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¿Querido Dirigente?

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Carlos Parker
Por : Carlos Parker Instituto Igualdad
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¿Habría que lamentar y condolerse por la desaparición de escena de semejantes e impresentables personajes, que no solo esclavizan física y mentalmente a sus propios pueblos, sino que además constituyen un baldón y una vergüenza para la izquierda y el progresismo a nivel mundial? Me parece que no.


En 1987 tuve oportunidad de visitar Pyongyang, capital de la así llamada República Democrática de Corea (RPDC).  Integré una pequeña delegación de  dirigentes políticos y estudiantiles de varios países, la que  fue invitada por el mismísimo Kim Jon Il, recientemente fallecido y a la sazón líder de las juventudes coreanas,  a quién sin embargo jamás divisamos por ninguna parte.

A quién  si pudimos ver fue a su padre, el entonces presidente Kim Il Sun, quién nos ofreció una cena inolvidable y otros agasajos. Como por ejemplo, una  función privada de su mago personal, quién  confieso, nos dejo a todos atónitos y anonadados con sus trucos imposibles.

La  cena, según recuerdo, duró en total unos diez o doce minutos. Dos muy  breves discursos, uno del propio Kim Il Sun, y otro de un representante de los invitados. Mientras el diligente personal nos servía y retiraba los platos sin que literalmente alcanzáramos a tocarlos. La cena acabó de súbito  y todos pasamos a saludar el mandatario quien lucía una gran urgencia por retirarse. Pude observar entonces que tenía un tumor de enormes proporciones en  la parte posterior del cuello, una protuberancia  que no salía en sus fotos oficiales y que aparentemente fue la que lo liquidó, en 1994.

[cita]¿Habría que lamentar y condolerse por la desaparición de escena de semejantes e impresentables  personajes, que no solo esclavizan física y mentalmente a sus propios pueblos, sino que además constituyen un baldón y una vergüenza para  la izquierda y el progresismo a nivel mundial?  Me parece que no.[/cita]

El culto a la persona de Kim Il Sun alcanzaba ribetes impresionantes y hasta risibles. Su retrato estaba por todos lados, y nos enteramos que toda la música que se emitía por las radios tenía  como temática única el ensalzamiento de su figura. Lo mismo ocurría con las películas que se emitían, todas producidas estrictamente en la RPDC, y cuyo propósito también único  era narrar episodios, verdaderos o imaginados,  de la vida del presidente y líder de ese régimen totalitario.

Los noticieros que pudimos ver no se apartaban de esta tónica. Informaciones sobre las actividades del presidente y otros dirigentes del partido, reseñas sobre las actividades de las embajadas de la RPDC en el mundo, todas las cuales parecían querer decir que la RPDC era desde luego el centro mismo de la humanidad.  Luego de esto, una larga secuencia de calamidades que azotaban al mundo exterior; miserias, desastres climáticos, apaleos policiales, violencia, guerras,  etc. Lo peor de la crónica roja internacional, para que los norcoreanos pudieran dormirse con la tranquilidad de saber que vivían sin duda alguna,  en el  país más pacífico y  próspero del mundo, a pesar de las continuas hambrunas.  Y bajo la protección del Gran Líder, Sol del Oriente, Mariscal de Acero. Un  padre genial, protector, bondadoso  y omnipresente, quien jamás permitiría que nada malo le pasara a sus hijos.

Según pudimos comprobar, los norcoreanos creían a pie juntillas, porque  así se lo habían contado, y no tenían como enterarse de la verdad,  que Kim Il Sun había inventado los aviones, la televisión, los teléfonos, los sistemas de regadío y un montón de otros avances  científicos  y tecnológicos. O que cuando menos, estos   habían sido inspirados en una idea del Gran Líder, quién eso sí,   había  inventado personalmente los automóviles. Quizás por eso mismo, era  que en Pyongyang, donde circulaban muy pocos autos, todos eso si de muy exclusivas marcas,  en todas las calles la mitad de acera estaba pintada de color amarillo. Esa pista estaba destinada al uso exclusivo del Gran Líder.

