Me sorprende el entusiasmo que genera Bachelet en muchos sectores de izquierda, incluido su principal referente (el PC). Cuando en el país se ha instalado un escenario favorable para un discurso de izquierda, pues en el centro del debate está la desigualdad y la crítica a los abusos del poder, se tiene puestas las esperanzas en la ex Presidenta que no sólo dio la espalda, combatió por la prensa al movimiento secundario el 2006 y hasta hoy no se pronuncia respecto a la movilización más relevante de los últimos 20 años.
En la celebrada película del director Juan José Campanella, El secreto de sus ojos, se cuenta la historia de un crimen, donde el enigma respecto al autor del asesinato se comienza a resolver por una foto. Son los ojos de Isidoro Gómez, su mirada fija en la futura víctima lo que le lleva a pensar a Benjamín Esposito, un agente de la justicia federal, que había sido Isidoro el autor del homicidio.
La película nos recuerda lo mucho que puede decir una buena foto, pudiendo captar desde una mirada indiscreta hasta un estado de ánimo. A veces se necesitan los ojos agudos de un observador, como pasó con Esposito, otras veces basta con el paso de los años, que corra el agua bajo el puente, para que la foto adquiera un sentido.
Así como en la película, pienso que la foto del 2007 en que Bachelet, sus ministros y los presidentes de partidos de la Concertación aparecen con las manos en alto con los líderes de la derecha, celebrando el “histórico” acuerdo sobre educación; dice mucho de los 20 años de gobiernos concertacionistas. La foto no miente: están felices, están convencidos que han empezado a solucionar los problemas de la educación, yo al menos no veo caras de “no pudimos hacer más”, “esto es todo lo que pudimos avanzar con la derecha”.
[cita]El asunto -para la izquierda- es reconocer que así como sabemos lo malo que es para el país ser gobernados por la derecha, también aprendimos lo que fue ser gobernados por una coalición de centro izquierda que nunca se sintió amenazada por una izquierda con proyecto propio y vocación de poder. Algo debemos hacer, no podemos perder nuevamente 20 años en la lucha por una sociedad más igualitaria.[/cita]
La historia que resume esta foto –a diferencia de la película- no es la historia de un crimen ni de una traición, es la historia de una agrupación política que por distintas razones se volvió conservadora y perdió totalmente su vocación de transformación. Una coalición que vio las movilizaciones secundarias del 2006 como un problema y no como la oportunidad para resolver la injustificable desigualdad educacional. Una coalición que se maravillaba con la expansión del consumo y el control de la inflación, pero que le aterraba tener a los estudiantes secundarios de mayor organización y preocupación política del planeta.
A diferencia de la película no se necesitó de un detective para descubrir las pistas de esta foto, fueron las movilizaciones estudiantiles las que desnudaron el sentido de ésta. El cambio en el sentido común producto de la amplitud de las protestas, hizo ver el otrora acuerdo histórico como un error indefendible, a los ojos del Chile del 2011 muchos darían lo que fuese por haber faltado ese día o simplemente no haber aparecido tan genuinamente satisfechos.
Hoy, desde las licencias que da el ser oposición, en buena hora la Concertación ha apoyado las demandas del movimiento estudiantil y de paso –lo quieran o no- ha puesto en entredicho su obra, pues las demandas no sólo critican el sistema educacional heredado de la dictadura sino que además se cuestiona su mantención y profundización durante los años de democracia (financiamiento compartido, CAE, acreditación, privatización de la matrícula escolar y universitaria, etc.). Hoy podrán decir que ahora sí se la jugarán por los cambios o que antes realmente lo trataron y no pudieron, pero yo miro esa foto y no les creo. Mientras no exista una buena explicación de cómo perdieron su vocación de transformación y por ende exista la capacidad real de no repetir esos errores, no tenemos por qué creerles.
En este cuadro me sorprende el entusiasmo que genera Bachelet en muchos sectores de izquierda, incluido su principal referente (el PC). Cuando en el país se ha instalado un escenario favorable para un discurso de izquierda, pues en el centro del debate está la desigualdad y la crítica a los abusos del poder, se tiene puestas las esperanzas en la ex Presidenta que no sólo dio la espalda, combatió por la prensa al movimiento secundario el 2006 y hasta hoy no se pronuncia respecto a la movilización más relevante de los últimos 20 años, sino que además puso – y respaldó a lo largo de todo su período- como ministro de Hacienda a una persona que no se cansa en repetir que la desigualdad en Chile tiene como principal causa la falta de trabajo.
En esto no se trata de desconocer la importancia del centro en la política chilena, ya que ni siquiera en el escenario más optimista de mediano plazo parece viable un proyecto propiamente de izquierda que pueda llegar al 50% de apoyo. El asunto -para la izquierda- es reconocer que así como sabemos lo malo que es para el país ser gobernados por la derecha, también aprendimos lo que fue ser gobernados por una coalición de centro izquierda que nunca se sintió amenazada por una izquierda con proyecto propio y vocación de poder. Algo debemos hacer, no podemos perder nuevamente 20 años en la lucha por una sociedad más igualitaria.