Cuando pensábamos que estábamos condenados a la política de los “expertos” aparece una nueva fuerza, irreverente y desafiante como el movimiento estudiantil que nos demuestra, una vez más, que la prácticas políticas cuando se consolidan en el tiempo, cuesta mucho hacerlas desaparecer.
Pocos saben que los primeros trabajos del historiador Alfredo Jocelyn-Holt se concentraron en analizar la relación entre jóvenes y política. Justamente, en su tesis para optar al título de licenciado en ciencias jurídicas y sociales en la Universidad de Chile, que de manera incomprensible no se ha publicado, este autor reflexiona sobre la importancia que tuvieron los jóvenes como agente dinamizador de la política chilena en el siglo XIX.
Desde la Universidad de Chile se formaron varias generaciones que dieron cuenta de una gran habilidad para manejar el discurso como herramienta política en la naciente República. Según evidencia Jocelyn-Holt, mediante periódicos y revistas los jóvenes universitarios, otrora ajenos a la política, empezaron a cuestionar la puesta en práctica de la nueva institucionalidad. Así, el “mundo juvenil” decimonónico pasó a ocupar un papel renovador y crítico del sistema, que reñía con la actitud conservadora y colonialista de sus padres detentadores del poder gubernamental. Para este historiador, la reflexión juvenil se tradujo en la conformación de un proyecto político de raigambre liberal en Chile. Así, la identificación entre liberalismo y juventud se da desde un inicio en nuestro modelo institucional.
[cita]Cuando pensábamos que estábamos condenados a la política de los “expertos” aparece una nueva fuerza, irreverente y desafiante como el movimiento estudiantil que nos demuestra, una vez más, que la prácticas políticas cuando se consolidan en el tiempo, cuesta mucho hacerlas desaparecer.[/cita]
Lo más probable es que la tesis de Jocelyn-Holt se encuentre profundamente influida por el contexto político y el rol determinante de los jóvenes de los ochenta en la recuperación de la democracia. Por lo que perfectamente se puede proyectar este afán crítico de los jóvenes descrito por este autor, al siglo XX.
A mi juicio la importancia de los jóvenes en política se expresa por lo pronto en la práctica de al menos tres partidos políticos: la Democracia Cristiana, el Partido Socialista y el Comunista. La presencia de la política en las universidades e inclusive en la educación secundaria fue el mecanismo de captación al sistema. Las cúpulas partidarias se preocupaban de atraer rápidamente a los dirigentes estudiantiles. Fruto de esta práctica surgen varios políticos que mantienen vigencia hasta nuestros días como Gladys Marín, Andrés Allamand, Camilo Escalona o Enrique Correa, por nombrar sólo algunos ejemplos.
No obstante, el afán crítico de los jóvenes se hizo cada vez más extremo, llegando al punto de distanciarse de los partidos que los acogieron. Surgen, a partir de estos acontecimientos, nuevas organizaciones políticas capaces de traducir más fielmente su forma de ver la sociedad y formadas exclusivamente por jóvenes (MIR, Mapu e Izquierda Cristina).
Luego del Golpe de 1973, una de las primeras medidas del gobierno militar fue entonces la conformación de una Comisión de Reforma Constitucional encargada de elaborar el anteproyecto de una nueva Constitución (en adelante “comisión Ortúzar”, en referencia al abogado que presidió dicha comisión). En ella aparece una fuerte crítica al papel que tuvieron los jóvenes en el devenir político de nuestra historia institucional. Así, en el debate sobre la edad mínima para votar se pensó aumentar la edad exigida para ser ciudadanos. Fijarla a los 18 años permitía que los universitarios se involucraran en la actividad política, apartándose de sus estudios e imprimiéndole a la política una influencia altamente teórica, desconectada de la realidad social. Se llegaría a decir que la intromisión en la esfera pública a una temprana edad “contribuye a politizar prematuramente a la juventud universitaria”; que mantener la edad en 18 años para ser ciudadano terminaría “retrocediendo la historia política del país”.
Esta forma de análisis se ve nuevamente al discutir la edad requerida para ser parlamentario. Se plantea subir el requisito de la edad para impedir que los jóvenes se involucren en la política, criterio que hace suyo el Consejo de Estado en su informe.
El impacto de este giro constitucional provocó un profundo cambio en nuestras instituciones políticas, lo que sumado a un sistema binominal – mayoritario, ha llevado a un letargo a los partidos políticos y una pérdida creciente de representación de los intereses de la sociedad, situación que afecta, entre otros, al segmento juvenil.
El complejo tramado que cerca de dos siglos permitió no sólo incorporar a los jóvenes a la política sino que los convirtió en un agente dinamizador de la misma, se destruyó. Y cuando pensábamos que estábamos condenados a la política de los “expertos” aparece una nueva fuerza, irreverente y desafiante como el movimiento estudiantil que nos demuestra, una vez más, que la prácticas políticas cuando se consolidan en el tiempo, cuesta mucho hacerlas desaparecer. Con todo, sólo el tiempo nos dirá si la actual forma de participación juvenil se traduce en un proyecto político, como lo fue al menos el de los jóvenes chilenos del siglo XIX.