”? ¿Falta de formación, de cultura, de juicio crítico?[/cita]

¡Qué queda, entonces, para el resto!

Me pregunto también cómo es que otro representante de la GCU no reparara en el significado que tenía hacer un llamado al Fiscal Nacional para pedirle, “simplemente”, que un proceso se desarrollara con celeridad. Es cierto que en Chile campea la gauchada, el pituto y la paleteada, pero quienes han (o hemos) tenido una vida llena de privilegios, dentro de los cuales el primero ha sido el de la educación, una distracción así es inaceptable; porque lo que está en juego es la igualdad ante la ley. Es verdad que el respeto por las formas ¡y por las instituciones! es un límite, pero también una garantía: la garantía de que el día de mañana ni uno ni sus propios hijos estarán sujetos a la arbitrariedad del poderoso de turno. Y si esto no lo comprende la elite…

¡Qué queda entonces para el resto!

Lamentablemente, el caso de la JVR tampoco ha estado exento de espectáculo de parte de la elite criolla, porque hay que decirlo: ni Carlos ni Juan Antonio ni Jovino son precisamente de clase media. Que pudieran tener visiones contrapuestas sobre la manera en que se debía enfrentar la situación de la Intendenta no obsta para que se les hubiera podido exigir un poco de orden. No se trata simplemente de ayudar al Ejecutivo con las encuestas ni de eximirlo de conflictos, sino de respetar el principio de autoridad, indispensable en cualquier democracia. Obedecer, respetar los cauces naturales de discusión, evitar la tentación de conseguir victorias parciales con una cuña televisiva ¡cuesta! Cuesta, porque la GCU está acostumbrada a mandarse sola. Cuesta, porque concederse lujos es algo que no tiene para ella mayores consecuencias. Cuesta, porque experimentar la libertad de no depender de nadie es siempre muy agradable. Cuesta, pero si ella no lo hace…

¡Qué queda entonces para el resto!

Si la famosa aristocracia, la GCU, la elite (o como se quiera llamar a ese grupo de privilegiados) no tiene un poco más de perspectiva; si no agudiza su percepción de los fenómenos culturales; si insiste en comportarse sin pensar en lo que pasaría si su conducta se transformara en un patrón social, bueno sería entonces que se dedicara a tomar “once”.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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