Después de casi dos años de nueva encuesta y nuevo Gobierno, recién tenemos una tibia discusión sobre empleo en Chile, pero esta parece ser más política que técnica. Mientras el Gobierno defiende su meta del millón de empleos a como dé lugar, la crítica apunta principalmente a la cantidad de empleos. Algo así como la política del empate. O sea, los empleos que se crearon ahora, si los medimos por la vieja encuesta, serían casi los mismos que los que se creaban en administraciones anteriores.
Durante los últimos días se ha generado un incipiente debate sobre las cifras de empleo en Chile. La tasa de desempleo llegó a 6,4% en el trimestre móvil diciembre-febrero 2012 y se registra en los últimos 23 meses una variación de 712 mil ocupados.
Mientras el Gobierno celebra el resultado y nos dice que ya se ha alcanzado más del 70% de la meta del millón de empleos, que estamos cerca del pleno empleo y que incluso en algunos sectores se requiere traer trabajadores extranjeros, la economista Andrea Repetto de la Univesridad Adolfo Ibañez, a través de algunas columnas de opinión, argumenta que por efectos de la Nueva Encuesta de Empleo (NENE) y el cambio en el cuestionario para determinar quién está ocupado o no, las cifras no son comparables con años y gobiernos anteriores, crítica a la que se han plegado algunos políticos de la Concertación.
Veamos algunos puntos para desenredar la madeja e ir al fondo de un asunto de relevancia nacional.
Efectivamente, la Nueva Encuesta de Empleo comenzó a adoptarse de manera oficial desde el trimestre enero-marzo 2010 y de manera no oficial (se tomó en forma paralela con la antigua encuesta) desde enero-marzo 2009. El cambio se hizo por recomendaciones internacionales de la OCDE y de la OIT, y la decisión fue tomada por el Gobierno de Bachelet. De esta forma, ahora tenemos un instrumento que nos permite realizar un análisis más exhaustivo sobre el mundo del trabajo en Chile, con especial énfasis en la calidad.
Uno de los principales cambios tiene que ver con el cuestionario. Antes para identificar si alguien estaba ocupado o no, se preguntaba:
Por tanto, si alguien había trabajado 15 horas la semana pasada, pero había estudiado 30 horas, aparecía como inactivo, dado que la mayor parte del tiempo se dedicó a estudiar.
La NENE, modifica el cuestionario, y la pregunta para determinar si alguien califica como ocupado o no, ahora pasa a ser la siguiente:
De acuerdo a este criterio, si una persona estudió 40 horas a la semana y trabajó 5 horas y obtuvo remuneración a cambio, aparece como ocupado.
De acuerdo a Ralf Hussmanns —una de las autoridades vigentes más reconocidas en el diseño de Encuestas de Empleo y Desempleo a nivel mundial— el criterio de una hora, busca abarcar «a todos los tipos de empleo que pueden existir en un determinado país, incluyendo el trabajo de corta duración, el ocasional y el irregular». El estándar internacional es promovido por la OIT y busca centrar la atención en el análisis de la calidad, identificando aquellas franjas de trabajadores que se emplean por un par de horas. La «hora», también tiene fundamentos macroeconómicos: el criterio, permite capturar con mayor precisión el uso del factor trabajo (por muy reducido que éste pueda ser).
[cita]Andrea Repetto dice que si utilizamos la antigua encuesta, la creación de empleos sería 2,7 veces menos que lo que reporta el Gobierno, debido al efecto cuestionario. La economista tiene razón en este punto. Por ejemplo, entre Enero-Marzo 2009 y Diciembre-Febrero 2010, cuando ambas encuestas se implementaron de manera paralela, mientras la NENE arroja una variación de 398.244 ocupados, la encuesta antigua reporta 145.181.[/cita]
Adoptado el criterio de «una hora», se hace muy relevante visibilizar las situaciones de carencia parcial de trabajo: por ejemplo, aquellas personas que trabajan unas pocas horas a la semana y que quisieran trabajar tiempo completo, estando disponibles para ello: los llamados subempleados.
