La planificación por capacidades, la flexibilidad y la movilidad estratégica se constituyen en ejes de una Defensa de respuesta oportuna y eficaz. Los escenarios para el empleo de la fuerza son cada vez más complejos y exigentes, lo que nos debe llevar a acentuar la preparación de nuestro personal militar, que hoy es respetado y valorado en la región y el mundo por su profesionalismo y responsabilidad.
Si bien al comienzo de la democracia recuperada en los 90´ los desafíos de la Defensa estaban condicionados por la transición y la inestabilidad inicial de las relaciones civil-militares, hoy hemos avanzado en la búsqueda de consolidar el liderazgo civil al proponer un proceso de financiamiento que desligue las decisiones de inversión de un régimen excepcional y homologue el presupuesto de la Defensa al resto de nuestra institucionalidad fiscal.
A raíz de la tragedia aérea de Juan Fernández se reabrió un interesante debate en torno al rol de nuestras Fuerzas Armadas y las capacidades y preparación con que cuentan para responder a situaciones de emergencia y catástrofe. Este debate también se produjo en los grupos de trabajo del programa de gobierno del Presidente Piñera, que resultan convergentes con las definiciones entregadas por el Ministro de Defensa, Andrés Allamand, en diversas instancias desde que asumió la cartera.
[cita]La planificación por capacidades, la flexibilidad y la movilidad estratégica se constituyen en ejes de una Defensa de respuesta oportuna y eficaz. Los escenarios para el empleo de la fuerza son cada vez más complejos y exigentes, lo que nos debe llevar a acentuar la preparación de nuestro personal militar, que hoy es respetado y valorado en la región y el mundo por su profesionalismo y responsabilidad.[/cita]
En ese sentido, si bien el programa de gobierno y las definiciones del Ministro reafirman que la Defensa del territorio es una función prioritaria, también reconocen que en los próximos años los principales desafíos para el país provendrán de amenazas no convencionales. Chile no puede aspirar a convertirse en un país desarrollado y gozar de todas las posibilidades que ello implica sin asumir tareas y responsabilidades a nivel internacional. Por ello, la dimensión vecinal es sólo el “piso” de nuestra política de Defensa, la que se proyecta crecientemente a nivel regional e internacional desde una perspectiva cooperativa.
La planificación por capacidades, la flexibilidad y la movilidad estratégica se constituyen en ejes de una Defensa de respuesta oportuna y eficaz. Los escenarios para el empleo de la fuerza son cada vez más complejos y exigentes, lo que nos debe llevar a acentuar la preparación de nuestro personal militar, que hoy es respetado y valorado en la región y el mundo por su profesionalismo y responsabilidad.
Aquí surge otro aspecto que recogió el programa de gobierno: la creciente contribución de la Defensa a la cooperación regional e internacional en materias de seguridad. Con ello en mente, el Presidente encargó al Ministro de Defensa la realización de la primera Estrategia Nacional de Seguridad y Defensa, que es parte fundamental del sistema de financiamiento de la Defensa que se discute actualmente en el Congreso. En dicho documento, no solo se entregarán directrices sobre lo anteriormente señalado, sino que también una definición de las capacidades estratégicas de la Defensa.
En ese orden de ideas, si bien la Ley 20.424 avanzó en la modernización del Ministerio de Defensa Nacional, algunos aspectos deben reconsiderarse a la luz del nuevo sistema de financiamiento, que introduce criterios de transparencia, gestión, participación y liderazgo civil. La Defensa Nacional ya no estará al margen de la discusión presupuestaria. Con ello, la Defensa adopta mayores niveles de escrutinio público e institucional, aumentando el accountability en este sector del Estado. En síntesis, la Defensa deja de ser un campo excepcional, lo que va de la mano con la contribución creciente que realizan las FF.AA en diferentes campos del quehacer nacional e internacional.