El compromiso liberal con la libertad no es reducible a la igualdad formal de oportunidades, sino que implica leyes y políticas públicas que aspiren a una igualdad efectiva de oportunidades. Es decir, no sólo debe garantizarse un procedimiento no discriminatorio en el acceso competitivo a bienes escasos, sino que debe garantizarse un acceso justo a la competencia.
Un criterio que en ocasiones ayuda para preferir una explicación de un fenómeno por sobre otra es el de parsimonia. Esto quiere decir que ante dos hipótesis igualmente potentes en cuanto a su poder explicativo, hay buenas razones para escoger la más simple, es decir, la que recurre a menos supuestos y así ofrece la explicación más simple de los efectos. Pero la simplicidad explicativa tiene límites. Usualmente se atribuye a Einstein la cita: “cada cosa debería ser hecha tan simple como fuese posible, pero no más simple que esto”. La simplicidad extrema es reduccionista y en cuanto tal, no da cuenta del fenómeno. En este respecto, un riesgo usual en las ciencias sociales y en la filosofía es la monocausalidad explicativa. Es decir, la reducción de un fenómeno a sólo una de sus causas. El resultado es sociología (o filosofía) de tercera categoría, como hace poco nos recordó un juez —amonestado por lo mismo— al referirse a las pruebas del caso bombas. Y cuando se hace una utilización política de la simplicidad extrema se está haciendo una mala ideología (hay otras concepciones mucho más positivas).
Este riesgo (mala sociología, mala filosofía y mala ideología) lo encontramos en la afirmación de que la desigualdad económica y social se reduce al uso de la libertad individual. Dicho de otro modo, la filosofía política de las hormigas. ¿La recuerda? Hay diferentes versiones, pero la original de Esopo va más o menos así: el invierno avanza, y la cigarra, ya medio congelada, mendiga frente a las bien abastecidas hormigas, porque, como ella dice “simplemente me estoy muriendo de hambre”. Las hormigas curiosas preguntan a qué se dedicó durante el verano, cuando ellas mismas trabajaban incansablemente en la recolección de alimentos. “El hecho es que”, responde la cigarra, “estaba demasiado ocupada cantando y no me quedo tiempo para eso”. La respuesta de las hormigas es notable: “si pasastes el verano cantando, entonces no puedes hacer nada mejor que pasar el invierno bailando”.
[cita]El compromiso liberal con la libertad no es reducible a la igualdad formal de oportunidades, sino que implica leyes y políticas públicas que aspiren a una igualdad efectiva de oportunidades. Es decir, no sólo debe garantizarse un procedimiento no discriminatorio en el acceso competitivo a bienes escasos, sino que debe garantizarse un acceso justo a la competencia.[/cita]
¿Le parece conocido? No se confunda. No estoy afirmando que las hormigas de nuestra sociedad no sean criaturas caritativas dispuestas a compartir lo suyo con los otros, aunque éstos no lo merezcan. El punto de la historia es otro. Si tomamos en serio la analogía antropomórfica, y suponemos entonces que las hormigas y la cigarra son libres (de trabajar o no hacerlo, de cantar o no hacerlo), la fábula nos dice que lo que conseguimos en la vida se reduce exclusivamente a lo que invertimos (esfuerzo, dedicación, etc.), es decir, al uso que realizamos de nuestra libertad.
Esto es mala sociología. Los resultados de la interacción, coordinación y cooperación social no se pueden reducir al uso de la libertad individual. Por el contrario, el entramado estructural de la sociedad (calidad y acceso a la educación y salud; niveles de alimentación y de violencia; leyes de patentes; segregación de barrios; enfermedades endémicas; movilidad social; transporte; tipos y niveles de discriminación y dominación; modelos de preferencias sociales; preferencias adaptativas —usted mismo puede seguir ampliando esta lista de un modo casi indefinido—), es responsable al menos de una parte de los resultados, y posiblemente de una buena parte de éstos. Incluso las cigarras trabajadoras, pero con acceso a educación de mala calidad, no consiguen los mismos resultados (piense en la PSU).
Esto es mala filosofía. El ejercicio de la libertad implica la disponibilidad de una cierta pluralidad de opciones. Si debe elegir una cereza de una fuente llena de cerezas idénticas, usted es menos libre que si puede escoger entre una cereza y una pera. Y las opciones están limitadas por contingencias, como, por ejemplo, el ingreso. A menos, claro, que usted acepte una concepción de libertad tan poco persuasiva como la de Hobbes, que implica que usted es libre incluso cuando debe escoger entre “la bolsa o la vida”. Además, para un ejercicio inteligente y no azaroso se requiere información. La rotulación de alimentos es una condición para su ejercicio —tal como la certificación de médicos—. Por encima de esto, se requiere facultades. Es por esto que el compromiso liberal con la libertad no es reducible a la igualdad formal de oportunidades, sino que implica leyes y políticas públicas que aspiren a una igualdad efectiva de oportunidades. Es decir, no sólo debe garantizarse un procedimiento no discriminatorio en el acceso competitivo a bienes escasos, sino que debe garantizarse un acceso justo a la competencia. Entre otros, esto exige la posibilidad de adquirir las capacidades necesarias para competir. De ahí la importancia de un acceso justo a la educación de calidad.
Esto es mala ideología. La moraleja de la cigarra y las hormigas se basa en la explicación monocausal que reduce la desigualdad al uso de la libertad individual. De este modo, merecemos todos los resultados que se pueden retrotraer a un acto de decisión. Dicho de otro modo, si somos pobres, es porque no nos esforzamos lo suficiente. Y si tenemos en abundancia, es porque lo merecemos. Con este modelo explicativo podemos dar cuenta de todas las posiciones sociales (X ocupa una mejor posición que Y porque se esforzó más, etc.). Como vimos, esta es una representación reduccionista de la realidad. Y con esta representación, es posible elaborar un programa político de acción que, en este caso, es eminentemente conservador, porque aspira al mantenimiento del orden social. Autocomplacencia de los que tienen más, que tienden a pensar que no sólo tienen la suerte de tener más, sino que lo merecen. Pero esto es absurdo. Sea honesto consigo mismo. Si usted tiene una posición privilegiada ¿se reduce exclusivamente a elementos que pueden ser considerados como de su responsabilidad? En mi caso, creo que es evidente que sin haber tenido acceso a las oportunidades educacionales que tuve, no estaría donde estoy. Y ese acceso tuvo en buena medida que ver con la suerte de tener padres que pudieron comprarla y que estaban dispuestos a hacerlo. En contraposición a la ideología de las hormigas bien vale la referencia al liberalismo de John Rawls, quien funda la justicia en el humilde reconocimiento de que muchas de nuestras ventajas no son sino resultado del azar. Esta lotería, nos recuerda Rawls, no es ni justa ni injusta. La justo e injusto refiere a cómo las instituciones sociales más importantes se hacen cargo de ella.