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El PC de Camila

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Javier Agüero
Por : Javier Agüero Filósofo. Universidad París 8
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Hoy en día este partido ha obtenido altos dividendos electorales gracias a Camila, puede negociar, pactar circunscripciones con la Concertación, entrometerse en el programa y campaña de Bachelet, etc. Y, aunque Vallejo siga alegando independencia de los antiguos estandartes comunistas, la maquinaria anquilosada de su partido no dejará de determinarla.


Podríamos volver a repasar el round que tuvieron Camila Vallejos y Gabriel Salazar. Estar a favor o en contra de uno o de otro.  Sin embargo, y más allá de la mesiánica confianza de Salazar en los movimientos sociales a los cuales sitúa, a mi juicio, al interior de un trayecto histórico pre-definido y entonces desvinculado de los imperativos contextuales de una sociedad ultra-mercantilizada como la chilena, esta polémica invita a sumergirse en lo que podría denominarse el devenir del PC chileno. No se trata de hacer historia ni de contarla, sino más bien de apuntar ciertas consideraciones a lo que ha sido “la mañosa” aventura política del comunismo chilensis.

Sabemos desde el más temprano Manifiesto Comunista que el Comunismo se explicaría como resistencia y reacción a una burguesía que no sólo posee el poder económico sino que, además, el político. Bajo esta premisa fundante, su circuito activo, su propia ruta y proyecto, se debían instalar fuera de cualquier estructura partidista, al margen de la burocracia democrática. En esta línea, la historia debía ser alterada por una revolución social y militar que dinamitaría las bases mismas de la sociedad burguesa junto a todos sus dispositivos, entiéndase: el electoralismo, el parlamentarismo, el consenso, etc., Para esto, era necesario cristalizar en el corazón de las sociedades occidentales la necesidad más importante de todas, el motor histórico que facultaría el establecimiento de la tan ansiada sociedad de iguales: la lucha de clases.

[cita]Hoy en día este partido ha obtenido altos dividendos electorales gracias a Camila, puede negociar, pactar circunscripciones con la Concertación, entrometerse en el programa y campaña de Bachelet, etc. Y, aunque Vallejo siga alegando independencia de los antiguos estandartes comunistas, la maquinaria anquilosada de su partido no dejará de determinarla.[/cita]

¿Cuánto de lo anterior se adhiere a la historia del PC chileno? ¿Qué hay o más bien queda -si queda- de la obra de Marx en la línea programática y pragmática de nuestro Partido Comunista? Por cierto que no se trata de apologizar la lucha de clases o la revolución cuando el estado actual de la civilización ha hecho que las clases -tal y cual como las pensó Marx- desaparezcan y emerjan las fracciones, los intersticios, las prótesis e injertos, etc., sino que la intención es tensionar a un partido que ha sobrevivido, al menos en Chile, gracias a la constante y permanente adecuación -de sus dirigentes, programas, discursos, apoyos electorales, etc.- a las exigencias de esa misma democracia burguesa que el fantasma que recorría Europa, hace 150 años, juramentó destruir. La dirigente estudiantil PC Camila Vallejo, es el último eslabón de esta historia de ajustes y saldos.

El PC chileno, hijo de la FOCH y del POS, que en la década del 20 adhirió a la tercera internacional soviética desestimando —por sumisión— con este fichaje a toda la tradición de lucha obrera y sindical representada por Emilio Recabarren, se despliega hoy en la política chilena como el partido más ambiguo y con menos proyecto propio. El ethos de la revolución fue cambiado por el de la negociación, estableciéndose como el aparato bisagra por excelencia al cual las dos coaliciones del país recurren cuando necesitan cerrar un acuerdo o por urgencia de votos. La zona actual del PC es la intermedia, jamás se radicaliza y siempre depende de los vaivenes de la coyuntura. Su naturaleza política es extremadamente sistémica y completamente anti-revolucionaria, adecuada a los tiempos de los acuerdos y al imperio de los votos. Ha sobrevivido, a mi juicio, gracias a esta enorme y notable capacidad de adecuación y resignificación permanentes.

Vallejo va en esta línea. Aunque su olfato social sea efectivo y materialice discursivamente la reivindicación legítima de una educación sin base pública y menos estatal, ella es un efecto PC, un resorte de la maquinaria negociadora que ha transado, quizás, más que cualquier otro sector político en la historia de nuestro país. Hoy en día este partido ha obtenido altos dividendos electorales gracias a Camila, puede negociar, pactar circunscripciones con la Concertación, entrometerse en el programa y campaña de Bachelet, etc. Y, aunque Vallejo siga alegando independencia de los antiguos estandartes comunistas, la maquinaria anquilosada de su partido no dejará de determinarla. Es posible que sea diputada, candidata a alcalde o que ocupe algún cargo político relevante en un potencial nuevo gobierno de la Concertación. No obstante y para entonces, se habrá institucionalizado y su sintonía con los sectores sociales será sacrificada para empalmar, ahora, con la lógica de los aparatos democrático/partidistas.

Mi punto de vista es que Salazar tuvo razón en su consejo. Quizás de forma desatinada, con ribetes paternalistas  o lo que sea, pero su intuición es válida. Estamos frente a la posibilidad cierta de la muerte de una gran dirigente estudiantil y presenciando el nacimiento de una líder política tradicional. “La historia no se repite pero rima”, decía Rudyard Kipling.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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