Parte importante de la visita consistió en tratar de hacernos partes de ese ignominioso culto a la personalidad. Para lo cual se nos organizo unas tediosas excursiones a lugares venerados. En esta piedra, el Gran Líder se sentó en el año tanto, se enjugó la frente, miró hacia allá y creo la idea tal o cual. En este árbol el Gran Líder se reclinó y pensó en tal cosa, la que  solucionó los problemas de la agricultura coreana por los próximos mil años. Esas palabras, pensamientos e ideas parecían tener un valor tan alto, que había un ejército de funcionarios que tomaban exhaustivas notas de todo cuanto Kim Il Sun decía, a propósito de cualquier cosa, con el propósito de resguardar sus sabias palabras para la posteridad.

Cuando estábamos por partir, un equipo de la TV coreana me pidió grabar unas declaraciones con mis impresiones de la visita. Yo  dije algunas cuestiones más o menos convencionales y al pasar mencioné al presidente Kim IL Sun. Entonces   la grabación fue interrumpida y la periodista me dijo que por favor, cuando mencionara al presidente, no dejara de anteponer a su nombre la expresión Gran Líder. No pude resistirme, más que nada por educación  frente a mis anfitriones,   así  es que no me quedó más remedio que repetir el mantra. La grabación fue nuevamente interrumpida, esta vez, para pedirme que cuando dijera Gran Líder, presidente Kim Il Sun, pronunciara esas palabras con menos frialdad, y “más pasión”.

Corea era y sigue siendo un país regido por una dictadura totalitaria y  virtualmente aislado del mundo exterior. Por esa misma razón, sus habitantes pueden ser embaucados y manipulados de la manera que lo son. Por lo mismo, cuando Kim IL Sun murió, y se pudo ver las imágenes de multitudes llorando desconsoladamente, no me cupo entonces la menor duda de que esas lágrimas eran genuinas, de ningún modo un montaje. Esas masas,  que por obra, gracia y magia de la manipulación sistemática y cotidiana llegaron a ver en Kim IL Sun  a un personaje sobrenatural, no podían creer que había muerto como cualquier ser humano ordinario. Y lo que era peor, dejándolos en la más extrema orfandad e indefensión.

Del  sucesor de esta dinastía monárquica  absoluta,  revestida de ideología, no se puede decir menos. No se sabe exactamente donde y cuando nació. Parece ser que habría nacido verdaderamente en una aldea siberiana de la ex  URSS, en 1941,  pero su biografía oficial menciona la más conveniente versión de su nacimiento en las cercanías del monte sagrado coreano de Paetku,  en 1942.

Mientras su padre vivía, Kim Jon IL  recibió el título oficial de “Querido Dirigente”. Pero mientras  ejerció el poder acumuló otros centenares,  entre los cuales sobresalen los de “Guía  del Siglo XXI”, “Glorioso General que Descendió del Cielo”, “Político Sobresaliente”, “ Gran Encarnación del Querido Camarada Revolucionario”, etc.

Los estudiosos de su figura afirman que su biografía oficial incluyó un dato que posteriormente fue retirado. Aquel que decía que Kim Jon IL, como consecuencia de una extraordinaria e exclusiva  facultad orgánica, carecía de la necesidad de orinar y defecar.

Aficionado al cine, al punto de ordenar secuestrar a un reconocido realizador,  a los autos de lujo, a la buena mesa, a las mujeres bellas, se le solía divisar sorpresivamente en capitales asiáticas y  europeas yendo de shopping. Tenía un carácter irascible y una personalidad inestable y agresiva. No fue extraño entonces que usara la amenaza de hacer uso de sus artilugios nucleares para obtener beneficios políticos y materiales de sus peores enemigos. Como por ejemplo, canjeando concesiones políticas por alimentos.

Ahora le sucede en el trono su hijo   Kim Jon Un,  un bisoño político de trayectoria desconocida al cual no tardarán de colgarle desconocidos atributos y fastuosas denominaciones. Pensando en el castigado destino de este país, que clama  por su reunificación pacífica con el sur, uno se pregunta,  un poco en broma, un poco en serio, si acaso existirá un en la cola algún Kim Jon Do, y acaso hasta un Kim Jon Tre, pero cabe confiar que las cosas no llegarán tan lejos ni tan tarde.

¿Habría que  lamentar y condolerse por la desaparición de escena de semejantes e impresentables  personajes, que no solo esclavizan física y mentalmente a sus propios pueblos, sino que además constituyen un baldón y una vergüenza para  la izquierda y el progresismo a nivel mundial?  Me parece que no.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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