La elite y el sistema político han sido incapaces de manejar al movimiento. Todas las estrategias (menosprecio, estigmatización, represión, entre otras) han fracasado. Y ahora los estudiantes tienen una nueva oportunidad. Era impensado que un gobierno de derecha se atreviera a sacar a los bancos del sistema.
La multitudinaria marcha de los estudiantes demostró que siguen siendo conscientes de la importancia de su movilización. El fin de la participación de la banca en el Crédito con Aval del Estado fue desplegado estratégicamente días antes de la marcha para neutralizar su masividad. Sin embargo, los estudiantes leyeron bien el mensaje, celebraron el retiro de la banca —una de sus demandas—, pero insistieron en las reformas estructurales en la educación y llamaron a continuar movilizados.
Los estudiantes quieren cambiar la esencia del modelo neoliberal en educación, pero de paso ellos también están modificando las prácticas sociales en la democracia chilena. Hoy, la movilización, la crítica, la elaboración de propuestas y la disputa del sistema político se observan en cada uno de sus discursos y acciones. Tienen vocación de poder y de mayoría. En la principal federación estudiantil del país, manejaron una transición de liderazgos sin grandes costos y con una inteligencia política que ya se quisieran los grandes monopolios del poder en Chile.
[cita]El padre de la sociología de las generaciones, estableció que las experiencias traumáticas juegan un papel clave en la producción de una conciencia generacional. Para los estudiantes que marcharon el 2006, el 2011 y que siguen en la calle este año, la educación neoliberal ha sido este episodio traumático. Una burbuja de sobre expectativas explotó frente a una realidad de segregación, desigualdades y abusos.[/cita]
Si ya el año pasado hablábamos de una “generación sin miedo”, ahora es posible advertir las dimensiones del cambio generacional que Chile está viviendo. Karl Mannheim, el padre de la sociología de las generaciones, estableció que las experiencias traumáticas juegan un papel clave en la producción de una conciencia generacional. Para los estudiantes que marcharon el 2006, el 2011 y que siguen en la calle este año, la educación neoliberal ha sido este episodio traumático. Una burbuja de sobre expectativas explotó frente a una realidad de segregación, desigualdades y abusos. El trauma de la deuda interminable, de la cesantía ilustrada y de la estafa de la movilidad social ha fraguado la movilización de los estudiantes, quienes hábilmente se sacudieron de la democracia a medias que la Concertación propició.
Los estudiantes han utilizado acertadamente sus posibilidades. June Edmunds y Bryan Turner entregan una valiosa explicación para entender el cambio de una generación pasiva a una activa. Para ellos, esta modificación se produce cuando una generación explota sus recursos educacionales, políticos y económicos para innovar en las esferas sociales, culturales e intelectuales. Concluyen que una nueva generación se origina cuando se combinan estos recursos e innovaciones con oportunidades políticas y liderazgos estratégicos. Si observamos el movimiento estudiantil desde esta perspectiva, Chile está experimentando el nacimiento de una nueva generación.
Por lo mismo, la elite y el sistema político han sido incapaces de manejar al movimiento. Todas las estrategias (menosprecio, estigmatización, represión, entre otras) han fracasado. Y ahora los estudiantes tienen una nueva oportunidad. Era impensado que un gobierno de derecha se atreviera a sacar a los bancos del sistema. Este es un hecho fundamental, ya que permite que las demandas de los estudiantes tengan materialidad y no se queden solo en el testimonio del reclamo por la justicia social. El traspaso del CAE a una entidad pública es también una derrota para dos emblemas de la Concertación: Ricardo Lagos y Sergio Bitar. Ellos idearon el sistema, lo defendieron incluso en medio de las movilizaciones del año pasado, pero hoy quedaron absolutamente golpeados por el anuncio del Gobierno.
La reforma al CAE no es concluyente para el movimiento ni agota su fuerza, pero es uno de sus triunfos. Si saben manejarlo, pueden aumentar incluso la convicción de los participantes menos comprometidos. La deuda puede ser la misma, pero que el acreedor sea el Estado y no una institución financiera cambia el rol del estudiante, pues ya no se le concibe solo como consumidor de un bien, sino que ahora puede adquirir dimensiones de ciudadano al demandar un derecho. Probablemente, ésta no es la interpretación desde La Moneda, pero es el sentido que los estudiantes pueden entregarle para reforzar la necesidad de los cambios estructurales. Con ello, seguirán moviendo el cerco. Ya lo hicieron al participar masivamente y repolitizar el espacio público. Ya desplazaron a una generación pasiva y sumisa por una comprometida y activa. Hoy se imponen como una nueva generación para Chile.