Además, adoptado el criterio de «una hora», Naciones Unidas recomienda la medición del subempleo como indicador suplementario a la tasa de desempleo. Lo anterior es singularmente importante en contextos de bajo desempleo, sobretodo en escenarios dónde el seguro de cesantía no tiene plena cobertura, obligando a una mayoría a ocuparse en alguna actividad, por muy insignificante que sea. El consuelo de la nueva encuesta, es que ahora, para aquel tipo de situaciones, esa persona es visible a las estadísticas.
No obstante, pasados 23 meses de la aplicación oficial del nuevo cuestionario, el subempleo es invisible a la lectura de resultados por parte de las autoridades: el análisis es igual al que se hacía con el viejo cuestionario del año 66′, es anacrónico.
Dicho todo lo anterior concluyamos algunos temas:
1) Andrea Repetto dice que si utilizamos la antigua encuesta, la creación de empleos sería 2,7 veces menos que lo que reporta el Gobierno, debido al efecto cuestionario. La economista tiene razón en este punto. Por ejemplo, entre Enero-Marzo 2009 y Diciembre-Febrero 2010, cuando ambas encuestas se implementaron de manera paralela, mientras la NENE arroja una variación de 398.244 ocupados, la encuesta antigua reporta 145.181.
2) El Ejecutivo se defiende y dice que el cambio de encuesta se hizo en el Gobierno anterior y que las cifras son las oficiales. El Gobierno tiene razón en este aspecto, la NENE llegó para quedarse y por tanto esa es la fuente de información que debemos ocupar para analizar el mundo del trabajo en Chile y su evolución.
3) Después de casi 2 años de nueva encuesta y nuevo Gobierno, recién tenemos una tibia discusión sobre empleo en Chile, pero esta parece ser más política que técnica. Mientras el Gobierno defiende su meta del millón de empleos a como dé lugar, la crítica apunta principalmente a la cantidad de empleos. Algo así como la política del empate. O sea, los empleos que se crearon ahora, si los medimos por la vieja encuesta, serían casi los mismos que los que se creaban en administraciones anteriores.
4) Con esta incipiente y limitada discusión, finalmente, quienes pierden son los trabajadores, es el país. La nueva encuesta permite medir el subempleo que llega a 591 mil personas y si sumamos a las 518 mil desempleadas, podemos apreciar que más de 1,1 millones de personas tiene severos problemas para encontrar un trabajo. Las mujeres y las regiones y ciudades afectadas por el terremoto son las que presentan mayores niveles de subempleo.
El subempleo chileno, como porcentaje de los trabajadores a tiempo parcial (56% tiene un trabajo parcial involuntario), es el más alto entre los países de la OCDE, a pesar de que su tasa de desempleo es de las más bajas (basta recordar el caso de Ruanda que presenta una tasa de desempleo oficial en torno al 1%). Además 1,2 millones de ocupados registrados como asalariados ni siquiera tienen contrato, ni boleta de honorarios. Ni hablar de los salarios, que han bajado 0,2% en términos reales en febrero 2012, ni de los derechos colectivos (donde ni siquiera cumplimos las recomendaciones de la OIT en materia de derecho a huelga).
En resumen, empleos más, empleos menos, la cuestión central que la Nueva Encuesta de Empleo nos obliga a debatir es acerca de la Calidad de los Empleos y de nuestro modelo de desarrollo. Si se cambió la encuesta, fue para capturar el aspecto de la calidad y no para que los gobiernos de turno generaran lecturas convenientes a su administración, centrándose en los favorables indicadores de “cantidad”. Por ello es fundamental monitorear indicadores alternativos como el subempleo y generar un debate serio en Chile, entendiendo que para superar la desigualdad no basta con crear empleos.