En la fiesta de las cifras que acompañan esta idea (número de universidades, capacidad de matrícula), el señor Vial olvida otros indicadores como nivel de endeudamiento de las familias, calidad de la formación entregada, inserción laboral real, entre muchas otras consecuencias directas del mismo hecho. Tras la “razón numérica” (que, por lo demás, nadie discute) que nos ofrece el autor, se esconde una doble ideología: la del argumento estadístico y la de la educación como objeto de mercado.
La columna publicada por el señor Álvaro Vial Gaete (Ingeniero Comercial, Universidad de Chile; Master of Arts in Economics, University of Chicago) no me ha dejado indiferente. En ella se aborda la educación desde una perspectiva, podríamos decir, “de la economía de las cifras”, defendiendo lo “exitoso” del modelo educativo chileno desde una batería de estadísticas escogidas.
Como la economía no es un tema de mi experticia, haré un análisis educativo de la columna en cuestión, defendiendo la educación como educación y no como objeto de análisis de una mirada economicista (aún más, como la opinión de un economista).
Al señor Vial le molesta el tono en que se están llevando las conversaciones en materia educativa, aludiendo en particular al caso de la educación superior. Según él, la discusión “está plagada de ignorancia, mentiras, ideas fijas, caprichos y fijaciones, pero sobre todo de análisis absolutamente interesados y parciales que, en caso de llegar a concretarse en leyes, acabarían por hacer retroceder al sector a una época anterior a la década de los años ochenta”. Para resolver esto, el columnista clama por “un análisis desapasionado, desprovisto de carga ideológica, más documentado y racional”.
[cita]Desde luego mi opinión también se construye desde una ideología, la que no pretendo esconder. Se trata de un conjunto de valores, creencias y conocimientos que me hacen pensar que la educación debe ser asegurada por el Estado en todos sus niveles, quién además debe lograr que ésta sea de alta calidad. ¿Por qué el Estado? Simplemente porque es el responsable de tomar decisiones y administrar fondos de todos los chilenos a partir de un proyecto país, donde se ha de elegir el rol que queremos para la educación nacional.[/cita]
He aquí la primera curiosidad. Es necesario apostar que el señor Vial —economista egresado de la escuela dirigida en los años 70 por Milton Friedman y Arnold Harberger—, será capaz de abandonar los conocimientos y valores entregados por su alma mater (pulmón intelectual del modelo de libre mercado), para, en un gesto mesiánico, liberar a la opinión pública de la ideología imperante. Aquí, el argumento sería que el ingreso de los privados a la educación superior —posibilitado por la Constitución del 80— y sus consecuencias como el lucro, la acreditación y las proliferación de universidades privadas, “son por lejos las principales causas del enorme progreso experimentado por este sector durante los últimos treinta años”.
En la fiesta de las cifras que acompañan esta idea (número de universidades, capacidad de matrícula), el señor Vial olvida otros indicadores como nivel de endeudamiento de las familias, calidad de la formación entregada, inserción laboral real, entre muchas otras consecuencias directas del mismo hecho. Tras la “razón numérica” (que, por lo demás, nadie discute) que nos ofrece el autor, se esconde una doble ideología: la del argumento estadístico y la de la educación como objeto de mercado.
En cuanto a la primera ideología (argumento estadístico), Alain Desrosières (2008) señala que la cuantificación se ha transformado en un signo de objetividad, de rigor y de imparcialidad. Sin embargo, esta no solo entrega un reflejo del mundo, sino además crea una nueva manera de pensar, de representar la realidad. Si la realidad educativa se redujera al “progreso” que defiende el señor Vial (más estudiantes de educación superior, sobre todo “hijos de obrero”), entonces él tendría razón. Sin embargo, olvida completamente que pretender evaluar el éxito o fracaso del modelo de educación superior a partir de la pura variable de “acceso al sistema” es ignorar la enorme dimensión del problema (y la enorme cantidad de variables en juego). En consecuencia, su “razón de los números” no puede ser considerada como portadora de un argumento consistente para defender su postura frente a la educación superior.
En lo que respecta a la segunda ideología (la educación como objeto de mercado), desde el título mismo de la columna se deja ver la subjetividad y la ideología de las ideas del señor Vial: “Hay lucro… ¿y qué?”. Esto no es más que un eco de lo que el autor aprendió en Chicago y que nos quiere hacer pasar como un modo de abordar el problema desprovisto de ideología. El solo hecho de montar un argumento a partir de una sola variable (acceso de los estudiantes a la educación superior) obedece a un modo de ver la realidad, modelado por los conocimientos, valores y creencias del señor Vial. En suma, el proyecto de liberar a la opinión pública de la ideología no prospera.
El economista termina su columna desnudando completamente su ideología: “Si nos interesa hacer las cosas bien, deberíamos reconocer que el progreso que estamos comentando en el sector no se ha producido gracias a la ley, sino pese a ella. Ya es hora que dejemos a un lado por un minuto las payasadas y reconozcamos que los grandes artífices de este progreso fueron las nuevas universidades, algunas con lucro, otras sin lucro, y que ambos tipos de instituciones debieran sobrevivir”. ¿De qué bien está hablando el señor Vial cuando nos dice “hacer las cosas bien”?, ¿de su bien como director de empresas? ¿De qué progreso nos está hablando?, ¿del mayor acceso a estudios superiores, por lo tanto de mejores “cifras” para el mundo privado?
Yo le respondo al señor Vial sugiriendo la siguiente idea: quienes tienen que dejarse de payasadas son quienes presentan su postura como una verdad revelada, carente de ideología y, por ello, objetiva. También deben dejarse de payasadas quienes leen la educación a partir de los números convenientes (generalmente, de su conveniencia), pretendiendo que se trata del único modo de abordar el tema. Este modo de ver las cosas esconde una ignorancia aún más bestial que la ataca el señor Vial en su columna: la ignorancia de quien no ve que es ignorante (léase que no tiene idea de la complejidad del problema de la educación superior) y que opina desde su ignorancia investido de ingenierías y maestrías que deberían validar cualquier barbaridad.
Desde luego mi opinión también se construye desde una ideología, la que no pretendo esconder. Se trata de un conjunto de valores, creencias y conocimientos que me hacen pensar que la educación debe ser asegurada por el Estado en todos sus niveles, quién además debe lograr que ésta sea de alta calidad. ¿Por qué el Estado? Simplemente porque es el responsable de tomar decisiones y administrar fondos de todos los chilenos a partir de un proyecto país, donde se ha de elegir el rol que queremos para la educación nacional.
Además, considero que asumir la educación estatal como desafío y medio para vencer la profunda desigualdad social imperante, es la única manera de levantar su calidad y asegurar que los profesionales de este país se conviertan en tales no porque pueden pagar sino porque cuentan con las capacidades para conseguirlo.
Finalmente, pienso que opinar sobre educación o cualquier otro tema es un derecho otorgado por la libre expresión. Esto no implica que no queramos espantar las ideas provenientes del sentido común o de la ignorancia, incluso de la ignorancia escondida en falsos eruditos. Toda vez que los puntos de vistas han de ser nutridos por la información y deben ser conscientes de los valores ideológicos que portan, de lo contrario cada quien corre el riesgo de transformarse en falso profeta.