De forma permanente se habla de la preocupación por la baja asistencia y participación de la ciudadanía en actividades culturales. Sin embargo, se reemplazan los pasacalles populares por los desfiles de globos de las multitiendas en la Alameda. Se ofrecen “tallarinatas” a las mujeres el 8 de marzo mientras, como señala Arturo Navarro, se pierde la participación de las mujeres en el Directorio Nacional del CNCA.
Después de dos años en la implementación de su política cultural, la administración del Presidente Sebastián Piñera ha sido ampliamente deficitaria. Recordemos algunas de las promesas de campaña incumplidas: duplicar el gasto público en cultura, “creación de al menos una biblioteca en cada comuna” y “lograr” que las Municipalidades inviertan el 1% de su presupuesto en el sector.
Luego vino el discurso del 21 de mayo pasado, donde el terremoto dejó de ser pretexto y ahí se lanzó la temeraria propuesta de crear un Ministerio de Cultura y Patrimonio. Sabemos que buena parte de la comunidad artística y los especialistas objetaron ampliamente la idea, la cual nunca se conoció en detalle. Se desconoce si hay algún proyecto de ley o alguna propuesta, al menos, de organigrama institucional. Mientras en las calles se reclamaba por mayor participación ciudadana, el gobierno proponía eliminar el CNCA, uno de los organismos que está conformado por consejos regionales y sectoriales que cuentan con participantes de la sociedad civil.
[cita]De forma permanente se habla de la preocupación por la baja asistencia y participación de la ciudadanía en actividades culturales. Sin embargo, se reemplazan los pasacalles populares por los desfiles de globos de las multitiendas en la Alameda. Se ofrecen “tallarinatas” a las mujeres el 8 de marzo mientras, como señala Arturo Navarro, se pierde la participación de las mujeres en el Directorio Nacional del CNCA.[/cita]
Luciano Cruz-Coke, ministro del área, prometió la excelencia institucional y el personal más capacitado para cada puesto. En la práctica el CNCA ha tenido, en menos de dos años, tres subdirectores. El primero no duró ni tres meses en el cargo y el segundo salió envuelto en una investigación de Contraloría que objetó serias irregularidades que siguen indagándose.
Los cambios de gabinete ocurren y son parte de las lógicas de acomodos en el poder. Sin embargo, en la CNCA se producen en un contexto de constante descalificación y maltrato a los trabajadores de la institución. Lo que era un rumor soterrado, reflotó de manera trágica con el accidente de Juan Fernández, que cobró la vida de Galia Díaz y Romina Irarrázaval. Hasta la fecha, los responsables administrativos de que Galia Díaz, teniendo fuero maternal, se subiera a ese avión siguen sin ser sancionados como valientemente reclama su viudo.
Lamentablemente, la administración en cultura no ha materializado en acciones lo que sostiene en discursos y preformances comunicacionales. Prometieron la mejora y transparencia de los fondos concursables y la convocatoria de 2011 fue la más objetada en muchos años por los creadores, quienes no necesariamente comulgan con los gobiernos pasados. Lo más grave de su incapacidad para reconocer el desastre fue que atribuyeron responsabilidad a los propios funcionarios del CNCA, aludiendo que habían sido ellos quienes boicotearon el sistema de los fondos concursables.
De forma permanente se habla de la preocupación por la baja asistencia y participación de la ciudadanía en actividades culturales. Sin embargo, se reemplazan los pasacalles populares por los desfiles de globos de las multitiendas en la Alameda. Se ofrecen “tallarinatas” a las mujeres el 8 de marzo mientras, como señala Arturo Navarro, se pierde la participación de las mujeres en el Directorio Nacional del CNCA.
Es preocupante que mientras el medio artístico nacional comienza a consolidarse levemente en el ámbito internacional (cine, teatro, la gestión de algunos festivales, por ejemplo), la institucionalidad cultural no se profesionalice a la par. Es lamentable que se formule una ambiciosa política cultural para el período 2011-2016 llena de propósitos y estrategias, y todavía no se conozcan los programas y acciones concretas que las respalden.
En dos años se ha cambiado mucho y se ha propuesto poco, se ha hablado en exceso y se ha concretado lo mínimo. Por ahora, más que golpes de efecto y discursos o documentos vacíos de contenido, se esperan iniciativas que sean un aporte concreto a los cambios que experimenta el sector y la creciente demanda de una ciudadanía cuyas transformaciones, de seguro, alto tienen que ver con lo que, en materia cultural, se hizo en el pasado.