Otra creencia arraigada es creer que “enseñando valores” por medio del discurso, se educa. Sin embargo, el desarrollo de la autonomía responsable implica la mediación del educador para la reflexión crítica sobre los propios actos, con profundo respeto a las y los estudiantes. Educar en la autorregulación y la toma de perspectiva, supone una cultura escolar donde existe confianza y cuidado para abordar los conflictos, entendidos como posibilidad de crecimiento.
La ley colabora en darle relevancia y consignar como un deber de la escuela promover la buena convivencia, prevenir y tomar medidas ante situaciones de violencia; en institucionalizar a través de un encargado de convivencia y un Consejo Escolar o Comité de Buena Convivencia, la planificación y ejecución de un plan de gestión.
Colabora en asignar la responsabilidad del clima escolar a todos los actores de la institución y en el deber de informar de situaciones de violencia a las autoridades educativas. Colabora sancionando con multa a las escuelas que no adopten acciones.
Sin embargo, el problema está en que promover una buena convivencia escolar no es cuestión de decreto. Para que ello permee las relaciones y modifique los modos de funcionamiento escolar, se requiere una comprensión distinta del acto de educar. En pocas palabras, significa considerar tan relevante como aprender y enseñar matemáticas e historia, aprender y enseñar a convivir.
[cita]Otra creencia arraigada es creer que “enseñando valores” por medio del discurso, se educa. Sin embargo, el desarrollo de la autonomía responsable implica la mediación del educador para la reflexión crítica sobre los propios actos, con profundo respeto a las y los estudiantes. Educar en la autorregulación y la toma de perspectiva, supone una cultura escolar donde existe confianza y cuidado para abordar los conflictos, entendidos como posibilidad de crecimiento.[/cita]
Constituye una creencia arraigada, sin embargo, que eso se viene solito y que es tarea de la familia. Así visto, lo común es reaccionar ante episodios, con medidas punitivas que nada tienen de pedagógico, ni en la forma como se aplican, ni en su contenido. A los centros que les preocupa el “problema de la violencia”, creen que es cuestión de tener reglamentos, informar de ellos y aplicar sanciones con rigor.
En el polo opuesto, se confunde ser escuela democrática con dejar hacer, sin mediar e intencionar su formación. En pocos casos se educa en la construcción participativa de las normas de curso y se es riguroso en su seguimiento y reformulación; escasamente se forman comunidades de curso que fortalezcan el sentido de pertenencia y el aprender a convivir.
Otra creencia arraigada es creer que “enseñando valores” por medio del discurso, se educa. Sin embargo, el desarrollo de la autonomía responsable implica la mediación del educador para la reflexión crítica sobre los propios actos, con profundo respeto a las y los estudiantes. Educar en la autorregulación y la toma de perspectiva, supone una cultura escolar donde existe confianza y cuidado para abordar los conflictos, entendidos como posibilidad de crecimiento.
Por último, todos los estudios sobre buen clima escolar indican que la escuela deja de actuar como una simple agrupación de individuos y pasa a constituirse en una comunidad, donde el bienestar personal pasa por el bienestar de todos y cada uno de sus miembros.
Educar en una buena convivencia supondría cambios más profundos en lo que refiere al sistema educativo. Los profesores jefe requieren tiempo asignado para dedicarse a acompañar a sus estudiantes en sus procesos de desarrollo y trabajar con las familias. No basta con transversalizar el currículo. Es necesario contar con horas para Consejo de Curso y contar además, con una asignatura de formación ciudadana. El Consejo de Profesores requiere tiempo asignado para trabajar, coordinarse y capacitarse en estos temas. En la formación inicial docente y de directivos esto debe ser prioritario.